Jairo comenzó a probar las drogas a los 8 años de edad. Un par de años después, cuando tenía 10, el grupo de amigos con que se reunía para drogarse le ofreció ‘entrarle al negocio’: ser narcomenudistas.
Para que Jairo se animara, le mostraron montones de dinero. Le aseguraron que algún día sería rico con mansiones, vehículos de lujo y una vida llena de privilegios.
“Había veces que me llegaban a soltar el dinero, eran puños de billetes. Me decían: ¿No quieres trabajar por todo esto? Para que al rato ya tengas tu casota, una mansión, me decían ellos. Pero yo no quería, porque yo no estaba necesitado de eso. Fueron varias veces las que lo propusieron, pero siempre pensé que eso era más fuerte y no me animé a entrar”, platicó el adolescente, quien actualmente está en un proceso de rehabilitación.
Recordó que la propuesta de vender la droga no sólo fue para él, sino para todo el grupo de amigos con que se reunía, y uno de ellos sí se animó a entrar en el “negocio”.
“Nos ofrecieron vender droga a varios, que si no queríamos trabajar en esto porque era bueno. Nomás nos quedamos pensando y sólo un amigo se aventó. Nos decían que era vender de todo, desde marihuana hasta cristal. Yo les dije que no de primero porque no necesitaba mucho el dinero”, recordó.
Jairo fue auxiliado por su mamá, quien lo llevó a un centro de rehabilitación. En sus sesiones ha conocido a otros menores que habían sido reclutados por grupos delictivos.
Menores entrana vender drogas
Un informe oficial del Poder Judicial reveló que el año pasado se duplicó en el estado el número de menores de edad involucrados en la venta de drogas.
Al cierre de 2011 hubo 51 menores presentados ante los seis juzgados para adolescentes que hay en el estado, por haber sido arrestados en actividades de narcomenudeo.
En 2012 la cifra de menores involucrados con el narco se disparó a 104 casos en la entidad: más del doble de un año a otro.
Según el informe del Poder Judicial, el narcomenudeo ya se convirtió en el delito que más cometen los menores infractores, incluso por encima del robo o lesiones.
En 2011 hubo 100 menores detenidos por lesiones en riña y 68 por robo, en sus distintas modalidades.
En contraste, el año pasado hubo 72 adolescentes arrestados por lesiones y 57 por robo.
Las lesiones bajaron 28% y los robos 16%, mientras que el narcomenudeo entre menores aumentó 103% de 2011 a 2012.
En León, el problema de menores reclutados por grupos delictivos se agudizó más que en el resto del estado.
En 2011 sólo se presentó ante el juzgado especial de León a 10 menores que vendían drogas; para 2012 ya fueron 44 los menores arrestados en la ciudad por el mismo delito.
‘Mi hermano y mi mamá me mandaban a vender droga’
Moisés forma parte de la estadística de menores que trabajaban en el narcomenudeo.
Cuando tenía 10 años de edad, comenzó a drogarse mientras su mamá estaba recluida en el Cereso precisamente por vender droga. A los 13 años, cuando la mujer recuperó la libertad, indujo a su hijo a este mismo delito.
Actualmente el menor de edad se encuentra en proceso de rehabilitación. Sin embargo, reconoció que al salir volverá a realizar la misma actividad, ya que su misma familia lo orilla a seguir delinquiendo.
“La verdad siempre que salgo de aquí me dedico a esto (vender droga). Me decían: ‘Lleva cierta cantidad de droga, marihuana, cebollas’. Me decían: ‘Ve aquí a la vuelta, va estar una persona así vestida con estas señas, llegas se las das, le dices que yo te mandé y te vienes’. Mi hermano y mi mamá están involucrados en esto”.
Como premio, Moisés no recibía dinero por realizar el “trabajo”. Sin embargo, aceptó que su hermano y su mamá le cumplían todos sus caprichos, desde comprarle unos tenis de moda, hasta ropa de marcas reconocidas, por lo cual se sentía satisfecho.
“Me decían: ‘¿Ahora qué quieres?’. Me compraban cosas con la cantidad que yo ganaba. Unos amigos me decían que estaba mal, mi madre me decía: ‘No quiero que te drogues’, pero en cambio ella la vendía y así estaba todo norteado. Pero como me daban cosas materiales, pues todo se me hacía fácil, pero de antemano, yo muy adentro de mí me decía que lo que estaba haciendo estaba mal”.
Moisés no pudo aguantarse y durante la entrevista se puso a llorar. Confesó que no quería volver a su casa, porque de hacerlo volvería a vender droga.
“No quiero seguir en esto, pero mi familia no me deja independizarme. Voy a tener un bebé con mi novia y no quiero que viva lo que yo estoy viviendo, pero sé que cuando me salga de aquí mi hermano y mi jefa me van a volver a meter en esto. Ella se sigue dedicando a eso desde que salió de la cárcel, pero pues simplemente que ella haga su vida, le gusta eso. Yo salgo (de la rehabilitación) motivado con mis metas, pero salgo y veo lo mismo y me agüita. Pienso muchas cosas, como que no me quieren, sólo me utilizan. Por eso les pido que me dejen ser libre, me quiero independizar de ellos y la verdad no me dejan”, dijo Moisés, entre sollozos.
‘Somos los gatosde los gatos’
Alberto, habitante de una colonia ubicada al oriente de León, confesó que comenzó a trabajar llevando entregas de droga cuando tenía 13 años de edad. Ahora, a sus 17 años, se ha dado cuenta que lo que hacía era una tontería y que no le dejó nada positivo.
Internado en un centro de rehabilitación, Alberto considera que todos los jóvenes que entran a repartir droga lo hacen primero por gusto o por sentirse “fregones”, aunque en ocasiones les cueste la vida, mientras que los “patrones” siguen en el negocio sin arriesgar nada.
“Me ofrecían vender para ellos, pero no quise entrarle en un principio porque sabía que si no les cumplía hasta podían matarme, pero sí llegué a entregar material para otras personas. Me pagaban con drogas, me decían: ‘Llévale esto a tal güey’, y siempre lo entregaba. Así empecé”.
Después decidió llevar el negocio por su cuenta y compraba hasta medio kilo de marihuana para revenderla y obtener un poco más de ganancia. La forma de operar era muy fácil: a sus “clientes” les proporcionó su teléfono celular y él directamente les llevaba la droga a sus casas o quedaban de verse en algún lugar en específico.
“Todos los que entran en esto son gatos de gatos, son puros burreros. Aquí nadie es el chido, son puros gatos, es una cadena y al fin de cuentas, yo pienso que es el mismo el que distribuye todo. En sí los buenos andan bien trancas (tranquilos), nosotros somos los pendejos por estar vendiendo la droga a otros güeyes. Ahora sí como dice la canción: Somos el gato del gato”.
En cuatro ocasiones ha estado internado en centros de rehabilitación para drogadictos, pero aclaró que a pesar de volver a recaer, desde hace unos meses ya no vende droga porque quiere retirarse totalmente.
Dijo que quiere recuperar la confianza de su familia y de su novia para comenzar una nueva vida, debido a que siempre les mentía y les aseguraba que saldría del problema, pero no cumplía.
“Todos los drogadictos somos muy mentirosos con tal de obtener amor, dinero y respeto, porque no tenemos amor ni atención, porque nadie nos dio un consejo desde niños. Ahora que salga sí quiero cambiar mi vida, no quiero vender ya droga porque vivo con mi mamá y no quiero ponerla en riegos a ella”.
‘Quería salir de pobre’
A los 14 años, Ulises, un menor de edad habitante de una comunidad de Pénjamo, Guanajuato, comenzó a trabajar en la venta de drogas, actividad en la que permaneció cerca de 2 años, hasta que fue internado por su familia en un centro de rehabilitación de León.
A punto de cumplir los 16 años de edad, el adolescente platicó cómo llegó a ser narcomenudista a pesar de su corta edad:
“Yo quería ser como ellos (los traficantes). Quería empezar a vender droga, quería andar en carros, en camionetas, tener mujeres y tener todo, más que nada quería tener dinero y que no faltara. Tenía 14 años y ahí en mi pueblo antes no se daba mucho esto, pero ahora ya es cada vez más, aunque ahorita está tranquilo”.
Cuando era niño, Ulises le ayudaba a su mamá en un puesto de elotes en su comunidad. Después él mismo se hizo cargo de otro negocio donde estaba solo y ahí fue donde lo contactaron para ofrecerle consumir droga y después para venderla.
“Ahí, (en el puesto de elotes) comencé a conocer a toda esa gente que andaba metida en drogas. Empecé a hacerles caso, luego empecé a salirme de la casa, yo no quería estar con mi familia, porque somos de bajos recursos, no tenemos dinero ni nada, y pues a mí lo que me interesaba era tener dinero y ser alguien en la vida, por eso le entré”, narró el adolescente.
Al principio el grupo que lo reclutó le pagaba 500 pesos por semana. Después la tarifa subió a 800 pesos, asegurándole que si se “aventaba” a subir en las camionetas con ellos, podría ganar mucho más dinero y fue justo en ese momento que su familia lo rescató para internarlo en un centro de rehabilitación.
“Empecé a ver que me estaban dando el dinero de una forma muy fácil y lo estaba ganando igual y pues es lo que me gusta a mí: el dinero fácil. Después ya no me gustaba el trabajo cansado, pero así como agarraba el dinero me lo gastaba en droga, le quería dar a mi mamá y me decía que de ese dinero no, porque era malo”.
Desde hace dos meses Ulises se rehabilita en León. Dijo que espera salir y comenzar a trabajar honestamente como lo hacía antes de consumir y vender droga.
Hampa recluta a más menores
Se cuadriplican detenidos por vender drogas. Adolescentes reclutados para esta actividad comparten sus testimonios rescatados por sus familias.