Esta ciudad, emblemática para el zapatismo desde hace 20 años, pasó de las armas a las bengalas.
Justo donde el subcomandante Marcos apareció de manera pública el 1° de enero del 1994, ayer tocó la marimba.
Cientos de turistas caminaron y celebraron el Año Nuevo con abrazos efusivos, brindis con vino tinto y pirotecnia.
“Tírale, tírale”, pedían unas japonesas a un mexicano. La primer fotografía del año.
“¿Dónde estuvo Marcos?”, inquirió un joven argentino.
“Cinco, cuatro, tres, dos, uno… Feliz año nuevooo”, se escuchó al unísono en el Centro Histórico.
El 21 de diciembre de 2012 fue la última vez que integrantes del EZLN reaparecieron en esta ciudad, una de las siete tomadas de manera simultánea por el movimiento insurgente en 1994.
La marcha ocurrió a un día del 15 aniversario de la matanza de Acteal y en el inicio de una nueva era según el calendario maya.
“¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo. El día que fue el día, era noche. Y noche será el día que será el día”, expuso Marcos tras la marcha de los encapuchados.
Pero ayer italianos, españoles, argentinos, búlgaros, austriacos, estadounidenses y de otras partes del mundo ocuparon la Plaza Principal de este municipio, ubicado a 86 kilómetros de Tuxtla Gutiérrez.
“San Cristóbal es único, es único”, afirmó entusiasmado el italiano Cassido, quien vino con seis amigos.
La calle Miguel Hidalgo, junto al Palacio Municipal, se abarrotó de turismo, que ocupó el 99% de los cuartos de hospedaje disponibles.
Los bares “Makia”, “Vintage House”, “El Rincón del Vino”, “Praga Bar” y “La Galería”, esta última famosa por ser casa de Diego Mazariegos, fundador de San Cristóbal en 1528, fueron los más ambientados.
En esta esquina aún abre una farmacia que fue saqueada hace 20 años por los zapatistas para llevar medicinas a sus comunidades.
Ahí también la gente bailó todo tipo de ritmos, desde lo guapachoso hasta lo electrónico, que provenían de los bares.
“Felices, muy contentos de estar aquí en tierra zapatista”, indicó Ricardo Garza, de Nuevo León, con una copa de sidra en mano.
“Chiapas es bello, pero San Cristóbal lo es más. Siempre nos gusta recibir el año aquí”, comentó al cuarto para las 12 don Julio Fuentes, de Veracruz, y quien no se despegó de la marimba.
Afuera de la Catedral, que albergó el proceso de paz, las familias prendieron la mecha de la pirotecnia, pese a los 8 grados centígrados y la llovizna intermitente.
Los indígenas, principalmente de Chamula, también pasaron el Año Nuevo en estas calles, pero en la vendimia, ofreciendo sus artesanías y dulces al turismo, que estaban en pleno jolgorio.
Hace 20 años a las 12:30 de la medianoche los zapatistas hirieron a balazos a un judicial, ingresaron al Ayuntamiento y calcinaron sus archivos.
Con los muebles oficiales levantaron barricadas, declararon la guerra al Gobierno y se retiraron en la madrugada del día siguiente.
Su huella quedó en las paredes de San Cristóbal. “Mexicanos nos fuimos a Rancho Nuevo, después a Tuxtla, ya no habrá descanso, gracias coletos. No queremos TLC, queremos libertad, viva el EZLN”.
Algunas consignas del movimiento rebelde aún se notan en los muros en esta ciudad de 190 mil habitantes.
Los zapatistas también celebraron su surgimiento en sus bastiones de La Realidad, Roberto Barrios, Morelia y La Garrucha, junto a cientos de simpatizantes con la causa insurgente.
En San Cristóbal, el zapatismo fue sólo un recuerdo.

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