Ser esquizofrénico es como estar encarcelado en un sitio en el que no caben la lógica y la coherencia, como vivir en un mundo amurallado donde los lazos con el exterior están cercenados.
De acuerdo con el psiquiatra Omar Kawas Valle, la esquizofrenia es una enfermedad del neurodesarrollo y la neurocognición que se caracteriza por una pérdida de contacto con la realidad.
“Ocurren alteraciones en la percepción de los órganos de los sentidos que se llaman alucinaciones: pueden ser auditivas y visuales, pero también olfatorias, gustativas y táctiles”, explica el especialista.
Esto sucede porque el paciente comienza a perder conexiones neuronales, lo que provoca que poco a poco su tejido cerebral se deteriore, especialmente en los primeros cinco años después del diagnóstico.
“Si no se trata, empieza a perder tejido de forma irreversible y se va deteriorando progresivamente su capacidad funcional, de integración social y de valerse por sí mismo”, menciona Kawas Valle.
Por su parte, la psiquiatra Myrthala Juárez Treviño afirma que la esquizofrenia aflige al uno por ciento de la población mundial, siendo los más afectados los varones.
“En promedio aparece entre los 16 y 25 años de edad y los antecedentes familiares son responsables hasta en un 70 u 80 por ciento de los casos”, destaca la experta.
El factor hereditario eleva la posibilidad de padecerla en un 15 por ciento y ésta aumenta a 25 en caso de tener una madre o padre esquizofrénicos y en un 50, si son gemelos idénticos.
Aunque la persona tenga una predisposición genética, existen factores ambientales que hacen que se exprese o no: se piensa que aparece en la adolescencia porque es cuando empiezan las demandas sociales.
Cuando el joven empieza a romper el círculo familiar y a exponerse a otro tipo de estímulos y demandas adaptativas, descubre que no tiene la habilidad de hacerlo y empieza a desarrollar los síntomas, expone Kawas Valle.
“Mientras a más temprana edad aparezca, peor es el pronóstico, porque el deterioro va a ser mayor durante el transcurso de la vida”, advierte Juárez Treviño.
Pensamientos quiméricos
La enfermedad se caracteriza por dos grupos de síntomas: los positivos y negativos y en los primeros es donde se encuentran las alucinaciones y las ideas delirantes, señala el psiquiatra Omar Kawas Valle.
“Las más comunes son las alucinaciones auditivas. El paciente escucha voces que para él son reales y que son exactamente iguales que las que nosotros escuchamos.
“A veces son de personas conocidas, a veces no, le pueden decir una palabra, hablarle por su nombre o decirle ideas completas, incluso pueden llegar a darle órdenes o puede tener diálogo con ellas”, revela.
Las ideas delirantes pueden ser religiosas: cree que es un enviado de Dios o que está poseído por un espíritu diabólico, o de megalomanía: piensa que tiene información importante y es perseguido por fuerzas especiales.
Otras son paranoides en las que puede sentir que alguien controla sus pensamientos a través de la televisión, el radio o el internet, que le mandan mensajes ocultos o que pueden leer su mente.
Por otra parte, los síntomas negativos tienen que ver más con el aislamiento social y aplanamiento afectivo: está recluido, no habla con nadie, no le interesa hacer contacto con otras personas y por ende hay poca socialización.
“Pueden empezar a comer cosas extrañas, como bichos, por obediencia a estos delirios o por un apetito bizarro a causa de un sentido alterado”, comenta por su parte la psiquiatra Myrthala Juárez Treviño.
Existen varios subtipos de esquizofrenia, como la paranoide, la desorganizada y la catatónica, entre otras, en las que predominan unos u otros síntomas.
El diagnóstico es clínico y para hacerlo es necesario que se presenten por lo menos dos síntomas psicóticos dentro de un periodo de seis meses, afirma Juárez Treviño.
Por su parte, Kawas Valle resalta que es normal descubrir una fase prodrómica, en la que no se manifestaron los síntomas claramente, pero en la que algo ya andaba mal en el paciente.
“Cuando hacemos la historia médica vemos que desde los 12 años, a veces desde los 8, ya era aislado, poco sociable, con pensamientos repetitivos o extraños, y no llamaba la atención porque no daba problemas”, dice.
Aunque los síntomas son inconfundibles, y los psiquiatras los conocen bien, es importante examinar al paciente, porque un diagnóstico de esquizofrenia implica un tratamiento de por vida.
Discernir lo que es real
Un tratamiento farmacológico combinado con una rehabilitación psicosocial puede sacar adelante a un paciente con esquizofrenia.
Los medicamentos están dirigidos a regular una función anormal de la dopamina en el cerebro: niveles altos en la vía mesolímbica provocan los síntomas positivos, en cambio, niveles bajos en la vía mesocortical causan los negativos.
Medicamentos de primera generación como el haloperidol son efectivos en los positivos, porque bloquean el paso de dopamina en exceso, pero por esta misma razón agravan los negativos, dice el psiquiatra Omar Kawas Valle.
“El tratamiento farmacológico está basado en antipsicóticos de segunda generación, como la olanzapina, risperidona, quetiapina, ziprasidona, sertindole y el aripiprazol”.
Por la dificultad de que estos pacientes se adhieran al tratamiento existen varias presentaciones de los medicamentos: unos son de acción rápida y se utilizan en emergencias, generalmente cuando está violento.
Las alucinaciones, delirios y agresividad se controlan en semanas, aunque pueden permanecer ideas residuales que el enfermo debe reconocer para discernir entre lo real y lo irreal.
Esto se logra a través de un programa de rehabilitación e inclusión psicosocial, en donde se le educa para que identifique los síntomas, maneje su medicamento, controle situaciones estresantes y sea productivo.
“Hay gente que puede ser brillante en matemáticas, música o computación y eso le sirve para sostenerse en un futuro”, afirma por su parte la psiquiatra Myrthala Juárez Treviño.
Una remisión total de la enfermedad es posible, pero no es lo común, ya que las recaídas suelen ser frecuentes.
“Después de una recaída es más difícil la recuperación, por eso se les insiste en que una vez iniciado el tratamiento continúen con él”, expresa la psiquiatra.
Concepciones equivocadas
El escenario popularizado en series y filmes del paciente encerrado o en una habitación con paredes acolchadas y sometido con una camisa de fuerza no es del todo certero.
Si se intervienen rápidamente, la mayoría de los esquizofrénicos pueden tener una vida productiva, no al 100 por ciento, pero sí muy cercana a lo ideal.
“Pueden trabajar, tener relaciones de pareja, se pueden casar, no es lo más fácil por su problema de socialización, pero algunos logran hacerlo”, enfatiza el psiquiatra Omar Kawas Valle.
Otro estigma es que es violento y es proclive al suicidio, pero ocurre lo contrario: son frecuentemente víctimas de violencia y los individuos con trastorno bipolar o una depresión mayor tienen mayores índices, respectivamente.
Kawas Valle afirma que a lo largo del tiempo el concepto de la esquizofrenia ha ido evolucionando y ahora se considera que no es sólo un problema psicótico, sino también un problema de la cognición.
“Veo pacientes esquizofrénicos desde 1990 y en aquel entonces el objetivo del tratamiento era que el paciente no estuviera agitado o alucinando, que pudiera bañarse y comer sin representar un peligro para sí mismo.
“Luego vinieron descubrimientos sobre las cuestiones neuronales y se empezó a atacar los síntomas cognitivos. Antes decían que no se podía hacer nada, pero nuevos medicamentos permitieron cierta mejoría”, dice.
Algunos datos ‘esquizofrénicos’
Un 40 por ciento de los pacientes confinados en hospitales psiquiátricos son esquizofrénicos.
Las causas de internamiento involuntario legalmente aceptadas son cuando el paciente representa un riesgo para los demás, o para sí mismo, ya sea que desee hacerse daño o sea incapaz de cuidarse.
El paciente es muy dependiente, lo que tiene un impacto no sólo en él sino en toda la familia.
Aparece entre los 16 y 25 años y los antecedentes familiares son responsables hasta en un 70 u 80 por ciento de los casos.
La enfermedad se caracteriza por síntomas como alucinaciones e ideas delirantes.
Un tratamiento farmacológico combinado con una rehabilitación psicosocial puede ser la ‘solución’.