La hija mayor de un árbitro de fútbol fallecido el sábado tras ser golpeado en la cabeza por un jugador adolescente dice que espera poder perdonar al muchacho con el tiempo, pero no todavía.
“Lo haré, aunque no ahora. Es demasiado pronto”, declaró Johana Portillo, de 26 años, durante una vigilia realizada el domingo por la noche en homenaje a su padre Ricardo Portillo. “Era padre, amigo, abuelo. Dejó una familia grande detrás. (Los jugadores) Deberían pensarlo bien antes de hacer algo estúpido”.
La policía acusó a un jugador de 17 años de una liga amateur de haberle causado la muerte al silbato, a quien golpeó porque le había cobrado una falta y lo había amonestado.
Portillo falleció el sábado, luego de pasar una semana en estado de coma.
Casi un centenar de familiares y amigos se reunieron el domingo para la vigilia realizada frente a la casa del árbitro.
El chico bajo sospecha, cuyo nombre no fue dado a conocer por ser menor de edad, está alojado en un centro de detención juvenil, acusado de agresión con agravantes.
Se analizan más cargos ahora que el juez murió. Se planea una autopsia y todavía no se ha dado la causa oficial de la muerte.
“Lo siento por él. Por su familia. Pero era lo suficientemente grande como para saber lo que estaba haciendo y debe pagar por ello”, afirmó Johana Portillo.
Pedro López, su cuñado y quien ha jugado y también dirige partidos, dijo que toda la familia es responsable cuando sucede algo así.
“No es solo la ignorancia del chico, sino también el comportamiento de los padres”, sostuvo López, quien fue futbolista profesional. “Los gritos e insultos que escuchan los chicos de sus padres desde el costado de la cancha los hacen más violentos”.
Acotó que hay que enseñarle a los jóvenes a respetar al árbitro y recordarles que el deporte es una diversión. “Todos cometemos errores”, dijo, “pero no hay que hacer justicia por tus propias manos”.
James Yapias, viejo amigo de Portillo y quien dirige en la misma liga, opinó que padres y técnicos deben enseñarle a los jugadores a controlar su temperamento. También pidió mayor presencia policial en los encuentros.
“A todos nos encanta este deporte. Pero hay que aprender a respetar las reglas”, manifestó.
Johana Portillo reveló que su padre ha había sido agredido en otras dos ocasiones en sus ocho años dirigiendo partidos e incluso sufrió fracturas de costillas y pierna en esos ataques.
Ella y sus dos hermanas le habían pedido a su padre que dejase de dirigir partidos por lo agresivos que eran muchos jugadores.
Pero él les dijo que no podía hacerlo.
“Era su pasión. No pudimos insistirle”, expresó.
Según las hijas de Portillo y el informe policial, el muchacho de la agresión estaba jugando de arquero en un partido en la escuela secundaria Eisenhower Junior High School de Taylorsville cuando el silbato lo amonestó por empujar a un rival.
El golero, quien era más corpulento que Portillo, comenzó a discutir con el árbitro y finalmente le dio un golpe en la cara. Al principio Portillo parecía bien, pero luego pidió ayuda porque sintió mareos. Se sentó y comenzó a vomitar sangre, lo que hizo que un amigo llamase una ambulancia.
Cuando llegó la policía hacia el mediodía, el adolescente se había ido y Portillo estaba tirado en el piso, en posición fetal. Con la ayuda de intérpretes, le dijo al personal médico que le dolían el rostro y la espalda y que sentía náuseas. No tenía lesiones visibles y se mantenía lúcido.
Al llegar al hospital, no obstante, entró en estado de coma.
La policía comenzó a buscar entonces al muchacho de la agresión y el sábado por la noche su padre aceptó llevarlo a una unidad policial a declarar.