“No me atrevo a hablar del clima en la Patagonia. Aquí es totalmente impredecible”, se disculpa Enrique Seoane, nuestro guía.
Pero hoy la suerte está de nuestro lado. El cielo luce totalmente despejado, y el sol, aunque no calienta mucho, brilla con intensidad.
Recién llegamos a Punta Arenas, localidad portuaria a orillas del Estrecho de Magallanes, en el extremo sur del continente.
Desde el mirador Cerro de la Cruz se tiene la mejor panorámica: bajo el sol del mediodía centellean los tejados multicolores que hablan del pasado glorioso de esta ciudad.
“Hasta la apertura del Canal de Panamá, en 1914, Punta Arenas fue uno de los puertos más importantes del mundo. Los habitantes utilizaban los restos de barniz de los barcos que atracaban aquí para pintar los tejados de sus casas”, explica Enrique.
Hoy en día, la mayoría de las embarcaciones del puerto son cruceros turísticos que exploran la Patagonia. Nuestra ruta tiene como destino final la ciudad de Puerto Natales, 250 km al Norte. En auto, el trayecto se realiza en menos de tres horas, pero navegando entre los canales patagónicos, el recorrido nos llevará dos días.
Entre fiordos y canales
Muy temprano zarpamos bajo el cielo encapotado. Desde la cubierta del barco, vemos los tejados de Punta Arenas perderse en la distancia. El viento frío nos recuerda la proximidad de la Antártida. El primer tramo de la ruta se realiza por el Estrecho de Magallanes, que separa tierra firme de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Al llegar al cabo Froward, el punto más austral de la masa continental de América, viramos hacia el Norte y nos adentramos por estrechos canales.
A partir de este punto, los Andes patagónicos vigilarán todo nuestro trayecto, convirtiendo la travesía en un constante transcurrir de imponentes picos nevados.
El segundo día de navegación, mientras el crucero desvía la ruta hacia el Fiordo de la Montaña, el sol se abre paso entre los nubarrones para crear patrones de luz y sombra sobre el agua.
A lo lejos, como un gran parche blanco, al pie de la cordillera, aparece el glaciar Bernal, al que nos acercamos a media tarde en una breve expedición a bordo de lanchas Zodiac.
La puesta del sol adorna el regreso al crucero. Al anochecer las nubes ceden y nos regalan un cielo del fin del mundo estrellado, durante la última parte del trayecto a través del Golfo Almirante Montt.
Torres del Paine
Desembarcamos en Puerto Natales al amanecer. Esta pintoresca ciudad de apenas 20 mil habitantes es la puerta de entrada al tesoro más preciado de la Patagonia Chilena: el Parque Nacional Torres del Paine.
Para llegar ahí hay que tomar la Ruta 9, mejor conocida como la ruta del Fin del Mundo, un trayecto de 120 km de caminos rectos flanqueados por paisajes llenos de pampas y rebaños de ovejas y guanacos.
Parece que el clima nos sonríe nuevamente. El cielo patagónico de hoy, totalmente despejado, nos permite admirar ya desde la carretera los tres enormes macizos de granito que semejan torres y dan nombre a este lugar.
Una vez habiéndonos internado en el territorio del parque, seguimos el recorrido en auto, sin olvidar detenernos en el camino para fotografiar las principales cumbres: los Cuernos, el Paine Grande, y el Monte Almirante Nieto.
Aunque no tenemos tiempo de realizar alguno de los circuitos de senderismo que le han dado tanta fama al lugar, continuamos hasta el mirador que promete una de las postales más imperdonables que resguarda este cielo sureño: el gigantesco y azulado glaciar Grey.
De tanto en tanto, con el característico estruendo que hace el hielo al quebrarse y desprenderse anuncia el encuentro.
Navegar hacia el fin del mundo
Desde el colorido puerto de Punta Arenas hasta la pintoresca ciudad de Puerto Natales, los canales de la Patagonia ofrecen un impresionante paisaje he