Plazas de toros abarrotadas, gallardos matadores que hacían suertes en el ruedo y familias completas que presenciaban el espectáculo taurino, eran parte de un panorama festivo que se vivía en Celaya.
La fiesta brava marcó una época en la vida social de la ciudad, pese a que hoy a la distancia sólo se vislumbran sus vestigios: plazas abandonadas o destruidas; ruedos desolados; matadores, novilleros y aficionados que la practican y aprecian fuera de la ciudad.
Las corridas de toros fueron por mucho tiempo la actividad de entretención obligada para el público celayense, que buscaba pasar un rato de alegría con sus familias o amistades.
También significaron el medio por el cual el Ayuntamiento se hacía de recursos, para realizar obras de beneficencia o para construir obras monumentales que favorecieron a toda la sociedad.
El historiador e investigador, José Antonio Martínez Álvarez, dijo que las corridas de toros se remontan a principios del Siglo XIX, cuando se tiene registro de que los recursos para la construcción del Puente de Tresguerras, se obtuvieron de estos eventos.
Para entonces, según el historiador, es probable que las plazas de toros fueran lugares improvisados en el Centro de la ciudad, donde se colocaban tarimas y gradas, a los que llegaba gente de todo el pueblo sin distinción.
“Lo mismo iba gente de la clase alta, las mujeres elegantes y los hombres vestidos como caporales de la época, que la gente del pueblo más vulgar. Los eventos se convertían en los momentos esperados, a los que la gente asistía para ser partícipe de toda esa algarabía que se hacía al ver a los toreros rejonear”, dijo el investigador.
Ante la asistencia cada vez más evidente de la población a estos eventos, fue a mediados del siglo XIX, cuando se construyó la plaza de toros más importante que tuvo Celaya La Aldama.
A principios del Siglo XX, las corridas fueron temporalmente suspendidas luego de que se incendiara la plaza Aldama.
Rafael Soldara Luna, historiador y coordinador del Museo de Celaya, Historia Regional, relató que entraroncarros decorados de papel que se incendiaron y avivaron las llamas en la plaza entera, hubo muchos lesionados y por ello se prohibieron los rejoneos.
El principio del fin de las corridas de toros, llegó cuando la plaza de toros Aldama fue demolida bajo el argumento de un proyecto urbanístico con el que se conectaría la calle de Insurgentes con 5 de Mayo.
Deja tauromaquia su huella en Celaya
Por años fue la actividad de entretención por excelencia en la ciudad, por lo que marcó una época en la vida social. Hoy se debate su importancia para