Con la frase “la fe mueve montañas” como lema de su vida, Juan Francisco Higareda se reivindicó y dejó atrás vicios y malas decisiones para ahora dedicarse a ayudar a quien esté dispuesto a recibir ayuda.
La historia de Juan es un ejemplo de que, quien quiere, puede. Al tener tan sólo 14 años de edad, siendo un alumno de formación Lasallista desde Preprimaria, Juan acudió a una fiesta en la ciudad de México -donde vivía-, sin saber cómo esa noche le cambiaría la vida.
Aquella vez conoció a Claudia, una joven de 18 años: “la niña me encantó”, platica Juan, y fue ella quien lo adentró, por primera vez, en el mundo de las drogas; después de una interesante charla lo invitó a fumar marihuana, la primera respuesta de Juan fue negativa pero la insistencia de ella con palabras como “fuma, no pasa nada, no seas maricón” y el afán de él de mantener la relación que empezaron esa noche, fue por lo que accedió.
Durante los seis meses siguientes fueron novios y Claudia le abrió la puerta a la vida desenfrenada de fiesta, drogas y sexo, “mentiría si dijera que no me gustó, claro, me encantó y me seguí”, acepta Juan Francisco.
Claudia no alcanzó a cumplir ni los 23 años, cuenta Juan.
Afirma que su vida no estuvo ni en ese momento, ni antes, empañada por tristezas, depresiones o situaciones familiares adversas como suele creerse respecto a las vidas de los jóvenes adictos, al contrario, platica, su vida era muy normal, muy serena y tranquila. Sus papás no vivían una situación difícil. Su papá era un hombre de fe y su mamá una mujer devota.
La situación de Higareda fue sólo porque disfrutó lo que desde esa noche conoció y continuó haciéndolo, y como todos, o al menos la mayoría de los adictos, se convencía a sí mismo de que podría controlarlo y que nada malo le pasaría. Fue adicto por 12 años.
Juan platica que el momento más difícil de esta etapa de su vida fue cuando, a sus 19 años, por cuestión de adeudos de drogas, y estando con una novia que era “una niña bien, de casa, moderada en sus formas, preciosa por dentro y fuera”, terminó involucrada en una complicada situación. Los conocidos como dealer (minorista de drogas ilegales), los recogieron para que charlaran sobre los adeudos que Juan Francisco Higareda tenía y cuando esto pasó, ella estaba con él.
La presencia de ella, de 17 años, prácticamente le salvó la vida a Juan aquel día, estuvieron retenidos doce horas que fueron largas, “para mí no eran más que golpes, dientes menos y huesos rotos, pero para ella fue una situación complicada”.
La parte más difícil, dice, no fue el hecho de que a ella le sucediera eso sino cómo podría él deshacerse de la culpa, y con esos sentimientos vivió los siete años siguientes.
Así vivió 12 años, entre vicios, adicciones, situaciones difíciles y visitas a los separos por portación de drogas ilegales, por conducir en estado alcohólico y por situaciones desencadenadas por el uso de sustancias ilícitas.
“A los 26 años sí hubo un momento en que ya, en mi desesperación de que no encontraba cómo salir, me era muy difícil mantenerme largos periodos del día sin beber o sin introducirme alguna sustancia”, cuenta Juan.
Y fue en el pequeño cuarto donde vivía en la ciudad de México en aquel entonces, el momento que marcó el final de 12 años viviendo en una “ruta alternativa de vida”, como él la llama, llena de excesos y adicciones.

Promesa a Dios
Hizo una petición y promesa al jefe, refiriéndose a Dios, y le dijo: “sácame y te prometo que yo llevaré el mensaje a donde sea, pero sácame”.
Días después de esta solicitud a Dios en desesperación, su mamá lo recogió de aquel cuartito, lo llevó a su casa y lo mandó a vivir a León con sus tíos, quienes lo recibieron y estuvieron dispuestos a ayudarlo.
Pero no pasó mucho tiempo cuando se fugó de casa de sus tíos en busca de drogas y sustancias, y durante esos días, perdido en una ciudad que no conocía, fue asaltado y su dinero y sustancias fueron robadas.
Tras el robo, recuerda haber estado en el boliche de León cuando un completo desconocido le ofreció ayuda de manera desinteresada y fue así como ingresó a la clínica La Esperanza, aquí en la ciudad.
Asegura que fue la ayuda de Dios la que le permitió pasar el proceso de abstinencia de manera tan sencilla, pues, cuenta, gracias al medicamento se pasó todo este tiempo prácticamente dormido, pero a pesar de estos tranquilos ocho meses, el principio del proceso fue difícil pues hasta sufrió de convulsiones por la necesidad de sustancias.
Antes de cumplir el año de estar completamente “limpio”, él y su papá comenzaron a idear una manera para prevenir situaciones similares a la que él vivió, por lo que decidieron hacer la revista En Las Nubes la cual es gratuita y trata la prevención, por medio de valores, de este tipo de situaciones.
“Como al segundo mes de empezar con la revista, nos hicieron una invitación para dar una conferencia en las instalaciones de la feria ante mil, mil y pico jóvenes de secundarias oficiales”, narra Higareda, recordando que fue una experiencia muy interesante y provechosa para los niños.
Fue esta oportunidad la que lo hizo decidirse y comenzar también a dar pláticas, compartir su historia y multiplicar el mensaje de prevención que quería compartir, y desde entonces ha sido un exitoso proceso desde la primera escuela hasta llegar a los 46 municipios de Guanajuato y otros ocho estados del país, que han resultado en más de tres mil conferencias y talleres.
El mensaje que Juan Higareda da a los asistentes a sus conferencias se resume en que debemos tener buenas intenciones, y la buena intención la debemos de tener con nosotros mismos.
Hoy, a sus 38 años, aconseja que debemos tratarnos bien y familiarizarnos con el perdón. Hizo hincapié en aceptarnos, nuestra vida, lo que somos y tenemos haciendo la comparación de que “si quisieras ser como el que va en el camionetón, en lugar de voltear y dar gracias porque no eres el joven que está sin dos piernas”.
“Al final del día, estamos queriendo llenar vacíos todo el tiempo, porque el vacío está en el corazón, dentro de nosotros mismos, si llenas ese vacío, no estás enojado, no necesitas ni droga ni alcohol, ni un novio, ni una novia”, finalizó Juan Francisco Higareda.

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