Mientras unos disfrutan sus vacaciones entre el sol, mar y arena, otros comparten su tiempo como misioneros en comunidades rurales apoyando en labores propias de esas zonas y transformando al mismo tiempo sus vidas.
Para los grupos misioneros el viaje de Semana Santa, que hoy inicia, requiere de meses de organización previa e inversión de recursos personales y formación espiritual.
Aurelio Navarrete Cristo y María del Rosario Alejandra León Gámez son misioneros desde hace un par de años.
En el caso de Aurelio todo comenzó cuando era un adolescente y cursaba el tercer año de secundaria. Desde aquella experiencia convirtió sus vacaciones de Semana Santa en un encuentro no sólo con los demás, sino con él mismo.
“La primera vez que tuve contacto con las misiones fue en la comunidad de ‘La Caja’ en Irapuato; éramos un grupo de 20 personas, ahora que tengo 26 (años) soy parte de las Misiones Maristas del Colegio Pedro Martínez Vázquez (Irapuato), ahora vamos un grupo de 70 misioneros a nueve destinos cada uno con un coordinador.
Junto a él, Rosy Cristo, coordinadora de pastoral en el Colegio Pedro Martínez Vázquez y otro grupo de 20 personas se dedican a preparar todo para que un nuevo grupo de ‘avanzada’ llegue a las comunidades que son elegidas en base a su necesidad.
Sobre la motivación de los jóvenes para asistir a las misiones, Aurelio explicó:
“Se les dice que ellos tienen muchas comodidades, facilidades al año, que hay que estar conscientes que hay gente que no tiene la misma posibilidad y esta semana se dedica para quienes son menos favorecidos, compartir nuestra fe, la palabra de Dios y el mensaje que vamos a vivir junto con ellos”.
Agregó que las misiones han cambiado: “Ahora no se impone una ideología, es mirar la realidad como ellos la ven, experimentar lo que viven y ese mensaje es el que también nos queda a nosotros”.
Como misioneros tienen la consigna de portar la bandera de la fe que según la iglesia católica es el estandarte de sus trabajos de evangelización en el 2013.
“Para nosotros es la base en la cual está cimentada la religión y aprovechamos Semana Santa para ver porqué muere Jesús y hacer crecer la fe por medio de un manual que nos fue proporcionado”, platicó.
Dentro de las actividades que realiza un misionero se encuentra ayudar en labores de la comunidad como: pintas, fomento a la salud, lectura, además de transmitir el mensaje de paz, para ello eso se requiere una preparación previa a la visita a esas zonas.
“El equipo de misioneros trabaja antes para cuidar lo que se dice, para hablarles conforme su realidad, y no llegar como ‘iluminados’. Esta experiencia te transforma, en mi caso el corazón está a flor de piel, es una experiencia única”.
Una de las pruebas principales es renunciar a las comodidades: agua, luz, teléfono, ¡el facebook!, el fin es que los involucrados valoren lo que se tiene al volver a casa.
Dentro del trabajo que realizan los Maristas, se encuentra el trabajo en cuatro comunidades, dentro de ellas son 19 destinos (pequeñas poblaciones) atendidos por nueve grupos y sus coordinadores.
“Antes de ser profesor había asistido a algunas comunidades de misión, que para mí es vivir una cosa padre por el mensaje que das, que ya está escrito en la Biblia, pero lo presentamos de una forma entendible, digerible para los niños, adultos”.
Más que enseñar, en muchas ocasiones son ellos quienes aprenden en el proceso.
“A veces estamos rodeados de mucho materialismo, de la prisa de la ciudad, regidos por el tiempo y allá no, esa experiencia es la que te enseña a ti”.
Ayudar a llevar el agua, a una niña con los pies hinchados, caminar largo tiempo para ir al doctor o simplemente vivir sin las comodidades y aprender de ello, los vuelve más humanos.
La misión comienza el domingo de Ramos con una celebración eucarística, ya instalados en sus comunidades, los primeros tres días son de trabajos y los días Santos se respetan para las celebraciones propias de la Cuaresma.
Se vuelve más humana…
Para Rosario León Gámez la experiencia es similar. Su acercamiento comenzó hace poco más de ocho años en la Universidad en el grupo de misiones “Fuerza Salle” de la Universidad de la Salle Bajío.
“Un día me surgió la inquietud al ver a los chavos que estaban cantando en el Foro abierto de la escuela, pedí informes de las misiones y desde ahí el estilo de vida fue muy distinto para mí”.
‘Chayito’ como es conocida esta joven de 26 años de edad, comprendió más de su vida a través de estas experiencias.
“Te vuelves más humana, fomentas valores que tal vez ahorita con el consumismo, la tecnología, se están perdiendo, ves la vida con otra perspectiva”.
Para ella, estar en “misión” es conectar con otro mundo, estrechar relaciones, aprender de lo más mínimo o de lo que se creía vanal.
“Vives de la caridad de la gente y el hecho de que personas que tienen menos recursos se desprenden para darte de comer sí te deja penando como en: “No me lo merezco”, te brindan su amistad, cariño; ya tengo ocho años como misionera y el hecho de que muchos me recuerden hasta por el nombre es algo que me impacta”.
Su primera misión fue en la comunidad de San Juan de Llanos en San Felipe, Guanajuato, con una experiencia que hasta el momento recuerda con asombro.
“Iba a realizar un lavatorio de pies y para eso escogimos a varios niños, me impactó el olor que me quedó después de lavarlos, no era feo, era algo que hasta el momento no puedo describir, algo que me dejó impactada”, compartió.
Ahora, ‘Chayito’ está en un nivel en el que está dispuesta a viajar a otros Estados para compartir lo que hace, mientras distribuye su tiempo como Abogada, ejerciendo su actividad profesional.