El Vaticano insiste en que los cardenales que participarán en el cónclave para elegir al próximo Papa votarán de acuerdo con su conciencia, bajo la sola influencia de la reflexión y la oración silenciosa.
Sin embargo, es bien sabido que los juegos de poder, los intereses creados y las maniobras maquiavélicas son parte de la dinámica del proceso y que el regateo está en marcha.
¿Podrán los cardenales italianos superar sus divisiones para apoyar a un candidato único? ¿Podrán los estadounidenses influir en la votación? ¿Podrán los 115 cardenales del mundo alcanzar una convergencia en cuanto a si la Iglesia necesita un Papa carismático o un gerente severo capaz de controlar la burocracia vaticana?
En esta ocasión no hay cardenales estrella ni grandes favoritos, lo cual amplía el abanico de la elección y abre paso a un posible candidato de consenso en caso de un estancamiento.
Aunque las deliberaciones siempre son secretas, al parecer comenzaron a formarse dos grandes bandos discrepantes en antelación al cónclave.
Uno, dominado por la poderosa burocracia vaticana llamada la Curia, aparentemente aspira a un Papa que le permita continuar tomando las decisiones como siempre. De acuerdo con las conjeturas, la Curia impulsa la candidatura del Arzobispo de Sao Paulo, Odilo Pedro Scherer, que tiene estrechos vínculos con ella y se prevé que nombraría a un funcionario vaticano italiano como secretario de Estado, el número dos que dirige los asuntos diarios de la Santa Sede.
El otro bando, al parecer encabezado por los cardenales estadounidenses, impulsaría un Pontífice reformista, que tenga la fortaleza de reorganizar la Curia, a la que han empañado las pugnas interiores y el escándalo de las filtraciones del Vaticano, en las que el mayordomo personal del Papa retirado Benedicto XVI había pasado documentos confidenciales a la prensa.
Estos cardenales desean como Papa, se dice, al Arzobispo de Milán, Angelo Scola, quien presuntamente tiene la fuerza para controlar a la Curia.
El punto crucial por resolver es si el Papa debe ser uno de índole “pastoral”, alguien con el carisma y capacidad de comunicación que atraiga nuevos miembros a un rebaño que ha disminuido, o uno con dotes “gerenciales”, capaz de renovar la Iglesia en momentos de escándalos de abusos sexuales y caos burocrático.
Es difícil encontrar un solo candidato que reúna los requisitos que buscan ambos bandos.
Italia posee el grupo más grande de cardenales con derecho a voto en el cónclave -28- y el País cree que tiene el derecho histórico de proveer al Papa, tal como lo hizo durante siglos.
Los italianos consideran que es hora de que uno de sus compatriotas vuelva al papado después de 35 años de pontífices “extranjeros”.
La influencia estadounidense
Dos estadounidenses, el Cardenal Timothy Dolan, de Nueva York, y el Cardenal Donald Wuerl, de Washington, surgieron como papables. Una sorpresa porque los estadounidenses han sido tradicionalmente descartados ante la posible percepción negativa de elegir a un Papa procedente de una superpotencia.
Los observadores de asuntos vaticanos también pusieron de relieve que un Papa estadounidense posiblemente tendría dificultades para afrontar la violencia anticristiana y la persecución en el mundo islámico.
Sin embargo, hay 11 cardenales estadounidenses con derecho a voto que constituyen el segundo grupo más numeroso después de los italianos.
Esperan en Roma multitudes
Cientos de miles de visitantes habrán de llegar, según las previsiones, aunque se desconoce su procedencia y fecha de arribo.
Ni siquiera se conoce cuándo tendrá lugar la celebración y solamente el cielo sabe cómo se llama el hombre elegido.
Planificar el momento de la proclamación del próximo Papa ante el mundo y la ceremonia de instalación unos días después constituye todo un juego de adivinanzas. Acarrea además un dolor de cabeza logístico a la ciudad de Roma.
Cuando el humo blanco salga de la chimenea colocada en la Capilla Sixtina, multitudes de romanos abandonarán sus quehaceres e irán a la Plaza de San Pedro para aclamar al nuevo Pontífice apenas éste se asome al balcón de la Basílica de San Pedro.
Si el Pontífice surge de Italia, miles atestarán los trenes y viajarán a la capital.
Después están todos los extranjeros que vendrán en avión para capturar este histórico momento. El caudal de gente podría ser desbordante si los cardenales rompen la tradición y eligen al primer Papa de América Latina, región donde habita el 40% de los católicos en el mundo.
Se calcula que habrá, por lo bajo, entre 200 mil y 300 mil personas, estimó Mario Vallorosi, jefe del Servicio de Protección Civil en Roma.