Santiago de Compostela se preparaba anoche para su fiesta grande cuando el tren Alvia, que cada tarde entra en la estación de la capital de Galicia procedente de Madrid y con destino a Ferrol, descarriló, a sólo cuatro kilómetros de la parada, con una fuerza brutal, de tal intensidad que uno de los ocho imponentes vagones voló a 15 metros de la vía.
El accidente dejó un saldo provisional de 60 muertos y más de un centenar de heridos, según contó el delegado del Gobierno en Galicia, Samuel Juárez.
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, afirmó que entre 10 y 20 heridos estaban “en situación comprometida” y 111 fuera de peligro.
Una hora después, la consejera de Sanidad del Gobierno gallego, Rocío Mosquera, admitió que había pacientes en coma sin identificar, cinco de ellos en el Hospital Clínico de Santiago.
En el convoy, formado por ocho vagones y dos máquinas, viajaban 218 pasajeros y cuatro tripulantes. Dos supervivientes relataron a EL PAÍS cómo sintieron que el tren tomaba una curva cerrada, bajo el viaducto de la principal autopista de peaje de Galicia; cuando abrieron los ojos, estaban rodeados de cadáveres.
El maquinista, que sufrió heridas leves, reconoció inmediatamente después del siniestro que el tren circulaba a 190 kilómetros por hora, en una curva cerrada en la que la velocidad está limitada a 80, aunque en la recta previa pueden alcanzarse los 250 kilómetros.
Uno de los dos conductores que llevaba el convoy hizo una llamada por teléfono tras el descarrilamiento y no paraba de repetir: “Descarrilé, qué voy a hacer, qué voy a hacer”, informaba la edición digital de La Voz de Galicia. Los dos conductores del Alvia se incorporaron a las tareas de rescate y ayuda a los heridos.
Este es el primer accidente con víctimas mortales en una línea de alta velocidad y el más grave siniestro ferroviario en España en los últimos 40 años.
La vía había sido renovada para adaptarla a la alta velocidad, pero no la señalización.
Un ingeniero de Adif, que reconoció desconocer las circunstancias exactas del accidente, explicaba anoche que es muy difícil que un tren descarrile sólo por exceso de velocidad.
Los residentes hablan de un gran estruendo, de un torpedo de ruido y polvo y de unas vías sembradas de cuerpos en apariencia sin vida. En medio de la confusión inicial, los muertos y heridos se contaban por decenas.
Los rescatistas tardaron cinco minutos en llegar al lugar, según relataron algunos supervivientes. Y se encontraron un infierno.
Celulares sonaban en los bolsillos de algunos fallecidos, contó entre lágrimas un agente de Policía. Metralla, restos de chatarra y sangre por todas partes. Cuerpos dentro y debajo de los vagones, algunos mutilados.
Muy cerca, un mexicano de mediana edad vaga por la explanada del complejo hospitalario en busca de noticias de sus familiares.
El impacto de ayer fue de tal magnitud que la máquina trasera del tren accidentado ardió y otro de los vagones voló sobre un talud a cinco metros de altura y quedó a 15 metros de distancia de las vías.
Cimbra trenazo a España
Hasta el cierre de la edición iban 60 muertos y más de 100 heridos; los celulares sonaban sin parar en los bolsillos de los cadáveres regados a los la