Aún desconcertados, familiares y vecinos enterraron ayer, en el Panteón Municipal, los restos de la pequeña Alondra Ximena Sánchez Silvestre, de 3 años, quien fue privada de la vida por su padrastro, quien confesó el crimen.
El cadáver fue velado en la casa de su abuela materna, en la calle Bustamante #435 de la colonia Barrio de la Salud.
En su ataúd color blanco fue acomodada arriba de una pequeña mesa, rodeada de flores.
Y en el suelo fueron colocadas veladoras por parte de los vecinos, pero la luz no era suficiente para ahuyentar el llanto de los asistentes.
Cansados de tanto llorar, ya con los ojos hinchados, sus tíos no le quitaban la vista a la pequeña caja blanca.
Al igual que ellos, los vecinos del lugar se hacían la misma interrogante: ¿Cómo era posible que su padrastro le hubiera quitado la vida? Y conforme pasaba el tiempo crecía su ira en contra de Susana Sánchez Silvestre (mamá de la menor), que a decir de ellos no hizo nada por evitar la tragedia.
Los asistentes se negaban a aceptar la muerte de Alondra Ximena, una de las más confundidas fue Angélica Ávila Rivera, quien se hizo cargo de la niña por casi un año, no entendía cómo su padrastro le tenía tanto odio a Ximena.
Cerca de las 10:30 de la mañana llegó un camión de pasajeros que en menos de 3 minutos se llenó, pues todos los vecinos querían acompañar en su última morada a la pequeña.
El tío de Ximena fue el encargado de cargar el ataúd y colocarla en la carroza.
El cortejo fúnebre partió hacia el cementerio, donde prevalecieron las escenas de dolor.
Ente la música y el sonido de los cohetes, como en cualquier fiesta, fue despedida Alondra Ximena.
Durante el entierro se escuchaban los reproches en contra de Susana Sánchez Silvestre, mamá de la víctima, que no se había aparecido mientras su hija estaba tendida.
Lo que causó el malestar y coraje por parte de sus familiares es que estuvo el miércoles hasta las 9 de la noche, luego vinieron por ella los familiares de Pedro Cayetano Silva (presunto culpable), y dijeron que iban a ir a la cárcel a sacarlo, dijo la mujer.

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