En el sur de la ciudad de México, en un cuarto de siete por 11 metros se monitorean desde varios aparatos, computadoras y pantallas los síntomas de un paciente especial al que no se ha dejado de observar ni un solo segundo en las últimas dos décadas.
Muchos lo conocen como “Don Goyo”, aunque no tiene forma humana, y su comportamiento resulta inquietante: es el volcán Popocatépetl, el segundo más alto de México y que en los últimos años y semanas ha manifestado su vivacidad con fumarolas de ceniza y material incandescente lanzado hacia sus laderas.
Y cualquier síntoma del coloso localizado a sólo 70 kilómetros de la capital del país es registrado y analizado en ese cuarto de 7×11, el principal centro de monitoreo del Popocatépetl, donde al menos una docena de personas vigila su actividad las 24 horas del día, los siete días de la semana.
“El volcán es como un paciente, (del) cual observamos diferentes aspectos”, dijo a The Associated Press Gilberto Castelán, director de Instrumentación y Cómputo del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), el organismo gubernamental del que depende el centro de monitoreo del Popocatépetl, un gigante de 5.452 metros.
Las autoridades mexicanas lo consideran como uno de los más peligrosos porque al menos 20 millones de personas viven a menos de 100 kilómetros del cráter. Y aunque en una erupción no se anticipa que avance mucho la lava, una explosión podría causar deslaves o flujos de material y gases que afectarían a las cerca de 11.000 personas que habitan en tres comunidades a escasos 12 kilómetros del coloso.
En ese centro, localizado dentro de las instalaciones del Cenapred, se recibe la información que envían en tiempo real y de manera remota diversos equipos instalados alrededor del volcán: imágenes de video, movimientos sísmicos, deformaciones del cuerpo del volcán y concentración de gases.
Castelán es el responsable de que todos los equipos alrededor del volcán y dentro del centro de monitoreo funcionen adecuadamente.
“Aquí recibimos más de 60 señales en tiempo real, las cuales consisten en las imágenes visuales, las sísmicas, las de deformación, las de gases”, dijo el ingeniero electrónico de 42 años.
Con esos datos, un investigador hace un análisis y genera un reporte en el que se informa sobre la situación del volcán.
La interpretación de los datos también sirve para ajustar el “semáforo de alerta volcánica”, un sistema de tres colores en el que el verde significa que el “Popo”, como también se le conoce, tiene actividad normal; amarillo que es necesario estar alerta y rojo que implica alarma y la necesidad de evacuar, algo que sólo ha ocurrido dos veces desde 1994, cuando el volcán despertó después de siete décadas de inactividad.
“Es uno de los laboratorios de su tipo más avanzados en el mundo y los científicos a cargo están utilizando los mejores métodos para monitorear y predecir la actividad del volcán”, dijo Michael Sheridan, vulcanólogo estadounidense de la Universidad de Búfalo y quien ha estudiado el Popocatépetl. “Es muy difícil predecir el comportamiento de un volcán que no ha tenido una erupción en la historia reciente”, añadió.
A principios de este mes, el Popocatépetl lanzó columnas de ceniza, lo que llevó a suspender algunos vuelos, y alcanzó algunas ciudades como la capital, donde cubrió con una ligera capa de polvillo a algunos vehículos. La semana pasada, sin embargo, volvió a tranquilizarse y las autoridades decidieron bajar el nivel alerta de amarillo 3 a amarillo 2.
Por su forma y morfología, el Popocatépetl es un estratovolcán, uno de los más típicos en el mundo con forma cónica y formado por capas de lava y rocas. Es del mismo tipo que el Monte Santa Helena, en el estado de Washington, Estados Unidos, y que en 1980 tuvo la más violenta y letal erupción de ese país al dejar 57 muertos.
El Cenapred dice que el Popo ha estado activo por más de 500.000 años. Ramón Espinasa, subdirector de Riesgos Geológicos del Centro, refirió que el Popo ha tenido al menos tres erupciones similares a las del Santa Helena, la más reciente hace 23.000 años.
“Tomando en cuenta el número de personas que podrían ser afectadas (cerca de 20 millones), puede considerarse entre los más peligrosos del mundo”, comentó Espinasa vía escrita a la AP.
Pero a diferencia de los volcanes hawaianos con su lava en forma de ríos, la del Popo es “viscosa” y en caso de un derrame los flujos serían “gruesos, muy lentos” y recorrerían poca distancia.
Espinasa dijo que en caso de una erupción grande el mayor peligro para las poblaciones más cercanas al volcán serían posibles deslaves y flujos piroclásticos (una combinación de gases, cenizas y fragmentos de roca). Para las localidades más alejadas, el riesgo es la caída de ceniza.
Según la leyenda mexicana, el Popocatépetl era un guerrero que pidió la mano de Iztaccíhuatl, cuyo padre reacio le dijo que su pretendiente había muerto en batalla, lo que le causó tanta pena que ella mismo falleció. La historia termina con ambos convirtiéndose en los dos volcanes que se alzan hasta ahora al este de la ciudad de México, uno al lado del otro.
El nombre de “Don Goyo”, por otra parte, proviene según otras leyendas de “Gregorio”, un personaje que se le habría presentado como representación del espíritu del volcán a un habitante de la zona para decirle que estaba ahí para alertar a los lugareños de una posible erupción o para tranquilizarlos cuando sólo se trate de una fumarola.
El Cenapred tiene instaladas cinco cámaras en distintos puntos alrededor del volcán, las cuales son controladas de manera remota en el centro de monitoreo, cuyo nombre oficial es Laboratorio de Instrumentación Sísmica y Monitoreo Volcánico.
Las imágenes son seguidas en tiempo real en pantallas colocadas en los costados del laboratorio, donde además de más de 16 computadoras y equipo de comunicación, sobresalen seis rodillos cubiertos por hojas especiales en las que agujas marcan los movimientos del Popocatépetl que envían sismógrafos instalados alrededor del volcán.
La información llega desde 10 censores sísmicos. Cuando las marcas de las agujas en el papel son estrechas el volcán se encuentra en calma, pero cuando se ensancha las líneas significa que hay tremores, es decir movimientos sísmicos.
Castelar dijo que hay dos tipos de tremores: armónico, que refleja la acumulación y ascenso de magma al interior de un volcán, y espasmódico, que implica que hubo una expulsión de material y/o ceniza.
Además de las que obtiene de sus cámaras, el centro recibe y analiza imágenes de sobrevuelos al volcán de autoridades federales. En ellas se registra la formación de domos de lava y el nivel que tienen respecto al borde del Popocatépetl.
La formación de domos es muy variable y pueden tomar horas, días o semanas, que en algún momento se cierran y forman un tapón. Con la presión que se genera al interior del volcán llega un momento en que son destruidos con explosiones y en consecuencia lanza material y/o ceniza.
Castelán dijo que en el 2000 la profundidad del cráter era de unos 150 metros. Ahora, se estima en no más de 50 metros.
“El volcán se vuelve más peligroso cuando el cráter se llena de lava y los domos que se forman están más cerca del borde del cráter”, dijo Sheridan. “Las explosiones pueden lanzar más fácilmente fragmentos de lava ardiente sobre el borde y en las faldas del volcán”, añadió.
El 21 de diciembre de 1994 el Popocatépetl se reactivó y lanzó una fumarola de ceniza, la primera en siete décadas, lo cual provocó nerviosismo y llevó a las autoridades a evacuar algunos poblados cercanos. Ese episodio también marcó la instalación del centro de monitoreo permanente.
Pero la actividad ha sido muy variable y sólo en una segunda ocasión fueron evacuadas algunas poblaciones: diciembre del 2000.
Y salvo en abril de 1996, cuando una explosión provocó la muerte de cinco alpinistas que subieron al volcán pese a que las autoridades habían restringido el acceso, no se han registrado víctimas.
Castelán entró al Cenapred en 1997 a trabajar como técnico y ha tenido una carrera en ascenso hasta ser ahora el director de Instrumentación y Cómputo.
Y aunque su trabajo significa pasar a veces más de un día sin ir a casa o ser llamado en su descanso, el ingeniero dijo que le tiene afecto al volcán.
“Para nosotros es el volcán que cuidamos… es una relación muy importante la que hemos establecido”, dijo Castelán, casado y con tres hijas.
“En algunos momentos, cuando a lo mejor uno está descansando en casa y te hablan por teléfono que te tienes que reportar porque está fallando algún equipo dices ‘ay, otra vez”’, comentó. “Pero lo haces con gusto, porque sabes que el objetivo es la vigilancia y el alertamiento hacia la población que está en las cercanías que puede tener algún peligro”.
Popocatépetl, tratado como paciente delicado
En el sur de la ciudad de México, en un cuarto de siete por 11 metros se monitorean desde varios aparatos, computadoras y pantallas los síntomas de un