Ya casi es mediodía y el sol no aparece: hace frío y el cielo luce gris. Sin embargo, al bajar la mirada -a nivel de piso- el paisaje es colorido y se siente cálido el ambiente.
La Plaza de Ponchos, en Otavalo (a 96 kilómetros al norte de Quito) es el escenario. Decenas de puestos exhiben sus vistosos textiles a lugareños y paseantes.
El enorme tianguis fue creado en 1929, pero presume con una tradición en tejidos de varios años atrás.
Además de los famosos ponchos, esa abrigadora prenda rectangular con una abertura al centro para pasar la cabeza, y que se ha convertido en emblema de Ecuador; también se venden tapices, alpargatas, artículos de cuero, sacos, gorros, guantes, chalinas, vestidos, blusas bordadas y bufandas elaboradas principalmente con lana de oveja, llama y alpaca.
Son los quichuas, descendientes incas en Ecuador, quienes se encargan de hilar en telares tradicionales estos tejidos y luego los venden, mayoritariamente a los extranjeros.
“Pero si soy morenito, acuérdese que yo gano en pesos, seño”, argumenta a una pareja de artesanos locales, un hombre que dice ser mexicano. Parece que les ha parecido simpático, pues de 20 dólares (260 pesos) que costaba una cobija de alpaca, se la han dejado en 17 (unos 220).
El regateo bien lo vale, hay que recordar que desde 2000, la moneda oficial en Ecuador es el dólar estadounidense, en sustitución del sucre.
Una chica extranjera de ojos rasgados y pelo muy lacio vacía su bolso y coloca sus pertenencias en una shigra, colorida bolsa de fibras naturales bordada a mano, típica de Ecuador. Como ella, muchos otros lucen emocionados con sus compras y de inmediato las estrenan.
Matías y Paloma, mochileros provenientes de Chile, admiran el masivo espectáculo del tianguis desde el balcón de un bar ubicado frente a la plaza.
Las compras los han deshidratado, así que ya van por su tercera cerveza del día; Pilsener, la más popular del País, ha sido su continua elección. Ya no regresarán al mercado, no tienen más espacio en la maleta para una prenda más.
Cuentan que se han hospedado en un hostal cercano a la plaza para disfrutar de este pequeño poblado con calma, en dos días.
El primero lo utilizaron para practicar senderismo en la Reserva Natural Cotacachi Cayapas y observar la Laguna de Cuicocha, de aguas entre azul oscuro y gris, dentro de un cráter volcánico formado hace unos 3 mil años.
Tanto ese parque como la cascada de Peguche y el Lago San Pablo hay que caminarlos cuando se visita Otavalo, concuerdan los chilenos. Las panorámicas regalan bosques, nubes, agua que fluye, y siempre durmiendo al fondo, los volcanes Cayambé, Imbabura y Cotacachi.
Aunque esta velada, antes de su partida, no estará llena de naturaleza. Los otavaleños les han vaticinado que la noche aquí está llena de música y vida, así que ya cuentan las horas para recorrer los bares de este pequeño pueblo, al norte de Quito.
El poncho más famoso
Hablando de ponchos, uno de los más famosos portadores de esta prenda fue Clint Eastwood, en las cintas del género spaghetti western que se popularizó en los años 60. De acuerdo con entrevistas de diversos años, fue de Eastwood la idea de utilizar el poncho, y hasta la fecha conserva el original.
Se desconoce si era boliviano, ecuatoriano, chileno o hasta mexicano; lo cierto es que ahora se venden distintas réplicas en esta plaza ecuatoriana, algunas cuestan más de 100 dólares (mil 300 pesos), cosa que no desincentiva a los fanáticos del que apodaran Blondie en El Bueno, el Malo y el Feo (1966).

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