El cabello cambia de color, la piel es diferente, pero las experiencias son acumulables.
El abuelito, el sabio o el “viejito” es aquella persona que ha pasado por cada una de las etapas de la vida y se acerca al final de su camino.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 14.3% de la población de León pertenece al grupo de adultos mayores, muchos de ellos olvidados en un asilo.
“Meche” es uno de estos casos, cuenta Guadalupe Zúñiga, directora de la Casa Hogar para Ancianos “María Asunta”, que alberga en su máxima capacidad a 44 “cabecitas blancas”, de las cuales más de la mitad está en abandono.
Sin padecer ninguna enfermedad, “Meche”, como le dicen, se desplaza por la sala de descanso hacia el comedor apoyada por una caminadora. A sus 77 ó 78 años que cree tener, porque no se acuerda, le piden autorización para que cuente su historia, porque “tiene un carácter difícil”, asegura la directora.
Cuando acepta, con trabajo se sienta, se acomoda los lentes, mientras los ojos se ven llorosos, porque después de una operación ya no quedó bien de la vista. Luego cruza las manos y empieza a recordar.
“Me trajeron unas familias, unas amistades que teníamos. Cuando murió mi esposo, me puse a trabajar en menuderías, tortillerías, y en casas trabajaba hasta que me trajeron aquí”, recuerda Mercedes Ramírez, que llegó al asilo hace tres años.
Ella no menciona que fue nana de más de ocho niños, y quizá no lo hace porque fueron ellos los que “se cansaron muy rápido de mí”, dijo después, y quienes hace mil 95 días no la visitan.
“No tuve hijos, cuando se murió mi esposo de diabetes, me quedé sola. Desgraciadamente, se fastidiaron muy pronto de mí, me quedé sola”, comparte. Luego baja la voz , sonríe y dice: “Ya eché todo al olvido”.
No tiene amigas en el asilo. Desde que llegó se ha apartado, no habla mucho, hace caso a todas las atenciones que le dan las trabajadoras y religiosas que están a cargo. Aunque aseguró que está a gusto y hasta mejor en el asilo, confesó que a veces sí le hace falta que algún familiar la visite.
“Meche” no es la única en el asilo donde los familiares, la mayoría de escasos recursos, decidieron dejar a su adulto mayor. Tres, cinco, siete años y hasta la muerte los han abandonado.
“Lupita” fue una de ellas, quien después de años de insistir con sus familiares para que estuvieran al pendiente y la visitaran, no hubo resultado.
“Ella se murió un lunes, y su hijo vino el miércoles. ¿Ya para qué? Ya la habíamos enterrado y a veces se enojan”, comenta la directora, porque ahora ya no los visitan en los jardines del hogar, sino en un panteón.
El Ministerio Público ha participado en las investigaciones en casos como el de “Kenny”, quien padecía un daño mental, y Josefina Suárez, ambas encontradas en la calle. A casi dos años de sus muertes, ni el Ministerio, ni el asilo, han logrado dar con algún familiar.
Abandono hospitalario
Por la edad y las enfermedades, las visitas al médico se vuelven constantes, aunque también se presenta el abandono de adultos mayores en los hospitales.
El Hospital General Regional (HGR) atiende al año dos casos de abandono de ancianos en sus instalaciones, comentó María Dolores Sánchez, jefa del departamento de Trabajo Social y encargada de buscar a los responsables de los pacientes.
La mayoría son adultos mayores foráneos, como uno originario de San Francisco del Rincón y otro de San Juan de los Lagos, Jalisco.
“En ancianos no se da mucho en el hospital, es más de personas con alguna problemática social, o de drogadicción”, declara la trabajadora social.
Actualmente, el HGR no tiene ningún anciano en “abandono”, pero en ocasiones las familias olvidan a su enfermo.
“Con estos dos casos de fueras, buscamos en instancias de su lugar y los mandamos para allá, para que se les diera el seguimiento, aquí los atendimos, cuando fue el alta entonces los canalizamos”, explica.
Olvidan a abuelitos
La Casa Hogar para Ancianos “María Asunta” alberga a 44 adultos; más de la mitad no recibe visitas de sus familiares