Hace tres meses Nicolás Maduro asumió la Presidencia de Venezuela en medio de una grave crisis política. Contra todos los pronósticos, su rival, Henrique Capriles, había obtenido una votación histórica para la oposición en tres lustros.
Apenas lo separó de la victoria un ínfimo porcentaje de votos (una distancia de un punto y medio) que derivó en sospechas de fraude.
Sólo las inequidades del proceso electoral venezolano -la parcialidad del Consejo Electoral, el descarado uso de los recursos del Estado con fines proselitistas o la amenaza de represalias a los beneficiarios de los programas sociales- y las irregularidades en el día de la votación habían impedido un histórico relevo en el palacio de Miraflores.
Esa ajustada derrota colocaba al chavismo frente a un gran revés político. Un mes antes, el 5 de marzo de 2013, cuando fue declarado muerto el presidente Hugo Chávez, sus herederos parecían destinados a sucederlo sin mucha resistencia. La derrota provocó nuevas lecturas.
Se dudaba entonces de la capacidad que tendría el Gobierno de mandar sin convocar a la mitad que le había votado en contra. Para la segunda semana de mayo, una encuesta del Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD) mostraba que 51,3% de los ciudadanos tenían una opinión negativa de la situación del país. La percepción del aspecto político era incluso peor. Seis de cada 10 pensaban entonces que la situación era inestable.
Tres meses después, mientras el recuerdo de Chávez se diluye en la rutina de una vida compleja, que no deja espacio para el culto al héroe, Maduro se afianza y la oposición se debilita entrampada en su propia estrategia, que consiste en esperar que prospere la impugnación de las elecciones ante el Tribunal Supremo de Justicia, mientras apuesta al desgaste de un Gobierno que no tiene el imán de Chávez y a ganar más espacios en las municipales del próximo 8 de diciembre.
Se afianza al cargo presidente Maduro
Contra todos los pronósticos, su rival, Henrique Capriles, había obtenido una votación histórica para la oposición en tres lustros.