Tamerlan Tsarnaev había encontrado a la religión para cuando aterrizó en Daguestán, una región explosiva en el norte del Cáucaso, que se ha convertido en el epicentro de la insurgencia islámica violenta y Rusia, así como en un centro de reclutamiento yihadista. Lo que al parecer ansiaba era un hogar.
“Cuando vino, habló de religión”, dijo su tía Patimat Suleimanova, quien lo vio unos cuantos días después de su llegada en enero de 2012. Eso fue 15 meses antes de que mataran a Tsarnaev durante un tiroteo sangriento y furioso con la Policía, misma que cree que su hermano menor y él colocaron bombas letales cerca de la meta del Maratón de Boston.
Llegó al aeropuerto, aquí, en Majachkalá, donde los ventanales de la sala de llegadas enmarcan a una mezquita con minaretes idénticos que se alzaban hacia el cielo. Ya había dejado de beber alcohol, se había dejado crecer una barba rala, y se había vuelto más devoto y rezaba cinco veces al día.
La reunión con su tía y tío en su departamento en un tercer piso de la calle Timiryazeva fue feliz, marcada por los contrastes con su vida en Estados Unidos. “Dijo: ‘La gente aquí es totalmente diferente. Reza en forma distinta”, recordó Suleimanova en una entrevista.
“Escucha el llamado a la oración -el ‘azan’- que tocan desde la mezquita”, dijo Tsarnaev, según su tía. “Me hace tan feliz, escucharlo de todas partes, que siempre puedes oírlo; me hace querer ir a la mezquita”.
“¿Qué, no puedes oír las mezquitas allá en Estados Unidos?”, recordó haberle preguntado, y él respondió: “Algo parecido”.
Tsarnaev se quedó seis meses en Majachkalá, la capital de Daguestán, donde pasó la mayor parte de su adolescencia y a donde regresaron a vivir sus padres después de varios años en Estados Unidos. Esos seis meses se han convertido en el centro de la atención de los investigadores que tratan de comprender por qué su hermano y él llevaron a cabo los ataques en Boston, y, en especial, si se conectaron con cualquier red terrorista organizada.
Sin embargo, el panorama que surgía de la estancia de Tamerlan Tsarnaev en esta localidad parece al revés. Pareciera que en este caso, Daguestán, conocida por criar y exportar terroristas como los que realizaron los bombazos letales en 2010 en los metros de Moscú, fue una estación de paso para un joven cuyo camino comenzó y terminó en otra parte.
Hace unos días, el Emirato Muyahidín del Cáucaso, la organización terrorista más temida en el Cáucaso, emitió una declaración en la que rechaza la especulación de que Tsarnaev se les unió, y negó cualquier responsabilidad en el ataque contra la Maratón de Boston.
“Los muyahidines del Cáucaso no combaten contra Estados Unidos de América”, dice la declaración. “Estamos en guerra con Rusia, que no sólo es responsable de la ocupación en el Cáucaso, sino también de crímenes atroces contra los musulmanes”.
Esta lucha persistente entre extremistas islámicos y autoridades rusas recibe poca atención fuera de Rusia, pero ha producido una larga serie de ataques terroristas, muchos en Daguestán, que han causado muchas más muertes que los tres en Boston. Es un ciclo de derramamientos de sangre que Tsarnaev habría experimentado de primera mano cuando vivía aquí.
No obstante, en los seis meses en Majachkalá, según familiares, vecinos y amigos, no pareció ser un hombre con una misión ni que se estuviera entrenando para una. Más bien, dijeron, parecía más un graduado reciente que no podía decidirse del todo qué hacer consigo mismo. Dormía hasta tarde, se quedaba en la casa, visitaba a la familia y ayudaba a su padre a renovar la fachada de la tienda.
“El hijo ayudaba al padre”, dijo en una entrevista Vyacheslav Kazakevich, un amigo de la familia. “Empezaban a las 8 de la mañana. Cuando yo pasaba por ahí, estaban trabajando en el interior de la tienda; ningún amigo llegaba a visitarlo. Su padre quería abrir una perfumería”.
Aun así, el discurso de su vida había sido el movimiento constante. Nació en Kalmukia, una franja desértica del territorio ruso, a lo largo del mar Caspio. Su familia se mudó a Kirguistán, una ex república soviética independiente en el centro de Asia, luego a Chechenia, la turbulenta república de la Federación Rusa que es el hogar ancestral de su padre. Luego a Daguestán. Y entonces a Estados Unidos, donde Tamerlan terminó el bachillerato, se casó y tuvo una hija.
A donde quiera que fuera, no obstante, no parecía encajar del todo. Era un checheno que en realidad nunca había vivido en Chechenia; un ciudadano ruso, a cuyos antepasados oprimió brutalmente el Gobierno ruso, hasta haber conseguido la credencial verde en Estados Unidos, aunque parecía que su vía a la naturalización había quedado bloqueada temporalmente.
Para enero de 2011, de alguna forma, atrajo la atención oficial en Rusia, donde se pensó que podría ser un seguidor del Islam radical y solicitaron información sobre él a Estados Unidos. La FBI entrevistó a Tsarnaev y a su familia en Boston, pero no encontró ningún signo de activismo terrorista en ese momento, dijo el organismo.
Es posible que Daguestán lo haya hecho sentir más en casa que Estados Unidos, pero es un lugar raro para encontrar consuelo, dada la violencia casi ininterrumpida y la intranquilidad persistente que eso engendra entre quienes viven ahí. En los días anteriores a su llegada, un chico de 13 años resultó herido después de recoger un paquete que contenía una granada de mano, y alguien con un lanzagranadas disparó contra el puesto de un policía de Tránsito.
Dos semanas después de que llegó, lanzaron otra granada en una zona residencial. Al parecer, la intención era atraer a la Policía a una emboscada, porque varios minutos después, en un patrón escalofriantemente similar al de los bombazos contra la Maratón, explotó una bomba oculta en un contenedor de basura, matando a un niño pequeño e hiriendo a otro.
Y así fueron las cosas todo el tiempo que estuvo en Daguestán: en promedio, dos o tres bombazos letales al mes, “operaciones especiales” constantes, en las cuales la Policía federal mató a docenas de personas que dijo eran insurgentes musulmanes, y otros ataques diversos.
El 14 de febrero de 2012, murieron tres policías en una explosión en un retén en las afueras de Majachkalá. El 23 de marzo, un imán local y su guardaespaldas volaron al caminar por la calle. El 15 de abril, dos personas resultaron heridas al explotar un coche. El 15 de mayo, tres bombas tumbaron un garaje en la calle Engels.
Después de la operación policial a principios de febrero de 2012, las autoridades rusas alardearon que habían matado al último sospechoso conocido de los bombazos en el Metro de Moscú. Capturar a los extremistas y someterlos a juicio no es necesariamente una prioridad.
Daguestán es un lugar donde un graffiti afuera de una mezquita dice: “Victoria o Paraíso”.
Vivir en esas circunstancias pudo haber tenido algún impacto en Tsarnaev, aun si no se integró a alguna organización extremista, dijo Mairbek Vatchagaev, el presidente de la Asociación de Estudios sobre el Cáucaso en París. Notó que la violencia es peor en Daguestán que en Chechenia o Ingusetia, repúblicas vecinas que también son predominantemente musulmanas y tienen una historia de violencia. (Durante el tiempo que estuvo en Daguestán, Tsarnaev fue a Chechenia con su padre a visitar parientes.)
“Es muy evidente que hay un estallido de autoidentificación islámica y una profundización del radicalismo”, agregó Vatchagaev. “Quizá la atmósfera influyó en él; el hecho de que haya tantas explosiones, que se escriba constantemente sobre lo que hacen los extremistas, en sitios rusos”.
No obstante, Vatchagaev y otros notaron diversas contracorrientes en el perfil de Tsarnaev: el dormir hasta tarde que se contrapone con las oraciones matutinas, por ejemplo, o su deseo de salir de Estados Unidos, pero también de naturalizarse estadounidense. Tsarnaev presentó su solicitud para la ciudadanía en otoño, tres meses después de haber regresado de Daguestán y más o menos en el momento en que se le otorgó a su hermano Dzhojar.
Parece que algo pudo haber impulsado a Tamerlan Tsarnaev a la violencia, y agencias rusas de noticias han informado que investigadores están examinando las relaciones que pudo haber tenido con mezquitas conocidas por promover puntos de vista extremistas.
Sin embargo, familiares dijeron que no podían entender cómo los chicos que conocían pudieron ser terroristas que pusieron bombas contra el Maratón de Boston. Su tía Patimat Suleimanova dijo: “No pudieron haber cometido una acto como este”.
Perfil de un terrorista en una tierra violenta
Los familiares son excépticos de que los hermanos Tsarnaev sean los culpables de los atentados con dos bombazos en el Maratón de Boston.