“Te quieren ver en el cerro”.
Ése era el mensaje que recibían funcionarios de Michoacán antes de ir a ponerse a las órdenes de Nazario Moreno, “El Chayo”, cuando éste era el máximo líder de Los Caballeros Templarios.
El fin de estos encuentros era establecer los cobros de cuota que entregarían los ayuntamientos a la organización delictiva y la protección que las autoridades estatales debían brindar a las actividades de los templarios.
De acuerdo con testimonios de funcionarios retirados y en activo, el apogeo de estas visitas se reportó entre 2009 y 2013, meses antes de que “El Chayo” fuera abatido por las fuerzas federales el pasado 9 de marzo.
Los encuentros se realizaban en el rancho del capo conocido como La Fortaleza de Anunnaki, asentado en 7 hectáreas cerca de Guanajuatillo, Apatzingán, de donde Nazario era originario.
Hasta ahí llegaban funcionarios del Palacio de Gobierno de Michoacán, en Morelia, además de legisladores, Presidentes Municipales, regidores, síndicos y colaboradores de los ayuntamientos dentro del Estado, coinciden testigos.
Pese a su nombre, La Fortaleza, sitio favorito de Nazario Moreno, no contaba con grandes sistema de seguridad, lo que deja ver la confianza que tenía el capo en la protección que le brindaban las autoridades.
Construido desde finales de 2011 e inaugurado el 15 de septiembre de 2012 con la participación del grupo musical Calibre 50, el sitio cuenta con rodeo, palenque, caballerizas y espacios para juegos de azar.
En distintas ocasiones, José Manuel Mireles, vocero del Concejo General de Autodefensas, ha revelado que los comunitarios tienen en su poder una lista de funcionarios estatales y municipales que colaboraban para Los Templarios.
‘Si no ibas al cerro, amanecías muerto’
Para acudir a “El Cerro”, los funcionarios de Michoacán no lo pensaban dos veces.
“Nadie tenía opción, o la persona iba o amanecía ejecutada”, recordó un ex funcionario en Morelia.
“Ser llamado a ‘El Cerro’ significaba citarse con líderes de Los Caballeros Templarios para ser regañado, advertido o cooptado, no había más”, narró un regidor en Apatzingán.
En ocasiones, “el Cerro” podía ser el rancho “El Jabalí” en Tumbiscatío; o “El Morado”, rumbo a Chiquihuitillo, en el municipio de Apatzingán.
Pero también significaba que los funcionarios acudieran a La Fortaleza Anunnaki, lugar preferido de Nazario Moreno, “El Chayo”, cabeza principal de los Templarios, abatido el 9 de marzo.
Para llegar hasta ahí, desde Apatzingán, se requiere cruzar las localidades de Presa Rosario, Loma de Los Hoyos y Puerta de Alambre, después virar a la izquierda hasta El Alcalde, pasar cerca de Holanda y seguir hasta Guanajuatillo.
Desde una loma se puede observa la grandeza de la propiedad, enclavada al pie de la sierra.
Ahí “El Chayo” recibió a funcionarios del Gobierno de Michoacán; a legisladores, alcaldes, regidores, síndicos y colaboradores de los Ayuntamientos michoacanos, coinciden testigos.
También a mandos de seguridad pública, quienes aportaron a “El Chayo” información sobre las operaciones federales.
La gente era llevada en camiones foráneos o camionetas.
Si el asunto no era importante,”El Chayo” se limitaba a enviar a sus mensajeros para que sus instrucciones llegaran a su destino.
En los cónclaves también participaban el jefe de plaza del Municipio a tratar, así como otros líderes templarios como Servando Gómez, “La Tuta” y Enrique “Kike” Plancarte, los principales brazos ejecutores de “El Chayo”.
En las reuniones “La Tuta” y “Kike” fueron contrapesos a las decisiones de Moreno, refieren los testimonios.
En la pasarela a “El Cerro” también acudieron carniceros, tortilleros, taxistas, fayuqueros, restauranteros, fruteros, limoneros y vendedores de droga al menudeo.
“Con los carniceros fijó el precio de la carne, también quería ‘El Chayo’ que le llevaran buenos cortes, a todos les pidió porcentajes de las ganancias, las señoras que venden agua de sabor, hasta ellas pagaban 200 pesos semanales para poder trabajar”, afirmó un comerciante en Apatzingán.
Si a las reuniones en La Fortaleza llegaban más de diez personas, éstas eran sentadas en el palenque. “El Chayo” se colocaba al centro y desde ahí imponía las reglas a los comerciantes.
“Fijó el precio de la tortilla en 15 pesos, de la carne en 90 pesos y las tajadas que tenían que dar quienes vendían camionetas americanas o fayuca”, recordó un carnicero que acudió a La Fortaleza en mayo de 2013.
Si se trataba de un grupo de cinco o seis funcionarios, éstos eran colocados en una oficina contigua a las caballerizas en donde eran sentados en sofás de piel en un ambiente amable con aire acondicionado, bebidas y bocadillos.
Todas y cada una de las reuniones fueron grabadas.
Más de diez instalaciones para cámaras de video fueron localizadas por los grupos de autodefensa en oficinas, bodegas y sitios exclusivos de La Fortaleza.
Los políticos requeridos sabían que eran grabados.
Antes de cada conversación “El Chayo” les recordaba que gracias al financiamiento de él a sus campañas estaban en sus cargos.
En distintas ocasiones José Manuel Mireles, uno de los líderes de los grupos de autodefensa de Tierra Caliente, ha revelado que los comunitarios tienen en su poder una lista de funcionarios estatales y municipales que colaboraban con los Templarios.
La PGR tiene indicios de que el ex Secretario de Gobierno de Michoacán, José Jesús Reyna, el número dos después del Gobernador Fausto Vallejo, se reunió, por ejemplo, con “La Tuta”.
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En “La Fortaleza de Anunnaki” no todo era presión para el pago de cuotas.
La diversión comenzaba después de las reuniones de “negocios”.
“El Chayo” desaparecía un momento para ir a sus habitaciones a cambiarse.
Mientras los invitados bebían cerveza, whisky, tequila o brandy, y eran agasajados con platillos regionales, que eran servidos como Buffett. Después podían hacer uso de los juegos de mesa o pasear en las caballerizas, donde Moreno albergaba a caballos Cuarto de Milla.
Tras unas dos horas, los asistentes eran conminados a pasar al rodeo para presenciar un espectáculo que iba desde un grupo musical, actos de magia, hasta una lidia de toros o un evento deportivo.
Al anuncio del arribo de “El Chayo”, el público quedaba boquiabierto.
Moreno ingresaba al rodeo sentado sobre un trono que era llevado en hombros por sus subalternos. Los testigos lo recuerdan ataviado con una túnica roja o blanca con tonos púrpura y una corona adornada con brillantes en su cabeza.
Al calor del festejo “El Chayo” pasaba al ruedo
“¿Ya saben que me gusta El Buki, verdad?”, lanzaba a sus espectadores.
La banda daba gusto entonces al capo para interpretar “La Venia Bendita”
“Le faltan horas al día, para seguirnos queriendo, apenas fue mediodía y hoy nos esta amaneciendo…”, entonaba “El Chayo”.
“Cantaba horrible, pero el que se burlaba no lo contaba, él sólo quería oír aplausos”, narró un testigo.