Roger Ebert, uno de los más influyentes críticos de cine en Estados Unidos, fue enterrado el lunes en medio de elogios de políticos, familiares y personas que quizá nunca lo conocieron, pero que eligieron qué películas ver de acuerdo a sus calificaciones con “el dedo pulgar hacia arriba”.
“No sólo dominó su profesión, sino que la definió”, dijo el alcalde de Chicago Rahm Emanuel en un breve panegírico ante las cientos de personas reunidas en la Catedral Holy Name, a pocas calles de donde Ebert trabajó más de 40 años como crítico del Chicago Sun-Times. Ebert murió el jueves a los 70 años tras una batalla contra el cáncer.
Le decía a sus lectores qué películas debían ver y cuáles debían evitar, dijo Emanuel al recordar la influencia que el crítico tenía sobre el público con sus reseñas en los diarios y el popular programa de televisión que conducía con Gene Siskel, en el que la máxima calificación que se podía llevar una cinta eran “dos dedos pulgares arriba”, el de Ebert y el de Siskel.
“Roger vio muchas películas malas para que nosotros no tuviéramos que hacerlo”, bromeó el alcalde.
Su hijastra, Sonia Evans, habló con la voz entrecortada.
“Se dio cuenta de que acercarse a la gente era la principal razón por la que estamos aquí y de eso se trababa su vida”, dijo.
Esa idea, según Evans y otras de las personas que participaron en el funeral, explicaba la fascinación de Ebert con los nuevos medios como Twitter o su blog, en el que escribió dos días antes de morir que se “retiraría”.
“Roger trabajaba 24 horas al día los siete días de la semana antes de que la gente pensara en ese término”, dijo John Barron, el ex jefe del crítico en el Sun-Times, quien notó que Ebert fue uno de los primeros en reconocer los cambios en el panorama de los medios de comunicación así como el primero en usar una computadora o enviar correos electrónicos en el periódico.
Ebert también defendió a los desvalidos y con el tiempo se expresó sobre asuntos sociales y otros temas que no tenían nada que ver con cine.
El gobernador Pat Quinn habló ampliamente de la “pasión por la justicia social” de Ebert y el hecho de que fue un “sindicalista”.
La viuda de Ebert, Chaz, fue ovacionada al subir al podio para hablar sobre la devoción de su esposo por el prójimo.

“No le importaba su raza, su credo o su color”, dijo. “Tenía un corazón lo suficientemente grande para aceptarlos a todos”.

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