Barcelona es una ciudad con encanto, albergue de la cultura española y de la peculiar e inconfundible arquitectura de Antoni Gaudí (1852-1926), el máximo representante del modernismo catalán.
Casas, una escuela, edificios, el parque Güell, la icónica iglesia de la Sagrada Familia e incluso farolas en el Centro de la ciudad fueron tocados por el ingenio del arquitecto.
La Casa Batlló, situada en el número 43 del Paseo de Gracia, fue intervenida por Gaudí entre 1904 y 1906 por encargo del industrial textil Josep Batlló, la cual se convirtió en una pieza clave de su obra.
Originalmente el edificio fue construido en 1875 por el arquitecto Emili Sala Cortés y en 1903 al ser adquirido por el industrial textil Josep Batlló, eligió a Gaudí para la remodelación del edificio.
Batlló era admirador del arquitecto que en ese entonces a la edad de 52 años trabajaba en sus proyectos emblemáticos como el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, el parque Güell y la restauración de la catedral de Santa María de Palma de Mallorca.
La casa Batlló tuvo una remodelación integral en la fachada, el piso principal, el patio de luces y la azotea, ademas se levantó un quinto piso para los servicios de cocina y lavandería de la casa.
La fachada de piedra arenisca es característica por sus columnas de forma ósea, sus representaciones vegetales y revestimiento con cerámica de pedazos de cristal de varios colores. Gaudí mantuvo la forma rectangular de los balcones, pero añadió unas barandillas de hierro con forma de antifaz.
En la actualidad, la espectacular fachada es un ícono de referencia en Barcelona.
La casa muestra en cada detalle el ingenio del arquitecto que inspiraba en ese momento sus construcciones en las formas orgánicas y de la naturaleza.
Su estilo pareciera derretir las formas barrocas y darle un toque surrealista a los volúmenes rígidos y racionalistas, pero siempre manteniendo un orden geométrico, pero de estilo naturalista.
Recorrer el edificio es un deleite visual, cada espacio y cada detalle invita a sumergirse en la imaginación creativa de Gaudí.
Cuartos pintados de un cálido tono para mantener la temperatura al gusto del artífice.
Techos que parecieran que se escurren ante los visitantes, escaleras que simulan la columna vertebral de un animal, paredes carentes de esquinas y líneas rígidas, cristales curvilíneos que dejan pasar la luz adecuada para marcar los contrastes necesarios para percibir primero siluetas y luego rostros.
O un pozo de luz tapizado de azulejo color azul que degrada su tono de arriba abajo y que permite que la brisa lleve al patio interior el olor del mar.
Entre más cuartos se recorren, más puede uno sumergirse en la inspiración marina de Gaudí. Y es que los detalles líquidos no cesan. Una habitación en la parte superior es una muestra clara del ingenio del arquitecto. Inspirado en la estructura del estómago de una ballena instaló un tipo de arco simulando la disposición del costillar del animal para embovedar la habitación. Este tipo de arco es una de sus aportaciones estructurales.
La azotea, de 300 m2, es un espacio que resuelve el abastecimiento de agua, las salidas de humo de las chimeneas (en total 27) y un sistema de ventilación que mantiene la casa aireada.  Pero no por esto la azotea perdía el peculiar estilo de Gaudí.
Y es que el arquitecto cuidaba especialmente el diseño de las azoteas por considerar que aportaban mucho a la personalidad de sus construcciones.
En Casa Batlló una característica son las escamas que para algunos simulan un dragón y para otros las de un monstruo marino. 
Actualmente la casa museo está abierta al público tanto para las visitas culturales como para la celebración de eventos en sus salones modernistas.

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