La posibilidad de dejar memoria, ganar la confianza y el aprecio de los alumnos, además de compartir conocimientos, son los deseos que desde hace 24 años alimentan las clases de la maestra María Teresa Ayala Zapiáin.
“Estos 24 años que he estado aquí, no los cambiaría por ninguna otra cosa (…), los chiquillos me dan su vitalidad y su cariño porque aparte de que aprenden me quieren”.
El gusto por la lectura, que desde los cinco años posee María Teresa, la motivó a que luego de ser madre y criar a sus nueve hijos, entrará a estudiar música y en lo posterior griego y latín en la Escuela de Idiomas, ahora Departamento de Lenguas de la Universidad de Guanajuato (UG).
Así su interés de sabiduría y capacidad de orientación a los compañeros, se evidenció con la confianza de su profesor, que le vio madera de maestra para impartir latín y griego en la UG. Al mismo tiempo que comenzaba a dar clases de Etimologías en la Escuela Preparatoria de León (EPL).
Pero la certeza de dejar huella en sus alumnos es mayor que acumular años y años en las aulas, pues le basta recordar a un par de estudiantes que conoció en la EPL y luego instruyo en el Departamento de Lenguas (Ivette Juárez y Reyna Vargas); para saber que su trabajo está hecho.
“Ese cariño es con todos (los estudiantes) cuando me los encuentro en la calle, y me dicen maestra no se acuerda de mí, y ya cuando sonríen con muchísimo cariño los recuerdo”.
“Estoy sanamente orgullosa de que me recuerden porque cuando los veo como señores, papás o profesionistas, me encuentran como aquel joven que conocí, no es el señorón el que me saluda, es el niño aquel que antes estaba conmigo en clase, con esa confianza y ese cariño los recuerdo y me recuerdan”.
Ahora con más de ocho décadas de vida, Ayala Zapiáin platica que debe cuidar de su salud “para poder venir a dar clase”, pues aunque ya tiene derecho a jubilares confesó que su vida se ha convertido en dar clases de Etimologías.
Más que dar una clase
Para Eréndira Ruiz Alonso ser una maestra, “más que dar una clase, es dar esta parte emocional, de estar presente y apoyando a ellos”, a sus estudiantes.
La experiencia de educar a niños de kínder fue el inicio de un trabajo de 12 años, pues ese principio la motivó a decidir estudiar Pedagogía.
“Empecé en el Cumbres hace 12 años y me gustó estar con los niños, dar clases y entonces eso me hizo decidirme a estudiar una carrera y hacerlo bien”.
Al momento, la también mamá imparte clases de historia en dos secundarias públicas, y sabe que su trabajo es estar constantemente actualizándose.

Festeja por primera vez

Después de haber terminado su licenciatura en Gastronomía, Alejandra García Aspeitia decidió comenzar otra faceta que le llamaba mucho más la atención, la de ser maestra.
Se graduó como maestra de preescolar “Manitas trabajadoras”, donde da curso a niños de 2do y 3er grados, aunque nunca se vio como profesora, hoy está contenta con esta profesión.
Alejandra se encuentra feliz, pues será su primer año que celebre el Día del Maestro en compañía de sus alumnos.
“Agarré el grupo con miedo pero ahorita todo está bien”.
Aseguró que el hecho de realizar una segunda carrera ahora como docente fue porque siempre tuvo un cariño especial por los niños, además de admirar la capacidad que tienen de poder retener el conocimiento.
“Entonces me dije, por qué no, hacer de los niños todo para bien y más en esta colonia que es un poco más conflictiva, qué mejor ahora con esta labor”, dijo mientras atendía a los pequeños.
Destacó que las experiencias que ha tenido en el poco tiempo que ha estado como profesora han sido muchas, pero la que hasta ahora más le ha marcado es el haber recibido a un alumno que presentaba un problema de salud.

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