La carga simbólica de los clubes se renueva con los años, incluso en el Barça, una de las instituciones que más presume de valores y de ADN futbolístico y a la que se supone una iconografía más clásica.
Pero todo cambia y ya no sólo por una cuestión comercial sino también económica, social y deportiva. El último activo cuya gestión ha provocado controversia por su dificultad es el de Eric Abidal. El futbolista quiere seguir como jugador y el Barça sólo le ofrecía un cargo de representación, así que el lateral deja por un tiempo el Camp Nou a los 33 años.
El francés, al que se le trasplantó el hígado el 10 de abril de 2012 después que en marzo de 2011 se le detectara un tumor, reapareció el 6 de abril contra el Mallorca y, desde entonces, se siente futbolista profesional y no un jugador en recuperación.
Eso el Barça no lo discute, pero no le extenderá el contrato, por entender que su competitividad ha disminuido.
Así, su despedida se dio en un acto muy emotivo por el poder de convocatoria y comprensión que mereció Abidal. Allí estaban sus compañeros, los técnicos, los médicos, los fisioterapeutas, el delegado, personal del club y lo altos mandos.
El futbolista actuó de forma directa y sin rodeos: se siente futbolista. Los portavoces de la entidad entendieron en cambio que el asunto merecía más comprensión que explicaciones: el jugador tiene la puerta abierta para cuando quiera ejercer de director de las escuelas mundiales del club.
“Aunque no tengo ofertas, creo que puedo jugar dos años más. Me siento bien. Aprendí gracias a unos compañeros maravillosos”, enfatizó Abidal seis años después de llegar y ganar dos Champions.

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