El ganadero Germán Mercado Lamm, propietario de la ganadería de Montecristo, mandó un pésimo encierro que dio al traste con las ilusiones de los toreros que actuaron en la séptima y última corrida de Feria.
Lo más rescatable fue la faena de Arturo Macías “El Cejas”, que cortó la única oreja de la tarde.
Hace una semana, el encierro de Montecristo fue rechazado en la Plaza México. Sin embargo, salió un sobrero al que Joselito Adame le cortó dos orejas, lo que hacía concebir esperanzas.
Pero la corrida fracasó por el pésimo juego de los astados.
El ganadero fue honesto al decir que no le gustó el encierro.
Hugo gritos de aficionados de: “¡Qué buena novillada mandó el ganadero!”, sin faltar los recordatorios maternales.
Si al criador no le gustó el desfile de jóvenes astados, aceptados por el juez de plaza, Javier Ortiz, mucho menos a los toreros.
El serial cerró con una muy mala entrada, la peor del serial.
El francés Sebastián Castella toreó dos, y sólo destellos de su clase. Ayer se le vio apático, fuera de sitio. Aunque los toros no estuvieron bien, se mostró aburrido, hasta encarando al público. En su primero sólo saludó desde el tercio y en su segundo, silencio.
Arturo Macías “El Cejas” en su primero cortó una oreja, y en su segundo dejó ir el triunfo por fallar con la espada. Buena actuación, por encima del juego de sus bureles.
Arturo Saldívar también tuvo una buena actuación en sus dos toros. En su primero tesonero y voluntarioso ante un descastado “toro”. Pinchó y entera. Silencio. En su segundo, muchos pases, pero poco eco en los tendidos. Mató de “metisaca” (sacó y metió la espada sin soltarla), y dos pinchazos. Silencio.
El cierre de la Feria no fue con broche de oro. En encierros, no hubo uno que se salve. Seguro que esta temporada no hay merecedor para la Divisa de Plata que otorga el Centro Taurino.
Y colorín colorado esta Feria se ha acabado con una corrida que dejó mal sabor de boca.
Malos resultados económicos y en lo artístico no fue lo que se esperaba.
Triste despedida
El ganadero Germán Mercado Lamm, propietario de la ganadería de Montecristo, mandó un pésimo encierro que dio al traste con las ilusiones de los torer