Más que fomentarles el interés por aprender y descubrir cosas por sí mismos, a los niños se les debe ayudar a no perder la curiosidad con la que nacen y la que desarrollan en sus primeros años.
“En la edad preescolar, entre los 3 y 6 años, el niño tiende a ser curioso por naturaleza porque está creando su propia experiencia”, explica la pedagoga Itziar Zubillaga.
Algo básico, por ejemplo, es que en casa se complemente de manera creativa lo que aprenden de manera formal en la escuela, especialmente si la enseñanza tiene como base la memorización de conceptos, indica la también consultora educativa.
En esos primeros años, leer juntos sobre temas diversos y explorar a detalle espacios como parques, jardines, plazas, museos, puede ser una buena idea.

Ciencia para la vida

El conocimiento de las ciencias naturales y exactas es un terreno fértil para conservar y hacer crecer la curiosidad de los niños.
“La ciencia proporciona a los niños una mejor comprensión del mundo que les rodea y una saludable dosis de escepticismo, importantes aptitudes para la resolución de problemas y experiencia en las técnicas de investigación”, consideran divulgadores miembros de TryScience, una organización que cuenta con una página de internet en la que es posible interactuar de forma lúdica con centros científicos y tecnológicos del mundo.
Al enfrentarse a la realidad desde una actitud científica, es decir, cuestionándose las cosas y proponiendo nuevos puntos de vista, los niños desarrollan habilidades para generar y defender sus propias ideas, “que les pueden ayudar a convertirse en consumidores, votantes y ciudadanos inteligentes y sensatos, capaces de tomar sus propias decisiones a partir de la información necesaria”, agrega TryScience.
No se trata de promover una actitud arrogante de “sabelotodo”, sino de tratar de crear una pasión por el conocimiento y por compartirlo. Una forma divertida para alcanzar esa pasión es buscar experimentos en internet y realizarlos en familia.

Sensibilidad

El mundo se percibe a través de los sentidos, por lo tanto, mientras más “entrenados” estén ojos, manos, oídos, boca y nariz para observar, tocar, escuchar, probar y oler, respectivamente, más cosas se podrán percibir.
De hecho, desde el nivel preescolar a los niños se les puede fomentar que se hagan conscientes de las virtudes de sus sentidos, comenta Itziar Zubillaga.
“En ese momento es cuando sembramos la semilla de la curiosidad”, dice.
Quien es consciente de la capacidad que tiene para percibir por muchas vías su entorno, aprende a valorarlo y a conservarlo porque saben de la interdependencia que tiene un ser vivo de otro.
Por supuesto, agrega la pedagoga egresada de la Universidad Panamericana, cada niño tiene habilitado más un sentido que otro, de ahí que la tarea de los padres sea identificar sus capacidades y proponerle hacer cosas que lo ayuden a desarrollarlas al máximo.
Tarea que no es de una sola vez, sino que se debe tomar como hábito familiar para que los niños vivan como natural esa manera de entender el mundo.

Más información
www.tryscience.org

Para el futuro

Saber investigar ayudará a los niños a ser mejores trabajadores porque:
-Plantearán hipótesis
-Recopilarán información
-Consultarán investigaciones previas
-Comunicarán hallazgos
-Escribirán artículos
-Harán presentaciones

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