En medio de la confusión, la visión de Raúl con la camiseta blanca, con el siete a la espalda -se lo prestó Cristiano Ronaldo- después de tres años de exilio, resultó estimulante. El trofeo Santiago Bernabéu obró la magia del retorno del héroe y la ceremonia, arrollando protocolos.
El rey Juan Carlos recibió a Raúl en el palco, junto a toda su familia. Al bajar la escalerilla desde el palco, se le vio emocionado como nunca, con un notable derrame de lágrimas. Mientras la gente emitió algo parecido a un ladrido monstruoso: “¡Rauu…! ¡Raaau….! ¡Raaaau….!”.
Iker Casillas le pasó su brazalete de capitán a su antecesor retornado.
Raúl se entregó como un poseso a la causa de meter su gol. Cuando marcó, se fue al lateral y se señaló el dorsal en una concesión al populismo juguetón.
Después de tantos años, casi 20 desde que se puso esa camiseta blanca por primera vez, el siete y la hinchada se merecían una despedida feliz.
Casillas, sustituido al medio tiempo, se retiró cabizbajo al descanso y Raúl lo buscó para darle un abrazo. Después, se quitó la camiseta y se la brindó a Cristiano, su sucesor en el cuadro “merengue”. Al viejo capitán no se le escapa nada. Por algo ya es un mito.
Mítico Raúl
El trofeo Santiago Bernabéu obró la magia del retorno del héroe y la ceremonia, arrollando protocolos.