Padecen con Cristo las ‘tres caídas’
Más de siete mil personas asistieron al viacrucis que se realiza en la colonia Chapalita oficialmente desde hace 50 años, aunque hay testimonios de ancianos que aseguran acuden desde hace 80 años.
Desde las 10 de la mañana de ayer los fieles católicos llegaron al templo de Nuestra Señora de Fátima, ubicado entre la calle Chiapas y el bulevar Las Palmas de la colonia Bellavista.
Ahí, decenas de comerciantes instalaron sus puestos de comida, aguas frescas, churros, sombreros y sombrillas.
El estacionamiento de la parroquia fue ocupado por tres escenarios donde Jesús de Nazaret (representado por Víctor Hugo Mena) fue humillado, golpeado y sentenciado a ser crucificado por proclamarse Rey de los judíos e Hijo de Dios.
Alrededor de los escenarios cientos de personas observaron la obra de pie y bajo el sol; algunos cubiertos con sombreros, gorras y sombrillas, todos con la frente sudorosa y llorando o haciendo muecas de dolor y angustia al ver los latigazos y maltratos que recibía Jesús.
“Me gusta mucho venir, me da tristeza, pero es una forma de recordar lo que nuestro señor Jesucristo vivió por nosotros, tengo ya 84 años y siempre lo he venido a ver desde que era una niñita, ahora vengo en compañía de mis hijas y mi nieta”, expresó Emilia Sánchez Ornelas, que observaba la representación sentada en su silla de ruedas desde la orilla de la valla humana.
La obra de conmemoración duró alrededor de dos horas; los latigazos retumbaron en el lugar y a cada minuto parecía que el sol arreciaba más. Los asistentes buscaron lugares con sombra debajo de los árboles y hasta de las tarimas de los escenarios, aunque no pudieran ver.
Los niños fueron los más conmovidos por la representación de la tortura. “Por qué le pegan mamá, que hizo”, preguntaron algunos pequeños a sus padres.
Otros, alzados en hombros, se cubrieron los ojos cuando la sangre falsa brotó de la frente del personaje Barrabás, preso que fue liberado por ser Pascua.
Una cruz de 90 kilos fue llevada por los guardias romanos que la llevaron hasta donde Cristo la cargó, en ese momento cientos de fieles corrieron rumbo al bulevar Las Palmas, pues querían alcanzar un buen lugar para ver el recorrido de las tres caídas.
Entre azote y azote las personas se arremolinaron junto a Jesús, todos en marcha al tiempo que los organizadores les gritaban que se quitaran del camino para evitar un accidente,
De pronto, uno de los latigazos de cuerda trenzada y mojada pegó en la espalda del nazareno y siguió su trayecto hasta que azotó a un observador en el pecho.
“Sí me dolió, es cuerda mojada con lo que le están dando, pero no importa se aguanta; aquí estoy viendo junto con todos”, expresó Ricardo López Flores, quien siguió la proceción.
Algunos niños caminaban de las manos de sus padres con cara de fastidio y cansancio.
“Yo no quería venir, me trajeron y hace calor, aparte no entiendo porqué le tienen que estar pegando a ese señor”, dijo Juan José Cortés Pérez, de siete años, que asistía por primera vez.
Juan Araiza, capitán de Protección Civil, indicó que durante el trayecto atendieron a siete personas por desmayo y a una más porque se le bajó la presión.
Además señaló que aunque esperaban a más de cinco mil personas, se estima que hubo más de siete mil feligreses.
Lloran la muerte del Rey de los judíos
Latigazos, lágrimas y un hombre que agitaba una bolsa de piel con las monedas que recibió a cambio de vender al Hijo de Dios, fue lo revivido ayer durante el viacrucis del templo del Calvario.
En las calles de La Garita y del barrio Arriba fue representada la Pasión de Cristo dentro de un ambiente emotivo en el que ni los intensos rayos de sol interrumpieron el destino de aquel hombre que sería clavado en la cruz.
Mientras la sentencia de Jesús era dictada, los hombres que caminaban tras él gritaban: “¡Crucifíquenlo, crucifíquenlo!”.
María Salomé Armendariz, de 57 años, veía la procesión de la sentencia a pocos metros de distancia de Judas. Ella estaba en silla de ruedas, pero ni el yeso en su pierna le impidió asistir al viacrucis, algo que ha hecho durante 47 años ininterrumpidos.
Mientras la procesión recorría las calles Jesucristo, interpretado por Héctor Manuel Ponce, levantaba su rostro y perdía su mirada en el cielo… estaba orando.
Decenas de familias le seguían el paso y la mayoría registraba el momento capturando imágenes con sus cámaras y celulares.
Los lentes oscuros y las sombrillas abundaban entre los presentes; el sol calaba, pero no fue razón suficiente para impedir que se quedaran hasta el final.
Reviven la Pasión
Cada latigazo se escuchaba en todo el barrio del Coecillo. La espalda de Jesús, interpretado por Jaime Lorenzo González, estaba roja y marcada por los más de 50 lazos que azotaban su espalda una y otra vez.
“¡Camina Rey de los judíos, que camines te digo!”, le gritaban los verdugos y soldados que seguían golpeándolo sin detenerse.
Pero Jesús caminaba lento. Cargaba una cruz de más de 80 kilos con la que apenas y podía arrastrar sus pies. Cada golpe le hacía perder más el equilibrio.
“¡Ah!”, se quejaba, pero seguía adelante.
“¡Camina, camina, no te detengas!”, decía uno de los verdugos. En cada golpe agarraba vuelo para volver a azotar los lazos coloreados de rojo en la espalda del Nazareno.
Sobre la calle Fray Daniel Mireles la representación del viacrucis por parte del grupo teatral del templo de San Francisco del Cocillo “En busca de la Fe” avanzaba a paso firme.
La obra comenzó a las 10 de la mañana en las instalaciones del Instituto Leonés.
Según los organizadores fueron casi 700 personas las que asistieron a la representación de las tres caídas.
Algunos caminaron al lado de Jesús y otros más esperaron en el jardín para observar la escena de la crucifixión.
“¡Levántate Rey de los judíos! Sigue caminando”, dijo uno de los verdugos cuando Jesús cayó por tercera vez.
Esta vez la cruz le pasó por encima y le enterró las espinas de la corona en sienes y frente.
“Me deprimí mucho cuando lo vi caer, me dio mucho sentimiento. Fue muy real y uno lo siente en el corazón”, dijo Lucía Vargas, de 64 años y vecina de la colonia El Cortijo, quien no pudo contener las lágrimas.
Jesús caminó hasta el final de la calle Fray Daniel Mireles hasta que llegó al mercado de San Francisco. Después dio vuelta a la izquierda y llegó al atrio donde lo crucificarían. La gente ya lo esperaba.
Con sombrillas, cartones, gorras, sombreros, o lo que fuera, cubrían sus cabezas para resistir la temperatura que llegaba casi a lo 35º centígrados a la 1 de la tarde, según el pronóstico del Centro de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Guanajuato (UG).
En la última escena del Viacrucis, Jesús fue crucificado al igual que los dos ladrones que lo acompañaban.
Después de las palabras “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”, algunos asistentes comezaron a llorar.
Jaime fue bajado de la cruz para terminar con el Viacrucis y después de la interpretación varios regresaron a sus casas para comer y otros se quedaron en el parque para convivir en familia.