Es un árbol, pero para los pueblos nómadas del desierto es también mucho más que eso: una fuente de alimento por sus frutos; de medicina por sus hojas; de combustible por su leña y, aún más importante: su sombra enmarca la convivencia y la conversación.
Se trata de la sidra (no confundir con lo que en otros lares es el licor de manzana), un árbol cuyo nombre científico, Ziziphus spina-christi, hace alusión a otro de sus rasgos simbólicos, pues según algunas tradiciones es la planta de la que salió la corona de espinas del Mesías.
El árbol de sidra ha tenido un alto significado para el pueblo de Qatar desde hace siglos y desde finales de 2011 inspira también la arquitectura de uno de los más flamantes nuevos edificios de este emirato del Golfo Pérsico: su Centro Nacional de Convenciones (CNCQ), situado en Doha.
Inaugurado en diciembre de 2011, en ocasión del 20° Congreso Mundial del Petróleo, el CNCQ es un coloso de vanguardia de 177 mil metros cuadrados diseñado por el laureado arquitecto japonés Arata Isozaki, el autor del Palau Sant Jordi, en Barcelona; el Kyoto Concert Hall, en Japón o la Torre Isozaki, en el complejo CityLife de Milán.
El moderno recinto expositor qatarí resume dos lenguajes arquitectónicos contrastantes: la limpieza formal y funcionalidad minimalista que caracteriza a los edificios de su tipo y las expresivas y orgánicas reminiscencias vegetales que asoman en una fachada de fantasía, evocando sendos troncos ramificados para sostener de manera espectacular un voladizo de más de 250 metros de largo.
Complejidad y sencillez
Diseñado en 2004 por encargo director del emir, el CNCQ se asienta en el Campus de más de mil hectáreas de la Fundación Qatar, iniciativa gubernamental establecida para conducir a largo plazo el tránsito de una economía basada en el petróleo a otra sustentada en la “economía del conocimiento”. Vecinas del recinto son las sucursales qataríes de las universidades Weill Cornell, Texas A&M y Georgetown, así como el Parque Científico y Tecnológico de Qatar y el Centro Médico Sidra.
El complejo está dividido en dos elementos: uno es el centro expositor: una vasta caja rectangular a un solo nivel donde se alinean siete salas de exposiciones con 12 metros de altura libre y una superficie total de 34 mil metros cuadrados.
El otro elemento, el que está resguardado por las llamativas columnas en forma de árbol, tiene una planta diseñada en T, cuyo extremo más angosto se conecta con el centro expositor. Su planteamiento interno es más complejo, pues en tres niveles acomoda otras dos salas de exhibición, tres salas de conferencias, un auditorio, un gran salón de recepciones, un teatro para espectáculos escénicos con dos mil 300 asientos y 52 salones de negocios de dimensiones flexibles.
Densas y esculturales, las columnas del CNCQ son sin duda su elemento distintivo. Producto de sofisticados cálculos matemáticos y modelado en computadora, son estructuras hechas con tubos de acero que fueron diseñadas por equipos de ingenieros entre Londres y Tokio; manufacturadas en Malasia y ensambladas definitivamente en Doha.
Con este elemento, el CNCQ se conecta simbólicamente con el pasado de Qatar, pues a la sombra de la sidra es que se congregaban poetas y maestros para compartir sus conocimientos, siendo así un faro de sabiduría en medio del desierto.
Excelencia sustentable
Su generosa y flexible dotación de espacios ha permitido al CNCQ recibir lo mismo grandes exposiciones especializadas, que eventos de agencias de la ONU, banquetes, lanzamientos mundiales de autos deportivos y espectáculos que van desde conciertos de la Filarmónica de Qatar, que el “Ricardo III” de Kevin Spacey.
Los impulsores del Centro no han escatimado en equiparlo con la más avanzada tecnología, a fin de meterlo de lleno en la competencia con los grandes recintos feriales del mundo, en la conciencia de que el turismo de convenciones en Qatar sobrepasa cuatro más veces al del placer.
La estética también ha sido un elemento a cuidar, no sólo en la decoración, donde afloran por igual los muros recubiertos con malla metálica del teatro que los candiles automatizados en forma de flor, en el salón de eventos, sino también grandes obras de arte, como la araña de Louise Bourgeois, “hermana” de la que custodia el Guggenheim Bilbao, que se ve en el vestíbulo principal.
Más allá de hacerlo bonito, los impulsores del CNCQ tuvieron claro desde un inicio que querían hacerlo sustentable. Con ambición, la colosal construcción se planteó para cumplir con las especificaciones de la certificación LEED Oro.
Parte estelar de esa estrategia son los más de tres mil 600 metros cuadrados de páneles solares instalados en el techo del edificio y que, aprovechando la generosa insolación del desierto proporcionan hasta el 12.5% de las necesidades de electricidad del centro expositor.
El inventario de sustentabilidad también abarca sistemas para ahorro y reciclaje de agua, módulos automatizados de control climático, sistemas de iluminación LED de bajo consumo en todas las salas de exhibición y dos parques de estacionamiento que esconden más de tres mil cajones bajo cubiertas ajardinadas.

Con información de: CNCQ, Archello y Gulf Times.

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