Tradicionalmente, el término “zombi” se ha referido a un cadáver al que se reanimó por medios sobrenaturales y se convirtió en un autómata que hace la voluntad de su amo. Búsquelo en el diccionario y encontrará esa definición. Sin embargo, la cultura popular, claro, tiene la suya propia. Los zombis caníbales, agentes libres, que salen de las historietas, los videojuegos, las novelas, las películas y la televisión, tienen poco en común con sus predecesores lánguidos y sonámbulos. Cobran vida no por la magia, sino por un patógeno pernicioso, de acción rápida.
Devorando incesantemente a los vivos, apiñándose en el panorama como una plaga, estas criaturas, que le saltan a uno encima, se han convertido en los agentes designados por la cultura popular para el apocalipsis.
El zombi como lo conocemos le debe la vida al cineasta George Romero, cuya cinta clásica, en blanco y negro, de 1968, “Night of the Living Dead”, está inscrita en el Registro Fílmico Nacional de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, el cual está reservado para obras cultural e históricamente importantes.
Filmada con un presupuesto muy limitado, aparecen en la película una partida de demonios necrófagos que sitian a un grupo de seres humanos, habitualmente detestables, atrapados en la ahora famosa granja de Pensilvania.
Como señala el crítico de cine Tony Williams en su fascinante libro “The Cinema of George A. Romero”, esta importante película representó el comienzo de algo nuevo, y no sólo porque sus zombis comían carne humana.
Antes de finales de los 60’s, escribe Williams, los zombis en las películas estadounidenses eran, en general, negros y, a menudo, se les asociaba con el vudú.
Después de este periodo, los monstruos, generalmente, tenían más el aspecto de los vecinos del lugar: eran hombres y mujeres, jóvenes y viejos, de diversos orígenes étnicos. Al hacer que los monstruos se parecieran más a los vecinos de junto, el director amplió su atractivo.
Romero se burló de las convenciones de Hollywood. El cineasta integró al reparto a un actor afroestadounidense, erudito, que había viajado mucho, llamado Duane Jones, como el héroe, en un momento en el que todavía era raro que los actores negros interpretaran papeles significativos en películas que no se trataran explícitamente de las razas.
Además de eso, ninguno de los vivos que encuentran refugio en la granja sobrevive al cuadro final de la cinta. Ni los jóvenes amantes, que, por regla general, servirían de símbolos de esperanza al vivir para ver un nuevo día, quedan calcinados en el incendio de un camión.
Zombis devoran los cadáveres achicharrados y se comportan como personas que se atascan de comida en una barbacoa. Aquí, como en otras partes del trabajo de Romero, se utiliza a los muertos que caminan para burlarse de los excesos humanos.
Cuando los zombis en “Night of the Living Dead”, finalmente invaden la granja, la versión de muerto viviente del hermano de una joven histérica, muerto al inicio de la cinta, la agarra y la arrastra hasta la horda. Esta escena, representada en muchas formas en muchas películas, cristaliza lo que el novelista Colson Whitehead describió como el momento elementalmente aterrador, cuando aquello que es familiar se convierte repentinamente en sanguinario, y “tus parientes y amigos, vecinos y la gente amigable, dueña de la tintorería, se revelan como los monstruos que siempre han sido bajo la mentira de la civilización y del afecto”.
Las historias sobre personas que se adaptan a la nueva realidad -o luchan vigorosamente para negarlo- son los recursos de “The Walking Dead”, un programa de la televisión por cable, extremadamente popular en AMC, que presenta a una banda de sobrevivientes que luchan por seguir vivos en un mundo posapocalíptico de zombis sedientos de sangre.
Basado en una historieta del mismo nombre, el programa es, esencialmente, una telenovela. Le ha ido tan bien en el grupo demográfico de 18 a 49 años de edad que dio pie a un programa de entrevistas compañero -“The Talking Dead”-, donde lo principal es el tema de discusión.
Dado que los zombis son más populares que nunca antes, Hollywood busca, claro, sacar provecho monetario. El género funciona bien como comedia -como en la película británica “Shaun of the Dead”-.
Sin embargo, hay límites a qué tanto se puede estirar este material y a las formas en las que se puede empaquetar exitosamente. Hasta ahora, las cintas de zombis han tenido, en gran medida, presupuestos bajos, en parte porque Hollywood percibía que el material tenía un atractivo marginal, pero también porque la fórmula que impulsa a las narrativas más exitosas requiere, por lo general, una intimidad a escala reducida en lugar de un alcance gigantesco.
Un elenco de miles que huyen por las calles de Tokio es axiomático mientras Godzilla arrasa con la ciudad. Sin embargo, aun cuando el apocalipsis de los zombis se propaga por todo el mundo y amenaza con eliminar a la especie humana, se muestran mejor sus efectos con una fidelidad chejoviana -por decir, alrededor de una mesa específica en el desayuno o en el asiento trasero de la camioneta de una familia específica, donde una Tía Bety, afable y senil, se vuelve, de pronto, mala y le arranca de una mordida un pegote de carne al rostro del familiar más cercano-.

¿Puede prosperar el tropo zombi a escala de éxito de taquilla?
La pregunta quedará respondida el mes entrante, cuando Paramount estrene la muy costosa y largamente esperada épica de zombis “World War Z”, estelarizada y producida por Brad Pitt.
Está basada en la novela de 2006, muy apreciada, del mismo título, escrita por Max Brooks, en la que se describe, en retrospectiva, un apocalipsis de zombis que amenaza a toda la humanidad.
El costo de la película se estimó que será de alrededor de 200 millones de dólares, escribe Laura Holson en el número de junio de Vanity Fair -o, más de 200 veces el presupuesto de “Night of the Living Dead”-. Se necesitará que tenga una recaudación de 400 millones de dólares en todo el mundo, sólo para salir tablas.
“World War Z” podría aportar una nueva perspectiva ventajosa a un tema clásico. Sin embargo, para quienes crecimos con la tradición de Romero, el escenario óptimo para la historia de zombis siempre será la granja aislada, donde los vivos se resguardan a medida que se van acercando la noche y los muertos.

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