La catedral de Cuernavaca, donde se encuentra la casa episcopal que se encuentra vacante, con un rico historial de siglos, es visitada todos los días por centenares de estudiantes y de turistas.
Se localiza a un paso del zócalo, donde también se encuentra la casa de Cortés y el Palacio de Gobierno, en la esquina de las calles Morelos e Hidalgo.
El administrador de la Catedral es el Arzobispo de León, Alfonso Cortés Contreras, hasta el día 20 que la deje.
“He vivido aquí durante poco más de tres años, y cuatro meses. Ahora ya sólo me queda hacer maletas para irme a León”, dijo sonriendo mientras observa los enormes muros de esa catedral construida por frailes franciscanos en 1525, para evangelizar.
Entrar a la Catedral es como entrar al túnel de tiempo y remontarse a la época de la conquista. Se respira un ambiente muy especial en sus grandes muros construidos de piedra volcánica, tezontle.
En el año de 1529 se ratificó la fundación formal del monasterio, según reveló el historiador Leopoldo Flores Sánchez.
Explicó que los trabajos de construcción se iniciaron en el siglo XVI en terrenos de una loma que era propiedad de Juana Zúñiga de Cortés.
El atrio, la capilla abierta, la iglesia de la Asunción y el convento abarcan originalmente una enorme área.
“El año de 1522, grabado en un monograma de la Virgen María en la entrada norte del templo, no indica la culminación de toda la fachada, sino que para esta fecha casi todo el establecimiento estaba por finalizarse”, señaló Flores Sánchez.
Arriba de uno los pórticos laterales de la catedral se puede observar una cruz arriba de unas calaveras de piedra.
Según el rector de la Catedral, el padre Luis Millán, representa a Cristo triunfando sobre la muerte. En la fuente central de los jardines también hay una cruz con calaveras.
Ahí hay imágenes de los primeros misioneros que fueron a Japón martirizados y crucificados, entre ellos el primer Santo Mexicano: San Felipe de Jesús.
Templo impresionante
A las 7.30 horas el padre Luis Millán preside la Santa Misa en la capilla de San Francisco, rodeado de una decena de monjas.
El altar principal es impresionante: labrado en madera, en tonos dorados, representa ángeles, con dos alas, serafines, y querubines, con cuatro alas, así como Santos.
En el centro del Atrio de la Catedral se puede apreciar lo que llaman la Cruz Atrial, en medio de un pequeño y rústico altar donde iniciaron la evangelización los franciscanos.
En la misma catedral se encuentran sepultados laicos y evangelizadores, entre ellos el canónigo Salvador Zedillo, muerto el 15 de abril de 1868.
En el mismo complejo de la Catedral se localiza la capilla de la Resurrección, consagrada el 23 de agosto 1997 por el Obispo Luis Reynoso Cervantes, así como la cripta, en presencia del entonces nuncio apostólico, Justo Mullor García.
En lo que fue el convento, ahora se localizan las oficinas episcopales. Hay que pasar por una serie de recintos que seguramente fueron celdas de los frailes franciscanos.
Se tiene que atravesar por un patio en cuyo centro se encuentra dibujada la estrella de David, para finalmente llegar hasta las oficinas del Arzobispo de León, Alfonso Cortés Andrade.
Una oficina muy sencilla, con ese olor tan característico de las viejas construcciones.
Ahí Monseñor, observando cada rincón, reconoció  que siente tristeza, “pero al mismo tiempo alegría de que voy a estar en una Diócesis de una profunda fe cristiana”.
“Tengo sentimientos encontrados. En primer lugar es darle gracias a Dios por esta experiencia (en Cuernavaca); fue una experiencia muy fecunda, de vida cristiana bastante aleccionadora para mí.
“En este corto tiempo pude comprobar una riqueza de fe muy grande en las comunidades, en las personas. Pude comprobar una necesidad muy fuerte, también, de evangelización; la necesidad de escucha del pueblo de Morelos”, añadió el Arzobispo de León, Alfonso Cortés, a punto de estar entre nosotros.

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