Pese a que la autoridad les entregó, sin costo, casas con servicios públicos, decenas de familias tarahumaras prefieren seguir viviendo en cuevas.
De acuerdo con la Coordinación Estatal de la Tarahumara (CET), al menos 120 viviendas de la región se encuentran deshabitadas por indígenas que se resisten a dejar las montañas que poblaron sus padres y abuelos.
“Tengo una casa. Está allá. Pero estoy acostumbrada a aquí”, afirmó Petra Viniegra, de 70 años, al justificar por qué vive en una caverna que comparte con arañas y ratones.
Viniegra habita la llamada Cueva de la Ventana, una cavidad de alrededor de 5 metros cuadrados formada de manera natural, la cual, explicó la mujer tarahumara, habita su familia desde hace más de 100 años.

Prefieren rarámuris cuevas

Aunque el Gobierno de Chihuahua les ha habilitado casas, los tarahumaras de la zona serrana de Creel mantienen deshabitadas 120 casas y prefieren vivir en cuevas.
“Sí tengo una casa, está allá, pero estoy acostumbrada aquí”, dijo Petra Viniegra, de 70 años, quien prefirió regresar a habitar la llamada “Cueva de la Ventana”, una cavidad de unos cinco metros cuadrados formada de manera natural cerca del entronque de las carreteras San Rafael, Urique y Guachochi, a la salida de Creel.
Miguel Ángel González, titular de la Coordinadora Estatal de la Tarahumara, dijo que hasta el momento se han construido y entregado mil 160 viviendas para la población indígena y han detectado que por lo menos 120 familias insisten en vivir en cuevas.
De acuerdo con datos de la CET, la casa tuvo un costo aproximado de 90 mil pesos.
Petra Viniegra cuenta que la cueva en la que vive ha sido habitada por tres generaciones de su familia.
Las paredes negras de la cueva de Petra logran verse gracias a la luz que emite el fogón de leña que a su vez le sirve como estufa, en la que cocina frijoles y tortillas, principalmente.
Del techo cuelgan imágenes religiosas, pero en algunas partes debe caminar agachada, sin asombrarse por las arañas o los ratones que rondan en la caverna.
En la cueva caben cuatro camas, un trastero, una mesa, el “calentón” y sobre las paredes están clavadas unas tablas para colocar la despensa.
Sólo el frente cuenta con una pared de piedras y una puerta de madera.
La rarámuri, como también se les conoce al grupo étnico, comentó que ahí veló a su esposo fallecido hace años y con quien procreó seis hijas.
“Estaba sacando tierra en un cerro, hacía adobes, y se le vino la tierra y se murió”, contó la mujer que vive con su nieta, Guadalupe Batista, de 12 años, quien padece gastritis.
“Se mantiene enferma y a mí me duele seguido el brazo”, dijo.
Para enfrentar el frío, la mujer permanece cerca de su estufa, junto a la cual tiene suficiente leña que le lleva un yerno porque las bajas temperaturas son tan extremas que el agua se le congela, aunque dentro es más cálido, dijo.
Para alumbrar el comedor, Petra utiliza un quinqué, pero a veces falta petróleo.
A poca distancia de la cueva, está la vivienda de adobe y techo de lámina galvanizada que el Gobierno del Estado le entregó a Petra en julio del 201,1 como parte del programa de autoconstrucción dirigido a indígenas, a través de la Coordinación Estatal de la Tarahumara (CET).
Jesús Escárcega, encargado de la CET, dijo que la vivienda de Petra consta de dos cuartos de adobe, fue construida por misma familia con material que les entregaron, y se le instaló agua y luz.
También recibieron puertas, ventanas y vidrios, así como un cheque por 3 mil pesos por haber autoconstruido la casa, para lo cual contó con la ayuda de los funcionarios.
Una de sus hijas también recibió una vivienda en el mismo predio, agregó.
“No se quiere salir bien de la cueva doña Petra”, dijo Escárcega.
“Hemos tratado de convencerla (de mudarse), pero se resiste”.

Beneficia cooperativa a enfermos

Tarahumaras de la comunidad de Bacajípare en Urique formaron la cooperativa “Tasi Mukúame”  que opera una tienda de artesanías en Barrancas del Cobre cuyas ganancias son destinadas a resolver problemas por el frío, enfermedades o la falta de alimento.
Lorenzo Moreno, gobernador indígena, explicó que hace año y medio lograron el permiso de las autoridades para instalar un local de venta de alimentos, bebidas y artesanías a los turistas que pasean en el Teleférico, uno de los principales atractivos de este destino.
“Hacemos muchas cosas, compramos lo que hace falta pa’ el camino, pa’ los alimentos, todo eso, ayuda a los enfermos”, dijo Moreno.
Añadió que las autoridades los apoyan con despensas y cobijas, pero la prioridad de la cooperativa es ser autosustentable a través de fuentes de empleo.
“Nosotros queríamos trabajo, sí nos daban ayuda, pero no beneficiaba, pues una ayuda se acababa”, mencionó.
“Ya no había más, y este apoyo que el Gobierno da al proyecto, todo esto, qué bueno porque esto es para tenerlo siempre, es algo que sí genera”.
La organización está registrada ante las autoridades hacendarias, cuenta con 48 integrantes pero la ayuda se distribuye por igual a todos los habitantes de Bacajípare, ubicado justo en las Barrancas del Cobre y que se puede observar desde el teleférico.
La cooperativa tiene una camioneta antigua con la que Moreno ha podido salvar la vida de tarahumaras, a quienes ha trasladado para recibir atención médica desde esta región de condiciones adversas.
“Este mueble que traigo hace mucha falta, se han presentado enfermos en la noche de neumonía, bronconeumonía, y los hemos trasladado a Creel, a San Juanito”, dijo.
La cooperativa pidió apoyo a las autoridades para instalar placas solares para iluminar las viviendas donde las mujeres realizan sus artesanías y puedan trabajar  más tiempo.
Detalló que al no contar con energía eléctrica en sus casas, las tarahumaras trabajan afuera donde padecen las condiciones del clima, y si están adentro sólo se alumbran con la luz de la leña en el calentón.

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