José Salvador Alvarenga, el salvadoreño que dice haber pasado 13 meses a la deriva en el Pacífico, llegó el viernes a México para cumplir su promesa de reunirse con la familia de su compañero mexicano que no sobrevivió a la odisea y contarles las últimas palabras que tuvo para ellos.
Poco más de un mes después de que apareciera en las remotas Islas Marshall con la barba y el pelo crecido, Alvarenga volvió al país desde el que sostiene haber salido en diciembre de 2012 a pescar tiburones junto con el joven mexicano Ezequiel Córdoba y que se tornó en una historia tan sorprendente que desafía la lógica.
“Me siento un héroe”, expresó Alvarenga, después de aterrizar en el poblado de Tapachula, donde emprenderá su viaje por tierra a la comunidad pesquera de Costa Azul.
Rasurado y con una pequeña trenza que sobresale por detrás de su cabeza, el salvadoreño de 37 años dijo aún no estar preparado para contar todos los detalles de lo que tuvo que pasar y sólo menciona algunas cosas, como que tras quedarse a la deriva sólo lloraba y luego se agarró de su fe para pedir a Dios un milagro que lo salvara.
Ha declarado que se alimentó de pescado crudo, torturas y pájaros. Interrogado sobre eso, Alvarenga se limitó a decir: “la parlama (un tipo de tortuga) y en ocasiones aguantaba más hambre, nada más”.
Dijo que en ocasiones anteriores le había tocado enfrentar mal clima en el mar pero que pudo volver a tierra porque el motor de su lancha nunca dejó de funcionar, como contó que ocurrió aquel 12 de diciembre de 2012.
“Yo me había defendido del mar ya, pero con un motor bueno y ese día mi motor ya no funcionó”, relató el hombre que llevaba 11 años viviendo en México. Agregó que aquella fecha hubo una tormenta que se extendió por cuatro días y para entonces ya estaban a la deriva. “Ya no pudimos hacer nada más que llorar y sufrir”, añadió.
Pero no va más allá en detalles. “Ahorita no me siento capacitado para dar mis recuerdos”, comentó. “Ahorita que te estoy diciendo esto yo me siento como que estoy allá en el momento que estaba pasando mis dolores, mis sufrimientos… lo que trato es olvidar”, añadió.
Alvarenga afirmó que ha pensado contar su experiencia en un libro y que está decidido a no ser más pescador y buscar un empleo “más seguro” en su país natal, aunque no mencionó ninguna actividad en particular.
“Sí he pensado en eso del libro y otras cosas que me convengan para mi bienestar”, señaló.
Acompañado de sus padres y su abogado, Alvarenga llegó al aeropuerto internacional de la ciudad de México en una escala previa a su viaje hacia el estado sureño de Chiapas, donde planea reunirse con la familia de su compañero Córdoba.
Se veía físicamente bien, aunque al caminar cojeaba y a diferencia de sus primeras apariciones públicas en las que hablaba de manera entrecortada, se expresaba de manera articulada.
Su abogado, Benedicto Perlea, dijo que además del libro están en contacto con productores para realizar una película, aunque no dio más detalles.
Alvarenga y Córdoba salieron a pescar tiburones al mar en diciembre de 2012 desde las costas de Chiapas y nada se supo de ellos hasta que el salvadoreño apareció a principios de 2014 en las Islas Marshall, donde recibió atención médica para luego viajar a su natal El Salvador.
El hombre, según su historia, hizo una travesía de 10,500 kilómetros en el Océano Pacífico.
Según Alvarenga, Córdoba murió al mes de haber zarpado de hambre y sed porque rechazó comer y beber.

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