La Highlander es uno de los productos clave en la línea de Toyota.
Es un deportivo-utilitario mediano, pero uno que se acerca tremendamente a el segmento de vehículos premium y que en muchas condiciones resulta una mejor propuesta.
En la tercera generación, Toyota ha intentado hacer un vehículo más emocional. La marca argumenta que está consciente que ahora hacer vehículos de calidad no es suficiente y es necesario ofrecer vehículos emotivos, que generen un enlace emocional con los compradores y usuarios.
En la parte exterior sin duda han hecho cambios importantes, pero es quizá lo que los compradores encontrarán en el interior lo que más llamará la atención.
La calidad interior de la Highlander ha mejorado y en mucho.
El diseño por un lado es más moderno, con líneas complicadas pero fluidas y controles más agradables al tacto.
Los materiales son considerablemente mejores, con una mezcla entre colores metálicos, cafés y negros que le dan más calidez e incluso una apariencia más premium de lo que en realidad debe de ser la Highlander.
El único elemento que luce fuera de lugar, es el reloj del tablero, que sigue siendo el mismo que hemos visto en modelos de Toyota desde hace ya muchos años. Los ingenieros de la marca aseguran que aunque hubieran podido integrarlo en la pantalla del estéreo o tablero la posición resulta práctica para que desde cualquier plaza del vehículo pueda ser observado, además de que su ajuste es muy sencillo.
Quizá tengan razón, pero aun así sigue viéndose un tanto fuera de lugar.
También es un interior más práctico. Los diseñadores han incluido espacios para las necesidades modernas.
El espacio entre los asientos delanteros es abundante; la marca asegura que es el lugar perfecto para una bolsa de mujer, pues queda completamente cerrada y se tiene un acceso rápido y sencillo.