Hoy se concreta un hecho que ya se había firmado desde aquella tarde del 9 de septiembre en Flushing Meadows cuando Rafa tomó la cancha de la Arena Arthur Ashe y se enfrentó encarnizadamente a Novak Djokovic para alzarse con el segundo US Open de su carrera: Rafael Nadal es una vez más el número uno del mundo.
Fue un gran año para el español que apenas empezó a jugar en febrero tras una lesión que lo mantuvo fuera de las canchas durante siete meses. Y, contrario a lo que cualquiera se hubiese imaginado, volvió recargado, mostrándonos la mejor versión de sí mismo hasta ahora.
Atrás han quedado los fantasmas de la elimincación en primera ronda de Wimbledon, atrás las pesadillas de un Novak Djokovic que ya le robaba el sueño a un Nadal que no encontraba la manera de vencerlo. El manacorí ha evolucionado y ha cambiado su estilo de juego. Hoy vemos a un Nadal que se planta con fortaleza y agresividad, que gana apelando a una imbatilidad que se refleja en una pelea incansable por cada punto, a un servicio veloz, a un estilo más agresivo y a un revés que parece incomprensible en la mente de los mortales.
Podríamos cuastionarnos si este espectacular y prodigioso tenista no pudo haber tenido una carrera aún más grandiosa si no hubiera batallado con tantas lesiones, pero pareciera que es cuando vuelve de dichas ausencias obligadas cuando más dominante se torna su juego: en el 2010 volvió de una lesión que sufrió en el 2009 y le impidió defender su título en Wimbledon y que le costó perder Roland Garros por primera vez en su carrera, para refrendar dichos títulos y cerrar el año con su primera victoria en el US Open (así cerrando el Grand Slam de su carrera) y ahora Nadal ha vuelto a las canchas con un dominio que abruma a sus rivales y que lo proclama como “El Rey de la tierra batida y del cemento”.
Su dominio en tierra batida no es novedad, ha sido su insignia desde que lo vimos jugar por vez primera, pero este año Rafa se hizo de una fortaleza espectacular en cemento y no fue sino hasta este domingo que perdió por primera vez sobre esta superficie, además cabe mencionar que sólo perdió dos sets en todo el US Open, la gran corona que cerró su vuelta arrolladora por Norteamérica.
Para ganar sus dos Grand Slams de este año “El Matador” tuvo que montar dos duelos épicos contra Novak Djokovic, quien había sido imbatible durante los dos últimos años (Nadal había sido prueba de ello). El primero fue en París a cinco sets en una semifinal que marca época y dio cátedra del buen tenis con un Nadal que se rehusó a morir en la superficie que lo ha pasado a la historia. La segunda fue la ya mencionada batalla en Flushing Meadows que vio contrastes de poder durante el juego con Rafa dominante al primer set y dominado al segundo y mitad del tercero, logrando regresar de maravilla para llevarse ese y el siguiente set y así cerrar a su favor un capíulo más en una rivalidad que se está convirtiendo en la más grande nuestra época e incluso podría superar a aquella que montó el mismo Nadal contra “Su Majestad”, Roger Federer.
Esta justa contra Nole se ha dado en 38 ocasiones (22-16 a favor de Nadal) y fue eclipsada siempre por la que Nadal tenía contra Roger hasta el 2010, posteriormente iniciaron una racha de partidos que los encontó en cuatro finales consecutivas de Grand Slam siendo la más destacada la del Australian Open 2012 (con resultado a favor de Djokovic). Novak había empezado a ejercer un dominio sobre el español que sólo se rompía en tierra batida e incluso este año se temió que ni la arcilla podría proteger a Nadal de la inexorable furia de Novak cuando éste derrotó a Rafa en la final de Montecarlo, torneo en el que no perdía desde hace años. Pero Nadal aprendió la lección: mejoró, cambió ligeramente su forma de juego y se volvió la máquina ganadora que vemos actualmente.
Con todo y estas victorias, nada está definido en esta rivalidad (prueba de ello es la victoria del ahora número dos del mundo sobre Nadal en la final de Beijing), Nadal y Djokovic seguirán cruzándose en partidos disputados a muerte en los que rara vez se verá que uno le gane con facilidad al otro.
Nadal no tiene límites, esta desenfrenado y arrancó este año con un hambre de ganar que parece insaciable, jugando cada punto con una emotividad conmovedora, celebra todo lo que consigue como si fuese aquel Wimbledon del 2008 que lo puso por vez primera arriba de Roger Federer en el ránking mundial. Aquellos que lo observaron durante este año lo podían ver gritando en la cancha tras los puntos obtenidos a su favor, entregado por completo a un fin que se terminó por hacer realidad. Rafael Nadal es hoy por hoy, gracias a su sudor, esfuerzo y ferocidad, el mejor tenista del orbe, tiene entre ceja y ceja la marca de Sampras e incluso la del eterno Roger Federer y, si nadie lo detiene, podría alcanzar la cúspide que lo enaltezca como el más grande de todos los tiempos.
¡Nadal ha vuelto!