Luego de ver en la televisión un comercial de pastillas que prometen acabar con el dolor de cabeza o un jarabe que combate la tos, puede resultarte fácil ir a la farmacia y solicitarlos en el mostrador.
Quizá hayas creído la publicidad engañosa que asegura la curación inmediata, o pienses: ¿para qué gastar en una consulta si es un leve malestar?, o lo más típico, que no dispongas de tiempo para acudir con el médico.
Es muy probable que el farmacéutico no pida una receta, aun cuando debería hacerlo, e incluso se atreva a recomendar otros productos, con sólo oír los síntomas.

¡Ten cuidado!
“Son los médicos quienes tienen el conocimiento de las sustancias de los fármacos, de su interacción con otros, o con los alimentos”, subraya la doctora Lilia Baruch.
“En la consulta también se toman en cuenta otros factores: las enfermedades que ya padece el paciente, estados de tipo alérgico, sensibilidad a los componentes, peso y composición corporal”.
Baruch advierte que la automedicación provoca el retraso del diagnóstico o el riesgo de establecer uno incorrecto, que se enmascare la enfermedad, se prolongue o agrave, y si las dosis no son las adecuadas ni durante el tiempo necesario, que aumente la resistencia bacteriana.
El geriatra Amador Macías afirma que autorrecetarse es algo frecuente entre la población, porque si escuchan que a la comadre o a la vecina le funcionó un tratamiento, piensan que será igual para todos.
“Hay quienes creen que los antigripales son inofensivos, pero si alguien padece de la presión e ingiere alguno con fenilefrina, uno de los nuevos componentes, va a presentar hipertensión arterial”, explica Macías.
“Hay creencias equivocadas. Se piensa que tomar antibióticos cuando estamos resfriados nos permite recuperarnos más rápido, pero la mayoría de las veces se trata de un cuadro viral y el antibiótico no tiene función, a menos que hubiera complicación por alguna bacteria”.
En cualquier caso, las consecuencias adversas de la automedicación generan más gastos en consultas y nuevos tratamientos, que podrían ahorrarse si desde el principio consulta a su médico.

Consecuencias
Retrasar el diagnóstico de la enfermedad.
Provocar resistencia bacteriana.
Ocasionar efectos tóxicos al organismo.
Causar dependencia química.
Desencadenar hipertensión arterial en quienes padecen de la presión.
Reacciones alérgicas, irritación de estómago, daño renal, vómitos, intoxicación y hasta la muerte.

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