Pancho tiene los ojos tristes, el muchacho de 19 años y 1.72 metros de estatura, tez morena y corpulento, estuvo a punto de morir ahogado, pero eso no es lo que más lo atormenta.
No olvida ese momento cuando frente a sus ojos se le escurrió la vida de sus amigos: Lalo y Juanpi, dos adolescentes de 14 años, tragados por el río.
Él es uno de los 7 jóvenes que la tarde del martes 23 se fueron a jugar al río Laja.
Querían sacar peces por primera vez.
Pancho es el más grande de los 7 amigos que alrededor de las 5 de la tarde salieron de San Miguel Octopan trepados en bicicletas.
Brian, Francisco, Manuel, Juan Pablo, Luis, José Eduardo y Aldo tenían más de 2 años de ser amigos.
Sus edades van de los 13 a los 19 años. Eran como una familia, lo mismo comían juntos, que jugaban futbol en una calle aledaña al jardín de San Miguel Octopan, comunidad de la que la mayoría son originarios.
En el pueblo todo mundo sabe que después de las 4 de la tarde los muchachos ya estaban reunidos planeando en qué entretenerse, lo que más les gustaba era jugar futbol y beisbol.
Pero ese día no optaron por un deporte conocido, prefirieron ir de pesca, algo que nunca habían hecho pero que ya traían entre ceja y oreja.
“Ellos ya tenían pensado ir supuestamente a los pescados, ya tenían lo que eran arpillas para ir ese día, yo ya nada más fui y me les pegué. Era la primera vez que íbamos al río a buscar pescados, porque esa era nuestra pasada pero nada más cuando no tenía nada de agua”.
El camino para llegar desde el Centro de San Miguel Octopan hasta el río es largo. Hay que cruzar todo el pueblo hacia su zona norponiente, trazar por la colonia Los Arenales, hasta llegar a ese camino conocido como Paso de Molina que cruza por el río y que conectas con las tierras de cultivo.

Habitantes de los lugares aledaños se unieron para buscarlos.
Brian, Francisco, Manuel, Juan Pablo, Luis, José Eduardo y Aldo acudieron al río y algunos comenzaron a jugar con el agua trepados en sus bicicletas; horas más tarde Juan Pablo y Eduardo murieron en el Laja.
“Eran como las 5:30 cuando íbamos. Se empezaron a meter, los primeros fue Lalo, después fue Luis y Aldo. Yo al final me metí, querían pasar en la bici pero ellos mismos se dieron cuenta cómo iba el agua porque hasta en la misma bici los jalaba, fue conforme que se salieron”, narró Francisco.
“Después fue Lalo el que se metió y lo siguió su primo Luis y Juanpi, fue conforme se empezaron a desvestir, se empezaron a meter, primero fue Luis al que se lo llevó el agua, ahí estábamos parados y abrió los pies y se lo llevó la corriente, enseguidita fue Juanpi y Lalo”, continuó.
“En la desesperación me metí, sabemos nadar pero ya estando ahí dijimos cómo le hacemos, me quise meter y también me sumí en un agujero, fue Juanpi el que se sostuvo de mí nada más de los hombros, pero yo haciendo la lucha, yo ya no contaba en ese momento ahí porque estaba debajo del agua. Nada más de repente ya abajo sentí un tipo remolino y salí a flote, vi que ellos ya iban distribuidos, lo que hice fue orillarme conforme me agarré del pasto y me salí”.
Francisco estuvo bajo el agua a punto de morir.
“Estaba bien chicloso abajo, nos sumimos, no sé cómo estuvo si fue por la presión o por el peso de uno, yo no hallaba ni cómo hacerle, volteaba para todos lados, yo decía si me voy hasta que me jale no voy a alcanzar a respirar, hice todo lo que pude para sacarme. Estaba muy hondo ahí, el agua me cubría por completo, sólo pensaba en poder salir, aunque sepa nadar a uno le entra la desesperación porque llevaba fuerza el agua pero por abajo, sentías los remolidos, arriba se veía tranquila pero abajo se sentía la fuerza, fue un mal paso que dieron ellos fue cuando se los llevó el agua. Yo estoy vivo de milagro y creo que esto es una prueba que Dios nos da”.
Manuel no entró al agua porque tiene cáncer, está en tratamiento, recibe quimioterapias, pero ha sido fuerte porque ha aguantado salir con sus amigos.
“Él empezó a gritar que sacáramos los cintos y fue al único que pudimos salvar a Luis, ya él ya nada más estaba”.
Brian el más pequeño corrió a avisar al pueblo de la tragedia. Llegó a la casa de Juan Pablo y lo recibió el hermano menor de 13 años. Sus papás estaban trabajando, su padre en Puebla, su mamá en Apaseo; hasta allá ese mismo día les llegó la noticia.
“Es algo que te marca de por vida porque se nos queda grabado como miramos cómo morían”, dijo el muchacho de ojos tristes.

La búsqueda en el río
Decenas de personas se arremolinaron junto al río, los hombres se amarraron de un mecate y comenzaron a buscar a los adolescentes. El buzo, con 20 años de experiencia, Carlos Ishida explica las características de ese cuerpo de agua.
“Esas aguas son muy peligrosas primero como vienen turbias no tienen visibilidad, cuando son crecientes siempre traen bastante fuerza, no es agua cristalina porque vienen arrastrando sedimentos, encontramos todo tipo de cosas: troncos, animales muertos, ramas, espinas, y todo eso incrementa el riesgo”.
“En esas aguas no es conveniente meterse a nadar. Se ve el agua calmada pero en la parte de abajo vienen haciendo remolinos, esto es por el tipo de terreno que tenemos porque en la parte de abajo encontramos socavaciones que han hecho para extraer arena, acumulaciones de basura que la gente deposita para hacerse de ella, el agua choca en diferentes puntos y es ahí donde genera remolinos y turbulencias”.
Ishida es el buzo que debió meterse durante la noche y en el día a buscar a los jóvenes.
“El martes como a las 9 de la noche entramos el agua porque primero estuvimos haciendo una búsqueda pie a tierra, usamos cuatrimotos y camionetas en diversos puntos donde pensamos pudieran haber sido arrastrados”.
“Todo lo manejamos a base de tacto, no puedes meter lámparas, por muy potentes que sean en el agua por los sedimentos no ves nada”.
El buzo entra sin ver nada, va sujetados a un lazo y en la parte de arriba está un asistente que con la cuerda le manda señales.
“El primer día estuve 1 hora y 35 minutos dentro del agua. Vas a encontrar montículos de tierra, piedras, llantas, vidrios”.
A las 11:30 de la noche suspendieron la búsqueda. Pasadas las 7 de la mañana, cuando el río ya había bajado su nivel en 1 metro. encontraron el cuerpo de Lalo.
“Nos hablaron el miércoles para que apoyáramos a sacar un cuerpo que habían encontrado ya en la orilla. Estaba en la parte de abajo, en el lecho del río hay mucho lodo, como es tierra arenosa hay mucho lodo, si te pararas ahí de hundes alrededor de 60 centímetros”.
“Lo que pasó es que trataron de tocar fondo para impulsarse y se atascó en el lodo porque de hecho estaba en la orilla, y ahí lo encontró un vecino de la comunidad. Nosotros como a las 8:15 iniciamos la búsqueda y ahí fue rápido, encontramos al otro muchacho a los 8 minutos. Este joven estaba recostado y tenía el brazo izquierdo hundido en el lodo, a unos 12 metros de distancia de la orilla, prácticamente estaba a medio río. Ya el segundo día el río ha de haber tenido como 1 metro 60 de profundidad y un día anterior tuvimos un incremento de más de un metro, era como 2 metros 60 cuando ocurrió el accidente, más los 60 centímetros de lodo”.
El buzo bajó al agua en dos ocasiones y se atoró en una rama de huizache, las espinas lo mantuvieron ahí tratando de escapar por unos 5 o 10 minutos. No fue fácil.
A la distancia
A una semana del accidente Pancho se siente mal, toma medicamentos y constantemente tiene citas con el médico.
“No lo puedo superar, ahí vamos poquito a poquito. Yo me sentí muy mal, se puede decir que andaba en otro mundo, me inyectaron yo no sentía nada, al otro día me dijeron que cómo me siento, ya dejaron de inyectarme y estoy tomando pastillas”.
“Pienso lo que pasó y mirarlos cómo se están ahogando, esa imagen nunca la voy a olvidar”.
Ahora Pancho reflexiona lo que muchos jóvenes como él piensan, el irse a aventuras sin medir las consecuencias.
“Que no se les haga fácil ir a diferentes lados, vamos a suponer, si yo le digo a mi mamá ahorita vengo y no me deja ir por las ganas se va uno y es cuando pasan las cosas”.

‘Hay que guardar la calma’
En el agua turbia y violenta de los ríos, dijo, lo peor es entrar en la desesperación, si alguien cae por accidente debe dejarse llevar, mantenerse a flote, hasta que encuentre un lugar de donde sostenerse.
“Es importante conocer algo de técnicas de natación para poderse meter a ese tipo de aguas y lamentablemente hay algunos que dicen empíricamente sé nadar y no les ha pasado nada. Cuando hay una turbulencia lo que debe hacer es tratar de mantenerse a flote y dejarse llevar a las orillas, si te lleva el agua pero debes mantener la calma, y lo principal es no meterse, esas aguas son muy traicioneras, lo principal es no ingresar a embalses o por corrientes”.
“Así como vas a entrando al río sientes el jalón, en esos embalses bajamos parados, tocamos fondo y de repente sientes cómo te descompones, pierdes la vertical, es como si te aventaran con la fuerza de 3 personas, por la velocidad del agua a veces te arranca el visor”.
El buzo señala que cada año en Celaya y la región encuentran tragedias como la de Lalo y Juanpi lo que dice es triste porque todo se puede evitar.
“Más que nada es eso, evitar ingresar a embalses o arroyos o ríos, no porque vean agua crean que es seguro, muchas veces conocemos los lugares pero en base a como vienen con corrientes hay muchos cambios y es el gran problema, hay ocasiones que vamos con alguna persona de la comunidad y dicen que ahí se meten y el problema es desesperarse.
“Si te metes a una alberca sabes que hay un fondo y una orilla firme, llegas, te agarras y no pasó más que un susto, en un río o embalse no hay orilla firme, puedes ver la orilla y llegar pero encuentras mucho lodo y nada de qué agarrarte. La sugerencia es no entrar porque esas aguas son mucho muy traicioneras debido a que hay movimientos, cambios de temperatura y eso es fatal”.
“Es ahí donde deberían verse reflejados los jóvenes, el daño y el dolor que causan en una situación de arrebato porque es eso, por rebeldía se van, se meten, hace su show y empezamos con los problemas”.

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