Vecinos de colonias residenciales del Campestre integran un nuevo comité para impulsar el proyecto turístico-religioso en el Cerro Gordo y concluir el templo de Nuestra Señora del Refugio.
El comité está encabezado por un grupo de entusiastas feligreses de Panorama, Jardines del Campestre, Balcones del Campestre, entre otros.
En el salón de Haciendas del Refugio, ante la presencia del Obispo de Lázaro Cárdenas, Michoacán, Armando Ortiz Aguirre; el nuevo párroco de San Maximiliano María Kolbe, el Padre José de Jesús Ortiz Ayala, y del secretario de la Presidencia, Martín Ortiz García, se dio a conocer oficialmente el proyecto.
Una de las coordinadoras, Teresa Navarro Alcaraz, dijo que el proyecto contempla terminar de construir el templo de Nuestra Señora del Refugio que se localiza en la cima del Cerro Gordo, y una casa de retiro para jóvenes.
Un proyecto que inició en 1950 cuando don Rigoberto Becerra González (f) y María Luisa Quiroz de Becerra (f), adquirieron gran parte del Cerro Gordo.
“Al paso del tiempo, mi papá se hizo amigo del Padre Miguel de María Enríquez, mejor conocido como el Padre Enriquitos, encargado del templo de las Tres Aves Marías, en la calle 5 de Mayo, un hombre de humilde corazón, que vivía en austeridad”, dijo Martha Becerra Quiroz.
Tanto el Padre Enriquitos como don Rigoberto compartían la misma devoción hacia la Virgen María, por lo que decidieron construir un templo en honor de Nuestra Señora del Refugio de los Pecadores.
En esos años, el Padre Daniel Castillo Cabrero también le compró a don Rigoberto un terreno en las faldas del cerro para construir el primer sismógrafo en León, con el apoyo del gobernador Juan José Torres Landa.
Después el Padre Enriquitos, con el patrimonio de su familia, y con donativos de los fieles, entre ellas la imagen de Nuestra Señora del Refugio que se trajo de España por parte de una familia de San Francisco del Rincón, se inició la construcción del templo en la cima del Cerro Gordo.
“Con esos recursos le pidió a mi padre que le vendiera la cima del cerro para construir un Santuario dedicado a la Virgen del Refugio. Mi papá le respondió que le regalaba el terreno en conjunto con sus hermanas, quienes también eran copropietarias de una parte del cerro”, añade Martha Becerra.
El diseño y la construcción del templo lo inició el ingeniero Ricardo Rivera Becerra, de Irapuato.
La primera piedra fue colocada en agosto de 1972 de forma clandestina porque no se contaba con el permiso por parte de la Iglesia.
Fue hasta el 6 de febrero de 1973 cuando Monseñor Daniel Castillo Cabrero, bendijo la primera piedra a nombre del Obispo Anselmo Zarza y Bernal.
“Así continuó construyéndose el camino hacia la cima del cerro, utilizando dinamita, debido a que era pura piedra”, señala Martha Quiroz.
Muchos milagros han ocurrido en torno a la construcción. Uno de ellos, fue cuando no tenían agua para la obra, y surgió un manantial. Otro cuando cayó una gran roca sobre una de las columnas del templo, tras unos trabajos con dinamita.
A lo largo de los años han sido muchos los sacerdotes que se han comprometido con la obra.
Una gran impulsor fue el Padre Miguel Méndez, otro el Padre Gonzalo Galván, desde 2005 el Padre Armando Ortiz y ahora toma la estafeta el Padre Jesús Ortiz.
Don Rigoberto, un gran benefactor
Durante la presentación del proyecto, se reconoció a don Rigoberto Becerra, benefactor e impulsor de la construcción del templo de Nuestra Señora del Refugio de los Pecadores, que se localiza en la cima del Cerro Gordo.
Él, no sólo donó los terrenos, además contribuyó con especie y hasta con trabajo para la construcción del templo.
Al morir el constructor del templo, el ingeniero Ricardo Rivera Becerra, el Padre Enriquitos, don Rigoberto e Isidro Rodríguez, continuaron la obra.
Con la ayuda de albañiles de Lagos de Moreno, colocaron la cantera que está en el altar principal, misma que fue traída y labrada en San Miguel el Alto, de donde era oriundo don Rigoberto.
Las cuñas de las bóvedas, que suman más de 20 mil, y que tuvieron un costo de 20 centavos, las trajeron de la comunidad de Josefino de Allende, Jalisco, cerca de Arandas.
Al morir el Padre Enriquitos lo sucedió el Padre Alvarado, a quien le otorgaron los donativos en especie, como ventanas, vitrales, y piso, por lo que la construcción se detuvo un tiempo.
Ahora el reto es continuar la obra que heredaron el Padre Enriquitos y don Rigoberto. (José T. Méndez)