La obesidad suele esconder conductas dañinas y prácticas pocas saludables que deben atenderse para lograr mejores resultados en el tratamiento de la enfermedad.
Sin embargo, aunque el aspecto psicológico también es parte del problema, no se toma en cuenta.
“Falta mucha información y toma de conciencia, los pacientes desligan el aspecto emocional de la obesidad”, señala el psiquiatra José Castillo Ruiz.
“Pero no saben que necesitan atender factores que pueden estar alterando su apetito como el estrés, la ansiedad, la depresión y las fallas en la imagen corporal”.
Las personas obesas necesitan abordar el problema de manera multidisciplinaria, y ese trabajo incluye el apoyo emocional.
“No tienen que esperarse a tener repercusiones en su vida para acudir con el psiquiatra”, comenta Castillo Ruiz.
El problema es que existe mucha negación por parte de los pacientes, no son conscientes de su enfermedad y mientras, se autoengañan con dietas y medicamentos que en nada los benefician.
“Es fundamental trabajar con su imagen corporal, porque ésa se queda grabada en el cerebro, y aunque se hagan una cirugía, seguirán viéndose obesos”, manifiesta el psiquiatra Christus Muguerza.
Por su parte, la psicóloga Melissa Bennett Vidales, señala que la obesidad está relacionada a diversos problemas psicológicos que la persona no ha aprendido a resolver, y la comida le sirve como válvula de escape.
“Los pacientes convierten esta válvula de escape en un círculo vicioso, el cual en un principio es difícil darse cuenta y después es difícil interrumpir”, explica la terapeuta familiar.
“La obesidad siempre está relacionada a alguna problemática de vida, por lo general, cuando empiezan a ganar peso se debe a algún conflicto familiar, de pareja, económico o social, y en la comida ven una salida para canalizar su soledad, depresión, ansiedad o estrés”.
Dicha salida se convierte en un bienestar temporal, pero no soluciona sus conflictos. Generalmente, el paciente se encuentra con dos problemas: el que tenía en un principio y el sentimiento de culpa por haber abusado de la comida.
“Hay quienes piensan que no necesitan apoyo psicológico o les da vergüenza pedir ayuda, pero si ya se tomó la decisión de tratar la obesidad y llevar una vida más saludable es importante identificar cuáles son los problemas que están causando los excesos en la comida y en el peso para lograr un cambio completo: externo e interno”, comparte Bennett Vidales, quien enfatiza que la ayuda psicológica debe formar parte de un tratamiento integral de la obesidad.
El cambio en la forma de pensar y en adoptar hábitos más saludables es más fácil cuando el paciente cuenta con las herramientas necesarias para mejorar también su salud mental, seguridad y autoestima.
“No significa que el psicólogo resolverá el problema de obesidad, sino que trabajará junto con el paciente para que éste logre un cambio en su estructura de pensamiento que le ayude a valorar su salud física y al mismo tiempo, su salud emocional”, añade la psicóloga.
Salud es primero
Eva María Trujillo Chi Vacuán, especialista en trastornos de la conducta alimentaria, indica que detrás del peso se pueden ocultar una gran cantidad de conductas y prácticas poco saludables, incluso en personas con un peso promedio.
“El énfasis general sobre la apariencia y el control de peso pueden promover comportamientos de trastornos de la conducta alimentaria”, comparte.
“Por ejemplo, si en el ambiente social de un niño o un adolescente se aprueba una preferencia por la delgadez y se le da importancia al control de peso, esto puede contribuir a un disgusto corporal y una preocupación por engordar que los lleve a una baja autoestima, a hacer dietas y tener prejuicios sobre el peso”.
Ante esta situación, más que enfocarse en el peso, debe prestarse atención a la salud para evitar daños a la imagen corporal y comportamientos alimenticios.
“En la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 (ENSANUT) las conductas alimentarias de riesgo más frecuentes en adolescentes mexicanos fueron: preocupación por engordar, comer demasiado y perder el control sobre lo que se come”, argumenta Trujillo Chi Vacuán.
“En las mujeres, la principal conducta de riesgo fue la preocupación por engordar (19.7%), mientras que en los hombres fue hacer ejercicio para perder peso (12.7%). En las mujeres fue más frecuente que en los hombres hacer ayuno, dietas, tomar pastillas, diuréticos y laxantes para intentar bajar peso”.
Dicha conductas pueden estar relacionadas con la epidemia de obesidad en el País, ya que muchas de ellas están asociadas con trastornos de la alimentación como el trastorno por atracón donde más de la mitad de quienes lo padecen tienen sobrepeso u obesidad.
“Existen estudios alrededor del mundo que han encontrado menores tasas de alimentación desordenada en intervenciones basadas en la promoción de una dieta saludable y en patrones de actividad, en lugar de enfocarse sólo en el peso”, advierte la directora médica de Comenzar de Nuevo.
“Estos resultados enfatizan la viabilidad de promover simultáneamente el autoestima corporal y el comportamiento de un estilo de vida saludable”.