Un deporte le quitó la vista y tres le han devuelto el gozo por la vida.
Marcos Velázquez, un hombre de 40 años que en su juventud, cuando iniciaba su vida de deportista, perdió las retinas por un golpe en un juego de fútbol americano, ahora nada a mar abierto, corre en la playa y anda en bicicleta.
Haber participado en nueve triatlones, diez carreras y un medio maratón le ha dado la seguridad para lanzarse a un reto mayor: participar en el triatlón internacional Edmonton 2014, en Canadá. Espera recaudar los fondos necesarios para lograrlo.
Dejar la ciudad hace dos años para vivir más cerca del mar y la naturaleza le abrió el horizonte.
Para entonces ya había remontado un reto: convertirse en masoterapeuta en rehabilitación física para ganarse la vida.
“Me siento muy bien, con ganas de hacer ejercicio, con mucho entusiasmo, me siento sano y muy satisfecho al terminar mis entrenamientos y competencias”, asegura.
En esta nueva vida, Marcos a ido en bicicleta de Cancún a Chichén Itzá y tras un intenso entrenamiento de CrossFit, remó para cruzar en grupo de Playa del Carmen a Cozumel.
Incluso ha hecho caminata rápida en la selva. La ceguera, asegura, no lo ha limitado.
“¿Cómo no lo voy a apoyar?”, se pregunta Andrea Murguía, su pareja desde hace 15 años.
En su condición, la determinación de Marcos no sería suficiente para alcanzar estos logros, pues rueda, nada y corre siempre con un o una guía.
Sus acompañantes ponen la vista y Marcos su esfuerzo y la inyección de ánimo, asegura Andrea.
“Las piernas son de aire, ¡vamos!” es una de sus frases favoritas.
Cuando atendía a sus pacientes en la ciudad, recuerda Marcos, les decía “es importante hacer ejercicio” y ahora lo dice dando el ejemplo.
“Es algo muy importante, crearse la disciplina de hacer ejercicio, tener una actitud y determinación para hacerlo porque siempre decimos ‘el próximo lunes empiezo'”.
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