Venezuela, que fue gobernada durante casi tres meses por un Presidente que no estaba, ahora vive una campaña presidencial no declarada. Las normas anunciadas el 9 de marzo pasado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) para las elecciones del 14 de abril -en las que se escogerá al sucesor del fallecido presidente Hugo Chávez- prescribían sólo 10 días de propaganda, del 2 de abril al 11 de abril a la medianoche.
Sin embargo, este sábado, los dos principales candidatos en liza coincidieron en la ciudad de Maracay, en el estado de Aragua, a unos 100 kilómetros al oeste de Caracas. El presidente en funciones de Venezuela y heredero designado por Chávez del liderazgo oficialista, Nicolás Maduro, cerró un acto convocado para lanzar un movimiento juvenil contra la delincuencia.
Mientras tanto, en el sector El Limón de la misma ciudad, el gobernador del estado de Miranda y candidato presidencial de la oposición, Henrique Capriles, presidía bajo un intenso aguacero lo que denominó una “asamblea de ciudadanos”.
No hay tiempo que perder. Se trata de una campaña muy corta y, si no imprevista, sí sobrevenida, como la propia muerte del líder venezolano.
Su plazo no es la única singularidad de la campaña. El principal cartel de la campaña de Maduro, por ejemplo, no muestra una imagen del candidato: en su lugar aparece un plano del difunto comandante.
El lema que acompaña a la fotografía, “Maduro, desde mi corazón”, está impreso en unos caracteres que remedan la caligrafía de Chávez, como queriendo certificar la voluntad del propio caudillo.

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