Antes de que el ujier pudiese advertir a los feligreses que se acercaban hombres armados, los atacantes irrumpieron en la iglesia, cerraron la puerta principal, detonaron granadas caseras y dispararon contra la congregación.
El ataque continuó mientras algunas personas conseguían escapar a través de ventanas y por la puerta trasera de la sacristía.
Algunas de las víctimas de la agresión del domingo pasado contra la iglesia católica de San Pablo, en la aldea de Wada Chakawa, en el norte de Nigeria, fueron degolladas.
“Mi hermano fue masacrado como un carnero”, dijo Moses Yohanna, cuyo hermano mayor murió en el ataque. “Nuestras vidas son amenazadas y puestas en peligro (y no existe) seguridad”.
Rahilla Ibrahim, cuyo esposo y el hijo de ambos estaban entre los al menos 45 muertos, dijo: “Vimos un infierno. Los atacantes fueron inmisericordes”. Embarazada y desconsolada, Ibrahim estaba sentada en las calcinadas paredes de lo que fue su choza.
Sin familia ni morada, ella no ve razón para huir. Pero muchos otros aldeanos se han ido y prometieron no volver hasta que se garantice su seguridad, en medio de una violenta rebelión de extremistas islámicos iniciada hace cuatro años con el objetivo de imponer la ley de la sharia en Nigeria, que está dividida a partes iguales entre musulmanes y cristianos.
Los ataques han continuado pese a ocho meses de estado de emergencia y el despliegue de miles de soldados del gobierno.
Funcionarios gubernamentales visitaron el viernes Wada Chakawa, a donde llevaron bolsas de maíz y arroz, y prometieron más ayuda de emergencia.
Pero algunas aldeas en el nororiental estado de Adamawa se han vuelto pueblos fantasmas, luego de que miles de residentes cristianos escaparon de ataques de milicias islámicas en los que han muerto más de 50 personas en el área esta semana, dijeron líderes de la iglesia.
El comisionado estatal de integración fronteriza, Hamza Bello, dijo que al gobierno del estado le preocupa el creciente influjo de personas en busca de refugio procedentes del vecino estado de Borno.
“Hasta hora, no menos de 3000 personas… han escapado a Adamawa por temor a los ataques terroristas”, dijo el comisionado. Pero los ataques también son frecuentes en Adamawa.
El padre Raymond Danboyi, vocero de la diócesis católica de Yola, dijo que quienes han escapado necesitan ayuda desesperadamente.
Otro líder de la iglesia, el sacerdote Jerome Odineze, dijo: “Estamos muy confundidos y deprimidos porque no podemos hacer mucho… la iglesia no puede movilizarse y proveer seguridad. No existen los recursos”.
En ocasiones la falta de seguridad imposibilita proporcionar los servicios religiosos, dijo.
“A veces no puedes realizar un servicio. El culto es imposible en algunos lugares”, afirmó.
El viernes, pistoleros saquearon la aldea predominantemente cristiana de Sabon Garin Yamdula, en Adamawa, y mataron a un sacerdote, antes que jóvenes armados les obligasen a huir y soldados fuesen desplegados más tarde.
El líder del consejo eclesial en Madagali, Ularamu, dijo que los atacantes trataron además de incendiar la aldea antes de escapar. Agregó que el sacerdote murió en un hospital. No pudo confirmar reportes de otras víctimas.

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