El Papa Francisco ha perfeccionado su liderazgo político en una de las escuelas más difíciles del planeta: Argentina, donde la política puede volverse una práctica violenta y sólo apta para valientes.
Mientras sobrevivía y progresaba en la jerarquía católica argentina durante dictaduras, fervores populistas, crisis económicas y capitalismo salvaje, Francisco ha tratado de asegurar un lugar para su Iglesia en una sociedad cada vez más moderna y más secular.
Esta podría ser la formación ideal para un Papa que necesita enfrentarse a los problemas de una Iglesia con unos mil 200 millones de católicos en el mundo y que necesita recuperarse de los escándalos de abusos sexuales contra menores, disputas internas por el poder y corrupción en las más altas instancias de la jerarquía eclesial.
“La Argentina es un País muy especial y el Papa es un argentino medular y sobre todo porteño (oriundo de la capital)”, dijo a The Associated Press Guillermo Marcó, que era el vocero del Cardenal Jorge Mario Bergoglio.
“Buenos Aires es una pequeña escala de la desigualdad, de la pobreza y riqueza, del liberalismo atroz, como el que tuvimos por una década, de políticas que destruyeron el tejido social y el trabajo y de gobiernos que mejoraron ese tejido social pero con críticas de corrupción”.
El Papa “no está exento de eso y con todo eso ha tratado hasta la semana pasada”, agregó Marcó. “No es que como Cardenal se encerró en una casa separada, que vivía con custodia y usaba un auto con vidrios polarizados, ajeno a la realidad. No, esa realidad lo tocaba”.
Apenas la elección como nuevo Papa le dio la vuelta al mundo, se reavivaron denuncias de vieja data que relacionan a Bergoglio con la última dictadura militar (1976-1983), alentadas por algunos organismos de derechos humanos y ciertos sectores políticos ligados con el Gobierno de Cristina Fernández, quien al igual que su marido y antecesor, el fallecido Néstor Kirchner, protagonizó varias controversias con el entonces Cardenal.
Bergolgio fue acusado por algunas organizaciones de derechos humanos ligadas al kirchnerismo de entregar a los militares durante la dictadura a dos jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jálics, que hacían parte de una organización de sacerdotes que trabajaba en barrios marginales. En mayo de 1976 fueron secuestrados por un grupo de tarea de la Escuela de Mecánica de la Armada, principal centro de torturas del régimen. El hoy Papa era entonces el provincial de la congregación.
“Francisco es el nombre de uno de los sacerdotes jesuitas que fue secuestrado por su tarea en la Villa del Bajo Flores en la época de la dictadura junto a un grupo grande de jóvenes”, dijo Inés Vázquez, rectora de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, muy cercana a la presidente de la organización.
“Hombres y mujeres catequistas. Algunos aparecieron y otros continúan desaparecidos. ¿Qué dirá el Santo Padre? Nos preguntamos que ayer (miércoles) bendijo ‘Urbe et Orbi’, es decir, la ciudad y el mundo. Y faltó bendición, le faltó bendición para proteger a sus sacerdotes jesuitas en la época de la dictadura”.
Bergoglio declaró como testigo en procesos por crímenes de lesa humanidad de la dictadura y hasta el momento la justicia no ha encontrado elementos concretos para iniciar una investigación formal en su contra, mientras que el Vaticano, en días pasados, ha negado cualquier vinculación del Pontífice con el régimen militar. La Santa Sede atribuyó las sospechas a sectores ligados a la izquierda anticlerical.
Cuando los juicios contra los represores de la dictadura se reabrieron en 2003, el hoy Papa buscó proteger a la Iglesia como institución pero fue bajo su liderazgo que los obispos pidieron perdón, a través de una serie de documentos emitidos, por la complicidad de algunos miembros de la Iglesia durante la dictadura.
“La Iglesia fue, es y será perseguida”, dijo Bergoglio desde el púlpito en 2007, época especialmente tensa, cuando un Capellán que servía a la Policía fue condenado a cadena perpetua por haber participado en los crímenes que caracterizaron a la junta militar.
“Los métodos (de la persecución) fueron y son los mismos: la desinformación, la difamación, la calumnia… para convencer, poner en marcha y, como toda obra del demonio, hacer que la persecución crezca, se contagie y se justifique, parezca razonable y no precisamente persecución”.
El contacto directo y permanente con la dura realidad de las zonas marginadas impulsaron al hoy papa a chocar con el poder político.
“Estaba en una estación del subte y si había una huelga, él también se demoraba”, dijo Marcó. “Se subía a un colectivo como el resto de la gente, escuchaba las protestas porque (la gente) lo reconocían y le decían: ¡Hacé algo!”.
Ganó muchos seguidores y reconocimiento popular cuando habló en favor de los familiares de las 194 víctimas que murieron en un incendio de una discoteca en 2004 y del accidente de tren de 2012 que mató a 51 personas.
Ambos hechos fueron atribuidos por él a la falta de control estatal y a la corrupción política. “No nos podemos dar el lujo de ser salames, de ser tontos (frente a quienes propician) la cultura de la muerte”, dijo.
Otra papa con especiales particularidades, Juan Pablo II, adelantó una pertinaz campaña para derribar el muro de Berlín, el comunismo y la cortina de hierro. Los desafíos de hoy tienen más que ver con la pobreza, la desigualdad y la corrupción que campean en el planeta. Y Francisco ha sido testigo de primera mano de todo ello.
El reto es responder a la “deuda social sin alentar nuevas exasperaciones y polarizaciones,” dijo Bergoglio en 2010. “Hay que superar el estado de confrontación permanente, que profundiza nuestros males. La patria es un don; la nación, una tarea. (Hay que rezar por la) prudencia de sus autoridades y la austeridad de sus ciudadanos, para que podamos vivir en paz”.
Abre Cristina visitas políticas
A lo largo de varios lustros y millones de páginas se ha intentado explicar qué es el peronismo y cómo pudieron convivir en ese movimiento argentino agrupaciones de ultraderecha y extrema izquierda o gobiernos neoliberales como el de Carlos Menem (1989-1999) seguidos por otros como el de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
El debate está lejos de concluir. Pero hay un rasgo que podría explicar una parte del fenómeno: la capacidad de los peronistas para amoldarse a nuevas situaciones, su cintura política, la habilidad, el pragmatismo para alcanzar un acuerdo entre rivales que hasta el día anterior se insultaban en público.
Hoy Roma presenciará una gran lección de convivencia y también de peronismo práctico.
El Papa Francisco después de sufrir numerosos desaires por parte del Gobierno y de haber sido criticado como si fuera el líder de la oposición en la sombra, ha decidido que el primer Mandatario político que recibirá en El Vaticano sea Cristina Fernández, la misma que acogió la noticia de su nombramiento con una fría carta de felicitación protocolaria, la misma que se ha negado a recibirlo desde hace años y la misma que desde 2005 decidió trasladar las ceremonias del Tedéum del 25 de mayo desde la Catedral porteña, donde oficiaba el actual Papa, a otros templos.
Una vez que el Cardenal Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco, a ambos les conviene el borrón y cuenta nueva.
A Cristina Fernández, porque siendo la presidenta de los 40 millones de argentinos no le interesa enfrentarse a un Papa que desde el primer momento ha conseguido transmitir una imagen de austeridad y amor por los pobres.
Y al Papa no le conviene que se recuerde desde Argentina su “falta de coraje” que mostró en la lucha por los derechos humanos durante la dictadura militar
Chocan Iglesia y Presidenta
A lo largo de la última década, y con el respaldo popular, el kirchnerismo, una corriente de centro-izquierda dentro del peronismo, impulsó la educación sexual obligatoria en las escuelas, la distribución gratuita de métodos anticonceptivos en hospitales públicos y la sanción de una ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2010; medidas rechazadas por la jerarquía eclesiástica.
Pero la presidenta Cristina Fernández fue más allá y la convirtió en un eslogan: “Vamos por más”.
Bergoglio respondió de la misma manera.
En un discurso del año pasado dijo que a la Argentina le hacía daño la demagogia, el totalitarismo, la corrupción y los esfuerzos por asegurar un poder ilimitado.
Se trató de un fuerte mensaje en un País cuya Presidente esquiva consensos y ha gobernado por decreto e imponiendo su mayoría en el Congreso mientras los escándalos de corrupción quedan impunes.
“No busca los conflictos, pero no los elude”, dijo el analista Fraga del Papa. “Su lenguaje es directo y llano, dice lo que piensa.
“Desde esta perspectiva, no actúa como un diplomático. Sabe conciliar, reunir fuerzas, buscar puntos de contacto”.