Es Francisco un Papa como el que estábamos necesitando, dijo el arzobispo emérito de León, José Guadalupe Martín Rábago, luego de que se diera a conocer que el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio es el nuevo Pontífice.
“Es el primero en cuanto a muchas cosas: el primer Papa jesuita; primero en cuanto al nombre, Francisco; primer Papa nacido en Latinoamérica.
“Un Papa como lo estábamos necesitando; no es muy joven, de 76 años, pero al mismo tiempo es un hombre vigoroso y ha dado muestras de querer comprometerse profundamente en los trabajos pastorales de la Iglesia”, subrayó en conferencia de prensa.
Monseñor reconoció que son muchos los retos que afrontará el nuevo Pontífice.
“Pero creo que el más importante es lograr poner a la Iglesia en sintonía con las exigencias de la nueva evangelización. Lograr una Iglesia que es sensible a la problemática que presenta el mundo de nuestros tiempos, poco disponible a escuchar un mensaje del evangelio.
“El nuevo Papa tendrá especialmente la tarea de cómo lograr tender puentes con el mundo, acercarse al mundo, para lograr que este mundo sea capaz de comprender un mensaje de vida nueva, del evangelio, y el lenguaje y en el estilo que hoy se requiere para el mundo de nuestros días”, añadió el pastor.
El Arzobispo, junto con sus más cercanos colaboradores, entre ellos el vicario Carlos Muñoz, en su oficina del Arzobispado, siguió paso a paso las incidencias, por televisión, de la elección del nuevo Papa.
“Yo creo que hemos podido darnos cuenta a través de la televisión de la euforia generalizada, del ambiente de expectativa y al mismo tiempo de la confianza del Espíritu Santo tendría que darnos un Papa como lo necesitamos en estos tiempos concretos en los que la Iglesia está pasando por situaciones no fáciles”, agregó.
‘Lo conozco’
El Arzobispo Emérito manifestó que ha tenido la oportunidad de tratar en lo personal al Papa Francisco.
“Sí puedo decirle que lo conozco. Él era miembro de la Pontificia Comisión para la América Latina, de la que también soy miembro y hemos de coincidir en varias de las reuniones”, contó.
Agregó que entre las características de la personalidad del nuevo Sumo Pontífice, destaca su sencillez.
“Es un hombre que ha estado trabajando como Obispo en Buenos Aires (Argentina), visitando a las familias en sus casas; haciendo una labor de misión casa por casa, y sacando a los sacerdotes también para que lo acompañen a realizar ese trabajo de nueva evangelización”.
Monseñor calificó a Francisco como un hombre sumamente sencillo, que no ama el “boato, ni dar apariencia, sino todo lo contrario, es de una gran sencillez y de una profunda sabiduría”.
Recordó que en una reunión de la Comisión de la Pontificia para América Latina, sobre la formación de los sacerdotes y seminaristas, al nuevo Papa le correspondió el tema de la formación intelectual de los futuros sacerdotes y presentó una ponencia que fue una verdadera joya.
“La manera como él abordó lo que es la formación intelectual, con un tono sumamente rico en contenido, pero al mismo tiempo de una exquisitez en aspecto de expresión y gramatical. Una joya poética”, añadió.
José Guadalupe Martín Rábago habló sobre el futuro que espera la Iglesia con el nuevo Papa.
“Será un Papa que impulsará de manera muy fuerte la nueva evangelización; la nueva evangelización en el sentido de una acción de salida, una acción misionera. Unir directamente al mundo, sin esperar que el mundo venga a la Iglesia, sino más bien él empujará a la Iglesia a abrirse hacia el mundo para evangelizarla”.
‘Que Dios le dé fuerzas’
La “fumata blanca” tomó a doña Carmen trabajando. Ajena a lo que sucedía en la Plaza de San Pedro, al otro lado del mundo, la señora trapeaba tranquilamente el piso de la Parroquia del Sagrario, silenciosa y casi desierta minutos antes de la develación del nombre de Francisco.
La rutina en la Plaza Principal y en el templo más antiguo de la ciudad permaneció inalterada aun cuando a la misma hora en El Vaticano se anunciaba a un nuevo heredero del trono de San Pedro. Doña Carmen se escabulló un poco para ponerse al tanto en la televisión que se veía al lado, en la notaría parroquial, y después volvió a su franela y cubeta.
“Lo vi en la tele y fue muy bonito. Ojalá que Dios lo ayude y le dé muchas fuerzas, porque es lo que más necesitan ellos para cumplir lo que Dios les tenga encomendado”, decía mientras le daba un trapazo a una de las alcancías de la entrada.
Apenas una media docena de fieles estaban en el céntrico recinto, ajenos al barullo mediático y demasiado distantes a la algarabía que en Roma se desataba cuando Jean Louis Tauran anunciaba que el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, se convertía en el máximo líder de la Iglesia católica.
Con su próxima misa programada hasta las 6 de la tarde, el Sagrario no vio a ningún sacerdote haciendo la tradicional petición por el Santo Padre tras la homilía. Así que, sin ceremonia ni nada parecido de por medio, había quienes salían de su rato de oración todavía pensando más en Benedicto XVI.
“Hasta ahorita me di cuenta y aún no sé qué decir. Para mí el Papa sigue siendo Benedicto. Esa es mi decisión, quién sabe los demás”, decía Cecilia Vázquez, una fiel que tras permanecer un rato en el templo, salía a envolverse con la grisura del cielo que pendía sobre la Plaza Principal.
Repican campanasde Leóna gloria
Las campanas de la Catedral y de los templos de León repicaron ayer cuando salió la fumata blanca de la chimenea de El Vaticano para dar a conocer al mundo que ya había un nuevo Papa.
La Catedral estaba llena de feligreses, que oraban y escuchaban la homilía del canónigo José de Jesús Salazar Álvarez.
Durante el sermón, a las 12:15 del día comenzó a escucharse el repicar de las campanas, por lo que el sacerdote Jesús se quedó callado y anunció que eso significaba que ya se tenía un nuevo Papa.
Los cientos de feligreses se pusieron de pie, al unísono, comenzaron a aplaudir llenos de emoción y dieron gracias a la Virgen de la Luz y a Jesucristo por tener un nuevo Pontífice.
El repique de campanas no cesaba. Duró poco más de 15 minutos, aproximadamente.
El Centro Histórico se cimbró con el tañer de las campanas, mientras que en el interior de los templos los fieles se santiguaban y agradecían a Dios por el nuevo líder espiritual de la Iglesia.