Juan Javier Amézquita es su nombre, aunque la mayoría de las personas lo conocen como “Piteko”, un hombre que después de 20 años de trabajar en una empresa de venta de pollos rostizados, y con la necesidad de mantener a su familia emprendió su propio negocio ‘Pollos Piteko’.
Corría el año 1998, cuando en el bulevar San Roque en la esquina de la colonia 18 de Agosto, comenzó a vender en un pequeño puesto sobre el camellón, siendo aceptados de manera inmediata por el rico olor que desprendían.
Los aprendizajes que obtuvo en la su anterior empleo, fueron fundamentales para ofertar un producto con calidad “lo que a veces pasa es que necesitas arriesgarte, no sabía como me iba a ir, pero decidí por mi familia empezar este negocio y sacarlos adelante”, refirió.
Poco a poco comenzó a atraer clientes gracias a su compromiso con el servicio “nunca nos hemos fijado en regalar una bolsita extra de salsa o cebollas, ellos (los clientes) vienen por la atención y el sabor que le ponemos a nuestro pollo”, explicó.
No olvida los tiempos difíciles que se dieron cuando el gobierno municipal que encabezaba Ricardo Ortiz, comenzó a retirar los puestos ambulantes y reubicarlos “ahí perdimos casi el 50% de ventas, todavía ahora no los recuperamos, pero hay que ser inteligentes y buscarle, echarle ganas para continuar en esto”.
Ante estos embates ‘Pollos Piteko’, amplió sus horizontes, abriendo sus primera sucursal sobre la calle Reforma, casi en la esquina que da a la colonia Los Príncipes, ya después siguió otra en el Blvd. Mariano J. García y la más reciente en Cuarta Brigada.
Con 15 años dedicándose  a la venta de pollo al carbón, ha hecho que pollos Piteko sea reconocido por un sabor inugualable en la ciudad y en municipios vecinos que los contratan para fiestas.

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