Por Angélica Gallón Salazar de El País en exclusiva para AM Guanajuato
Las altas temperaturas que se experimentaron en el mes de julio en todo el mundo, que según la Nasa ha sido el mes más caluroso de la historia desde que se tienen registros, tuvo un efecto catastrófico en los arrecifes coralinos del Caribe mexicano y de todo el Caribe mesoamericano. “Esto es una verdadera alerta. Hay un blanqueamiento nunca antes visto, ni registrado en los corales”, asegura el investigador de la Unidad de Sistemas Coralinos de la UNAM, Lorenzo Alvarez-Filip, quien por décadas lleva haciendo seguimiento de los estados de los arrecifes en México.
Después de que se registrara un aumento sin precedentes en la temperatura del agua de estas costas, por encima de los tres grados, las algas que viven en una relación simbiótica en los corales, las zooxantelas, y que son las responsables de darles energía y sus magníficos colores, abandonaron a los corales exponiéndolos a un factor de estrés que si se sostiene en el tiempo puede ocasionarles la muerte. “Cuando vemos que estas microalgas se van de los corales, estos quedan sin ese aporte de energía, y solo se ve el tejido del coral que es transparente. Les vemos solo el esqueleto, por eso decimos que el coral se puso blanco, y aunque sigue vivo, si esa situación continúa, es decir, si la temperatura del agua no baja, el coral muere”.
Aunque la comunidad científica tenía registrado este fenómeno como un posible destino para los corales a raíz del calentamiento climático, los modelos vaticinaban que ocurriría alrededor de 2050 o quizás años después. “Sabíamos que esto iba a pasar, que íbamos en el camino hacia una catástrofe climática, pero no era nuestra preocupación más urgente hoy. Después de julio y agosto, el blanqueamiento de los corales se hizo generalizado. Todo estaba blanco, corales duros, blandos, anémonas”, explica el investigador.
A muchos les puede parecer que el tema de los arrecifes poco o nada tiene que ver con su vida cotidiana, pero estas barreras coralinas, -solo México tiene 700 kilómetros- son fundamentales porque son la casa y refugio de cientos de miles de especies marinas, especies que sirven como fuente de trabajo y de alimento para los humanos. “Los arrecifes ocupan el 0,2% del área oceánica mundial. Pero cerca del 40% de las especies marinas habitan o están asociadas a ese pequeño porcentaje”, asegura, por su parte, Juan Pablo Carricart Ganivet, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM.
La relevancia de las barreras coralinas va más allá. Ellas son las encargadas de proteger las costas de las tormentas tropicales y los huracanes. ”Pensemos en el huracán Wilma, que en 2005 estuvo casi seis días azotando esta costa. Como frente a Cancún no hay arrecifes de coral, esta ciudad sufrió muchísimo los embates con olas que alcanzaron hasta los 12 metros. Más abajo, en Puerto Morelos, que tenemos a los arrecifes coralinos no hubo grandes pérdidas, porque el coral como barrera absorbió la fuerza del huracán y redujo las olas gigantes a tan solo dos metros. En términos energéticos, esas olas de 12 metros equivalen a 20 bombas atómicas iguales a las arrojadas en Hiroshima, mientras que las olas de dos metros equivalen a 0.2 bombas atómicas. El arrecife detuvo 19,8 bombas atómicas, a lo largo del efecto del huracán”, enfatiza Carricart.
Los corales son ingenieros de ecosistemas que al ir creciendo, milímetro a milímetro cada año, van acumulando esqueletos de carbonato de calcio, que es básicamente piedra, al crear estas potentes barreras protegen además las playas de la erosión, porque si las olas llegan con mucha potencia se van tragando la arena como ocurre ya en muchos lugares de la Riviera Maya. “La playa es polvo de arrecife, si se rompen los procesos de producción de arena se van a ver afectados todo ese andamiaje hotelero que vive de los turistas”, advierte Álvarez-Filip.
La responsabilidad de esta catástrofe no solo recae en el calentamiento climático que, en un año de Fenómeno del Niño acrecentó de forma inesperada las temperaturas del mar, también recae, según los investigadores, en las autoridades y su falta de control sobre los desarrollos hoteleros y de grandes centros turísticos sobre toda esta zona. “La contaminación asociada al mal manejo de las aguas residuales, a la destrucción masiva del manglar ha matado gradualmente a la gallina de los huevos de oro que depende de arenas blanquecinas y aguas cristalinas, que depende de los corales”, asegura Álvarez-Filip. El investigador Carricart concuerda: “El aumento en las concentraciones de nitrógeno 15, una forma de nitrógeno estable en los esqueletos de los corales, es proporcional al incremento en el número de cuartos de hoteles, y de turistas de esta zona del Caribe y ese nitrógeno 15 es indicador de contaminación por aguas negras”.
Ante este sorpresivo paisaje blanquecino que se impone en el fondo del mar, los investigadores no parecen tener mucho más que hacer que tener unos registros metódicos de la magnitud de lo ocurrido y de los efectos que termine por dejar estas temperaturas altas en el mar que todavía persisten en la costa. “Esto es una probadita de lo que viene, no es solo para los corales, para todos nosotros”, concluye Álvarez-Filip mientras que Carricart lanza otro sentido presagio: “es la bienvenida del verano menos caluroso de los que vendrán”.
HLL