“Lo están tirando a uno a robar, pagan poco y ya no alcanza”, dice la señora Sanjuana Landeros Villa, ante la situación económica que sortea día a día.
La escasez no sólo se refleja en aquellos que no tienen una vivienda, sino en la calidad de vida de las familias que se observa en otras circunstancias además de tener un techo, luz o agua.
Viuda desde hace ya 16 años, la señora Sanjuana no sólo vive las preocupaciones sobre la comida, el vestir, el pago de la luz y el agua, sino que además se ocupa de atender la situación de su hijo menor, de 20 años de edad, quien sufre síndrome de Down, un soplo en el corazón y cáncer.
“Mis hijas trabajan, apenas terminaron la secundaria y luego a trabajar, no había de otra y así están desde entonces”, dice la señora Landeros refiriéndose a sus dos hijas de 25 y 27 años, quienes se dedican al adorno en fábricas de calzado.
El sueldo en este tiempo no es lo mismo de acuerdo a lo que dice esta ama de casa, quien recuerda que hace más de dos años sus hijas ganaban hasta mil 200 o mil 500 pesos cada una y esta semana apenas llegaron a los 550 ó 600 pesos.
“Yo me dedico a adornar sombrero del chiquito, del que luego cuelgan en los carros como adornos, y me pagan 2 pesos por cada uno, a veces hago 10 ó 12 al día, con eso no alcanza ni para los pasajes para llevar a mi niño a checar”, aclaró Sanjuana.
La casa en la que vive esta familia se encuentra en la comunidad de San Jerónimo, una casa que su esposo les dejó, como ella misma dijo, “por lo menos tenemos una casa, ya lo demás como quiera sale uno”.
Su alimentación es a base de papas, sopa, huevo con chile, frijoles y un día a la semana pollo; y aunque cuenta con todos los servicios, sus necesidades se ven reflejadas en otros aspectos, como la atención médica que debe recibir su hijo y que a la fecha no se ha podido realizar como corresponde.
Con cáncer de pulmón, en un testículo y afectaciones en su estómago, además de que tiene un soplo en el corazón, el hijo de la señora Sanjuana requiere de tratamientos, tomografías, análisis que le realizan ocasionalmente ante la falta de dinero para cubrir el costo de los tratamientos o el traslado y alimentación para realizar estos procedimientos médicos.
“Él no habla, a veces ni sé qué le duele, la verdad me doy cuenta cuando está malito porque no se quiere parar, pero él es muy alegre”, así se refiere Sanjuana a su hijo.
Sanjuana comienza desde las 6 de la mañana sus actividades para preparar tortillas para la hora de la comida, hacer sus quehaceres, prepararse para adornan sus sombreritos y cuidar de su hijo, esta es la vida de una mujer que agradece tener un techo bajo el cual vivir, aunque eso no signifique que no tiene otro tipo de necesidades económicas que afectan su calidad de vida y la de su familia.
Sin casa
La pobreza del señor Eusebio se ve reflejada en su semblante más que en sus condiciones de vida, la mirada triste de quien espera mejores oportunidades para regresar a casa con dinero para ofrecer a su familia y no con la vergüenza de no tener nada, más que el deseo de seguir adelante.
Originario de Tepic, Nayarit, Eusebio Tovar, de 66 años de edad, vive en una pequeña habitación de medio metro por 1, que le fue prestado, con techo de láminas entre plástico y fibra de vidrio que ya dejan pasar el agua, por lo que ha optado por cubrir con lonas y plásticos.
Desde hace 2 años y medio vive en El Vallado, en la ciudad de Purísima del Rincón, inicia su día desayunando y preparándose para cortar los árboles y la maleza que le solicitan en un trabajo temporal que ahora tiene.
Su casa se encuentra resguardada por una puerta de madrea podrida que tiene que recubrir con telas y plásticos ante la presencia de las lluvias, y cierra el lugar con una cadena y su candado; tiene ahí dentro su material de trabajo y su espacio para descansar que no es más que una cama que está soportada sobre ladrillos. No tiene luz y se alumbra con veladoras.
“El alimento no falta, no es lo que uno quisiera pero por lo menos como”, señala el señor Eusebio. Quien dice que por cada costal de 3 kilos de botellas le pagan 6 pesos, dependiendo de lo que paguen por el plástico que dice va de 2 a 3 pesos.
Desde hace 7 años dejó Tepic para venir a vivir al Bajío, en ese tiempo dice, aún ganaba lo suficiente para enviar a la familia y mantenerse. Hace más de dos años se enfermó y después el trabajo comenzó a faltar.
“Me enfermé de herpes y me puse muy malo, me salía la enfermedad en todo el cuerpo y la doctora me decía que tardaría 7 meses en salir, que la tierra y el sol me hacían daño, ¿usted cree? yo trabajaba en el empedrado, ya después no me alcanzaba ni para mí menos para mandar para la mujer”.
Hoy en día sus condiciones de vida se encuentran limitadas a las oportunidades de trabajo que se le presenten y a las botellas de plástico que pueda recoger.