Para ser valiente y evitar desmayos, beber sangre humana es esencial, más si brota de la cabeza de algún descalabrado; o al menos ésa es la experiencia de Carmelita López Sánchez, quien desde los 17 años es partera.
“Ando con un dolor en la espalda que no me deja desde hace días”, comentó don Lupe Flores cuando subía a uno de los camiones de turismo que lo llevarían junto con 120 personas a presenciar el Primer Informe de Gobierno de la alcaldesa de León, Bárbara Botello Santibáñez, el pasado 30 de septiembre.
“Seguro que tiene chueco un ligamento, déjeme le doy una tarjetita para que me busque en mi consultorio; doy masajes para todas las torceduras, también atiendo partos; soy partera profesional desde hace muchos años”, dijo Carmelita, quien heredó de su mamá el oficio de recibir bebés a domicilio con métodos tradicionales y quien en la actualidad labora en la colonia CTM de León.
Primeros años
como asistente

La partera, originaria del rancho San Dieguillo en Silao, Guanajuato, contó que cuando cumplió 8 años recibió de regalo de su mamá Vicenta Sánchez García, el primer conocimiento para el trabajo en los alumbramientos.
“Aprendí a inyectar y mi mamá me ponía a picar a la gente cuando ella estaba ocupada. Me enseñó a sacarle el aire a la medicina para no hacer un moretón”, contó, a la vez que simuló golpear una jeringa con su dedo índice.
Al cumplir 16 años, Carmelita se casó y fue un año después que aprendió a ser “doula” (acompañante de las parteras).
En la actualidad existe sólo una escuela de parteras profesionales en el estado, que ofrece la carrera técnica de partera y se ubica en San Miguel de Allende.
“Cuando yo empecé a ver partos tenía 17 años. Mi mamá desde niña le aprendió a mi abuela y yo tengo dos parteritas, una que ya estudió para trabajar en el Seguro y otra está estudiando”, señaló a la vez que pasaba sus manos arrugadas entre su cabello corto, teñido de rojo y raíz canosa.
Estudios en Cruz Roja
Al llegar a este punto, el calor dentro del autobús apenas se mitigaba con el aire que corría por las ventanillas abiertas, y el aroma a sudor, mezclado con aromatizante de vainilla, persistía en el ambiente.
“Cuando recibí al primer bebé fue bien bonito, luego luego aprendí”, remembró.
Después de ocho años de ser partera empírica, Carmelita inició sus estudios de primeros auxilios en la Cruz Roja.
“En la escuela me mareaba de ver la sangre y fue cuando el doctor José Antonio Chávez me dijo -no, espérate hija, tú me gustas para que trabajes en esto- y agarró a un señor descalabrado que tenía sangre, la agarró con las manos y me hizo tomarme la sangre, me tuve que tomar toda la manota del doctor llena de sangre y de ahí perdí el miedo; muchas se desmayaban y las mandaban para su casa”, narró al tiempo que formó una cuenca con sus manos y replicó la ingesta sanguínea.
Este año la escuela de parteras instruye a 36 alumnas que cursan tercer y quinto semestre de la carrera, y aceptan prioritariamente a jóvenes que aprendieron de sus parientes.
La carrera dura cuatro años, tres de estudios y uno de servicio; además, está incorporada a la Secretaría de Educación y al término la estudiante puede obtener cédula profesional, según indica la página oficial de Parteras Profesionales de Casa, A.C.
“Yo estudié primeros auxilios y después iban del DIF de Silao al rancho para enseñarnos; le eché muchas ganas, había niños que venían atravesados y los teníamos que voltear”, rememoró.
La voz y la risa de la partera se escuchaba al menos en los asientos del lado izquierdo y la primera fila de atrás, donde los pasajeros que son vecinos de Carmelita, escucharon las anécdotas, pusieron caras de asombro, rieron y en ocasiones dijeron algún chascarrillo.
Primeros trabajos
Antes de atender en la colonia CTM, donde tiene más de 20 reconocimientos colgados en las paredes de su consultorio, Carmelita recibió bebés en una casa de la colonia Benito Juárez y en Los Presidentes.
“Se me juntaban cinco o seis partos en un día, les cobraba 800 pesos y 50 la consulta, me iba en el caballo hasta lloviendo, nomás me amarraba bien la mochila donde llevaba las cosas para atender al bebé.
“De repente llegaba al rancho y la gente inocente decía que su nuera estaba llore y llore y que se le escuchaba llorar entre las piernas y yo les decía pues sí, es un niño, -oiga pero apenas hace un mes que se casó- decían y yo les respondía que la muchacha se comió la torta antes”, recordó, soltando una carcajada junto con las seis personas que la escucharon.
Los instrumentos que usa la partera en sus recibimientos son perilla, gasas, alcohol, pinzas, tijeras y estetoscopio, “que es la bocinita”.
La confunden con la Reina del Sur
Eso sí, Carmelita aclaró que sólo atiende partos normales que cuida desde un principio y los casos difíciles los manda a hospitales.
“Hace como 20 años que se me juntaban los partos y una vez me mandaron a los policías porque entraba y salía mucha gente y ellos pensaban que era narcotraficante, ese día eran las 8 de la noche, yo estaba con los coritos de la Biblia y llegaron tres camionetas con cinco monos encapuchados cada una, armados con rifles, se recargaron en las paredes como si fuera yo la Reina del Sur; me preguntaron que qué atendía y ya le dije, -pues lo que lee ahí, partos, torceduras- le enseñé mis constancias del Centro de Salud, de Parto Limpio, del Seguro, mi diploma de la Cruz Roja, y ya me dijo que le sobara el brazo”, explicó al mostrar sus dientes entre risas y sonrisas.
-¿Cuántos bebés ayudó a nacer?
-“Uuuuuuuuuuu muchísimos, unos se fueron a vivir al otro lado, unos seis son maestros, como quince ingenieros, médicos, conozco a cuatro de los que yo ayudé”.
-¿Ahora cuántos partos atiende al mes?
-“Últimamente son muy poquitos, uno o dos cada seis meses, se bajó el trabajo por el Seguro Popular, los Centros de Salud, consultas de trabajo prenatal, Centro Materno”.
-¿Cuánto cobra por parto?
-“Yo cobro 3 mil 500 (pesos), desde que empieza el embarazo atiendo, le vigilo a su bebé, que ella no venga anémica, que el bebé no se esté ahorcando con el cordón umbilical, cobro 50 pesos de consulta, pero me sale más de dar pláticas prenatales para que usen condón, que las inyecte o ya de a tiro las convenzo para que se pongan dispositivo intrauterino”, comentó.
La labor social
La importancia de ser partera, al menos en las comunidades y rancherías, es vital para el desarrollo del poblado, pues de no existir, algunas mamás de escasos recursos o con limitantes para trasladarsea un hospital, no tendrían ayuda para el nacimiento de sus hijos.
“Para mí es muy importante salvar a los niños, a la madre”, dijo con orgullo al alzar la voz, la cabeza y sacar el pecho.
A sus 63 años, las ocasiones en que Carmelita se sorprendió más fue cuando le tocó atender los partos de dos niñas de 11 años en comunidades distintas.
“Ay, esas primerizas cómo sufrían, gritaban -ay, amá, ay, amá-, una fue porque se la robó un hombre de 35 años y otra que lo tuvo de un hombre casado”, dijo al mover la cabeza de un lado al otro en señal de reprobar los hechos.

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