Cincuenta es sólo un número, pero si a esta palabra le agregamos 50 años de vida sacerdotal, tiene un gran significado, pues en ellos va toda un cúmulo de experiencias que sólo quien lo haya vivido, puede contarlo, hoy el padre Felipe Rodríguez Narváez nos abre las puertas no de su confesionario, sino de su corazón, para conocerlo desde otra perspectiva, para recordar su pasado, para conocer su obra y su vida, de la cual ha dedicado una gran parte a nuestro querido San Francisco del Rincón.
Hablar de su historia es remontarnos al día 1º de mayo de 1929, en la ciudad de San Luis de la Paz, la ciudad que lo vio nacer, al lado de sus queridos padres Juan Rodríguez y Ma. Luisa Narváez.
El realizó sus estudios de primaria y secundaria en su pueblo, y posteriormente continuó en el Seminario Diocesano de León, donde estudió el propedéutico de dos años, además de aprender filosofía y teología.
Fue ordenado sacerdote por el séptimo señor Obispo de la ciudad de León, Manuel Martín del Campo, el 21 de junio de 1962. Siendo su primer destino de labor sacerdotal la parroquia de San Felipe Torres Mochas, donde permaneció por espacio de dos años.
De ahí fue enviado a su tierra natal, regresando enseguida de nueva cuenta a la ciudad de León, y de ahí a nuestra ciudad, San Francisco del Rincón, un 29 de septiembre de 1966 -donde ha permanecido casi durante 50 años- siguiendo la labor que el padre José Ma. Juárez dejó pendiente, el día de su partida de este mundo terrenal, el 4 de marzo de 1965.
A su llegada le fue encomendado, el santuario de la Inmaculada Concepción, además del templo de San Antonio y el Santuarito (Señor de la Columna), sustituyendo en su labor al señor cura Antonio Moreno Jamaica, quien fue enviado al templo del Perpetuo Socorro en la ciudad de León.
“Yo siempre había sido muy devoto de la Inmaculada Concepción, y cuando llegué a este Santuario, me sentí muy feliz y protegido por mi Madre Santísima”, señala el padre.
Desde ese entonces y hasta nuestros días, el padre Felipe ha dedicado su vida a Dios primeramente y segundo término al pueblo de San Francisco, que considera como una segunda casa.
Un hombre de carácter y valentía
Muchas virtudes se le reconocen a este querido sacerdote, entre ellas, el ser gestor, impulsor, líder religioso y social, hombre solidario, visionario, valiente y fiel a su vocación, y para muestra de ello basta con recordar algunas de sus vivencias en nuestra ciudad.
Joven impulsor de consciencias, al formar parte en los años 60’s del movimiento de obreros en la ciudad de León, donde el objetivo principal era adoctrinar al pueblo en el sentir religioso, pero también mejorar su calidad de vida, debido a las nuevas visiones de comunismo.
Entusiasmado hace 36 años, el padre Felipe, organizó al pueblo de San Francisco, para fortalecer su economía, invitándolos a conformar una caja de financiamiento, surgiendo de él, la idea de crear la Caja Popular “José Ma. Juárez”, nombre alusivo al padre Juárez, quien también trabajó incansablemente por este pueblo y que hoy sigue en pie con el nombre de COOP desarrollo.
“Deseaba que el dinero estuviera en las manos del pueblo, quería que la catequesis se apoyara como comunidad”, señala el padre Felipe.
Causando polémica, el padre Felipe, nunca dejó de señalar problemas que consideró, podrían afectar los valores católicos, por ello no tuvo tapujos al orientar a sus fieles sobre el nacimiento de nuevas doctrinas y los verdaderos deberes de un ciudadano.
“Me preparé en todo momento, estudiaba la doctrina social de la iglesia, de León XIII y Pío X, así como las encíclicas, y no sólo eso, trataba de llevarlas a la práctica”, comentó.
De igual forma el padre Felipe, señala que aunque muchas personas consideraban que San Francisco era una ciudad con pobreza, él siempre vio la grandeza y la riqueza de su gente, pues al llegar a esta ciudad, podía ver gente entusiasta, mujeres y hombres trabajando y tejiendo el sombrero, nos cuenta, que poca gente pedía limosna, eran realmente contadas, entre ellas la recordada “Bala”, que era bien conocida en la localidad.
Al barrio de San Antonio, recuerda el padre, se le llamaba “La cebolleta” (haciendo alusión a una hierba que si se fuma, da diarrea 21 días). Esta zona de nuestra ciudad, bien conocida por la práctica de brujería y hechizos, aquí, él logró abrirse camino hablando de la importancia de ser verdaderos cristianos.
Ahondando sobre este tema, el padre optó por estudiar sobre hierbas venenosas, con el fin de brindarle más argumentos a la población, y que muchos dejaran de creer en supersticiones.
Recuerda que sin duda hubo momentos en que tuvo que enfrentarse con algunas cosas sobrenaturales, como la confesión a tres mujeres que eran consideradas “brujas” (de esas fuertes), dice el padre, pero de la mano de Dios y de la Virgen Santísima, él pudo superar cualquier acontecimiento de manera positiva, dándoles la absolución luego de confesarlas para su conversión, y en pocos días ellas fallecieron.
Don Natividad Reyna “su compadre”.
Es por pocos sabido que el padre Felipe llevaba una amistad sincera con quien en San Francisco consideramos “El brujo mayor”, Natividad Reyna, con quien asegura, siempre tuvo una buena relación, pues incluso se llamaban compadres por relación de amistad.
A él, el padre, lo considera una persona buena, que realmente trataba de ayudar a las personas, pero no con hechicería, sino con medicinas de nuestros ancestros y oraciones, por ello siempre hubo entre ellos un profundo respeto. CONTINUARÁ…
Nota para la ciudadanía:
Por motivos de logística, se cambia el horario de recibimiento del Arzobispo Alfonso Cortés Contreras, durante la celebración de los 50 años del padre Felipe, este sábado 20 de julio.
Contemplando su llegada a las 11 de la mañana en el templo de la Inmaculada Concepción y la misa de acción de gracias hasta las 12 del mediodía en la parroquia de San Francisco de Asís.
Felipe Rodríguez Narváez: una vida de entrega a Dios
Cuando llegó a San Francisco de Rincón, en 1966, el cura se hizo cargo del templo de la Inmaculada Concepción y le fue enconmendado el templo de San A