Abandonó su empleo en el consulado cubano en Ciudad de México poco después de su detención por las fuerzas de seguridad mexicanas debido a su supuesta relación con Lee Harvey Oswald, el hombre que la historia oficial señala como el asesino de John F. Kennedy y, según diversas fuentes, su amante. Silvia Durán vive hoy retirada en Ciudad de México y este viernes 22 de noviembre, el día en que se cumple medio siglo del magnicidio, cumplirá 76 años.
Al día de hoy, Durán sigue negando haber mantenido encuentros sexuales con Oswald porque, sencillamente, no lo encontraba “atractivo”. “Please!”, exclamó la mujer en inglés y en tono de burla cuando Philip Shenon, autor del libro JFK. Caso Abierto logró entrevistarla brevemente en México el pasado mes de abril, junto a la corresponsal Alejandra Xanic, quien  encontró a una mujer que no quería ser hallada.
Durán negó en ese encuentro con Shenon -periodista del diario The New York Times-, los innumerables informes y rumores, investigados pero nunca confirmados por la conocida como Comisión Warren.
A finales de septiembre de 1963, dos meses antes del magnicidio, Oswald viajó desde Nuevo Laredo a bordo del autobús 516 que le conduciría a Ciudad de México. Con tan sólo 24 años, todo apuntaba a que Oswald iba a cometer su segundo acto de defección intentando desertar hacia territorio cubano, por lo que buscó ayuda para obtener una visa con la que llegar a La Habana en las embajadas de Cuba y la Unión Soviética en el DF.
El primer intento de renunciar a su pasaporte norteamericano lo realizó en 1959.
El régimen de Krushev se deshizo disimuladamente de Oswald enviándolo a Minsk, después de que éste intentara suicidarse en la bañera de su hotel moscovita.
Oswald regresó a EU en 1962, aunque lo hizo casado con Marina, una joven que tenía 19 años.
La pista mexicana apenas fue investigada por la Comisión Warren, algo que torturó hasta la muerte por suicidio en 1971 a Charles Williams Thomas, diplomático estadounidense y nombrado en 1964 -por tres años- agregado político en la embajada de EU en México.
En el año 1965, Elena Garro, novelista mexicana, relató al diplomático estadounidense una historia que llenaría de dudas el resto de sus años de vida: Thomas, conoció en el otoño de 1963 a Oswald en una fiesta de simpatizantes de Castro, en la que había otros dos norteamericanos.
En aquella fiesta también se encontraba el diplomático cubano Eusebio Azcue, que gestionaba las visas en la embajada cubana y sobre quien Garro aseguraba haber oído hablar abiertamente de su deseo y esperanza de que alguien asesinara al Presidente norteamericano porque representaba una amenaza para la revolución cubana y la vida del régimen de La Habana.
Garro contó a Thomas que aquella noche también estuvo Silvia Tirado, joven de 26 años, de notable belleza, pariente suya y que trabajaba para Azcue en el consulado cubano en el DF.
Garro no es la única que aseguraba que Durán había vivido una aventura con Oswald. Los informes de los interrogatorios de la Policía Secreta mexicana prueban que cuando a ésta se la interrogó tras el asesinato, se le preguntó si había tenido relaciones íntimas con Oswald, lo que implica que sabían del hecho.
También existe una información de la CIA de 1967 en la que un informante de la Agencia –un artista mexicano, explica el libro de Shenon- cuenta cómo Silvia le contó que había tenido una aventura con Oswald. De vuelta a Washington y relegado a un segundo plano que acabó por apartarle de la carrera diplomática, Thomas se sintió en la obligación de escribir un memorándum dirigido al Secretario de Estado del entonces presidente Richard Nixon, que llevaba el siguiente título bajo la rúbrica de Confidencial: “Asunto: Investigación sobre Harvey Oswald en México”. La CIA le contestó que no veía necesidad de investigar.
Allí murió la pista mexicana y dos años después se descerrajaría un tiro en la sien el diplomático norteamericano al que no escucharon.  La clave del asesinato de JFK podría estar en la Ciudad de México y ha costado la vida, al menos, a una persona, aunque muchas callaron por miedo.
“Nos asustamos al percatarnos de que mucha gente involucrada moría en circunstancias misteriosas”, confió a Shenon Francisco Guerrero, sobrino de Elena Garro.
Guerrero, 23 años y universitario cuando murió Kennedy, asistió a la fiesta en que su tía encontró a Oswald. Este prominente periodista mexicano asegura que él también vio a Oswald. “Pero nunca quise hablar”, explica en el libro. Como muchos otros, tenía miedo. Quizá Silvia Durán esté entre esos otros.

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