A las puertas de conquistar su segunda Liga Premier con el Manchester City y jugar su primer Copa del Mundo con Argentina, Pablo Zabaleta (29 años, Buenos Aires) se siente en plenitud deportiva y madurez personal, cómodo en su propia piel y responsable máximo de su destino.
La selección albiceleste afronta un panorama teóricamente favorable en Brasil, encuadrada junto a Nigeria, Bosnia e Irán en el Grupo F; y los “citizens” dependen de sí mismos para levantar el título en Inglaterra tras el resbalón el pasado sábado del líder Liverpool, que perdió 2-0 de local ante el Chelsea.
De los tres aspirantes, el City es el único que controla su suerte, pues marcha actualmente a tres puntos de distancia del Liverpool pero cuenta un partido menos y tiene mejor diferencia de goles. Si vence sucesivamente a Everton, Aston Villa y West Ham, la ciudad de Manchester se vestirá de celeste y Zabaleta vivirá una fiesta futbolística como las que imaginó cuando llegó hace seis temporadas procedente del Espanyol.
Ganador de una Copa del Rey y subcampeón de la Liga Europa con el conjunto “periquito”, el aguerrido lateral dejó un grato recuerdo y numerosos amigos en Barcelona, pero le acompañaron a las islas su actual esposa, catalana, y una maleta con grandes ilusiones.
“Cuando decidí venir, aún estaba un poco lejos pensar que el City iba a tomar un protagonismo como gran club a nivel europeo, pero tenía el sueño de jugar la Premier. Haciendo balance, he tenido la suerte de ganar títulos importantes y espero seguir haciéndolo. La derrota del Liverpool nos dio la posibilidad de depender de nosotros mismos. Estuvimos en una situación parecida hace dos años y aún hay hambre”, aseguró Zabaleta desde Manchester, poco antes de ver por televisión las semifinales de la Liga de Campeones entre Bayern Munich y Real Madrid.
Tanto el argentino como su equipo tienen el título europeo como asignatura pendiente, después de que el Barcelona eliminara al City en los octavos de final de la Champions con marcador global de 3-1, en una llave en que el defensor fue expulsado en el choque de vuelta en cancha de su compatriota y amigo Lionel Messi.
La gloría continental se le niega a Zabaleta, quien nunca la tuvo más cerca que vistiendo de blanquiazul en la vecina Escocia. “Con el Espanyol llegamos a la final de Liga Europa en Glasgow contra el Sevilla. Hicimos un torneo impresionante sin perder ningún partido, pero se nos fue en los malditos penales”, lamenta con amargura, aunque rescatando también momentos dulces, como cuando lideró los cánticos del plantel en el autobús camino de la anterior final de copa; arrebato clave para comprender la victoria.
Hincha declarado de San Lorenzo, el equipo donde debutó como profesional en 2002 y que sigue alentando periódicamente desde la platea Sur del Nuevo Gasómetro, el hoy internacional argentino siempre se reveló futbolista de raza y hombre de caseta y de club, cualidades que explican su progresión profesional hasta la elite más absoluta. La que le tiene esperanzado en su debut mundialista.
“Me llega en buen momento, con experiencia a alto nivel internacional. En 2010 no tuve la posibilidad de ir a Suráfrica y este me lo tomó con especial ilusión. Nos tocó un grupo obviamente bueno en el sentido de que hubiera preferido a estos antes que a otros. Tenemos buenas individualidades pero debemos potenciar el nivel colectivo. Contamos con un poderío ofensivo muy importante y los defensores quizás no debamos ser tan profundos como lo pueda ser yo en el City. No nos podemos confiar porque Bosnia y Nigeria, sobretodo, tienen buenos jugadores que darán pelea”, advierte el lateral, deseoso de medirse a rivales de mayor peso histórico.
“Depende de nosotros: cuando más lejos lleguemos, más posibilidades de vivir duelos bonitos habrá. Alemania, España y Brasil, por calidad de jugadores, son los favoritos”, añade.
Pese a no adquirir continuidad en el combinado nacional hasta el arribo del seleccionador Alejandro Sabella, Zabaleta conoce a fondo los secretos del éxito futbolístico, pues en su palmarés cuenta con el título del Mundial Sub20 de Holanda, en una camada de jugadores que incluía a astros de la talla de su compañero del City Sergio Agüero o el mismo Messi.
“Conseguimos lo máximo que podíamos lograr a esa edad. Fuimos con ganas, ilusiones y nos fue bien ante equipos muy competitivos. Fue el comienzo de Leo, donde lo conocimos y empezó su carrera profesional”, recuerda con cariño quien también conquistó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 2008 y considera “la buena unión del grupo” como clave de todo.
Pero tampoco se engaña y sabe, como el resto del país, que las posibilidades de Argentina en Brasil dependen en gran parte de que Messi, tras un año irregular en el Barsa, alcance su mejor nivel.
“Lo veo tranquilo y bien. Recuperado. Obviamente no es fácil volver después una lesión de dos meses. Ha hecho buenos partidos y lleva una marca importante de goles en el campeonato. A veces el jugador necesita un tiempo para recuperarse mentalmente y tomar confianza”, razona, negando a la vez que “La Pulga” se sienta presionada por emular al gran Diego Maradona. “No lo veo ansioso. Lo ha ganado todo con el Barcelona y le haría mucha ilusión conseguir un Mundial. Sería un sueño, pero como para todos nosotros. Cualquier jugador se debe primero a su club y no puede medir sus esfuerzos en año mundialista”.
Desde luego no juega con freno Zabaleta, quien suma 36 titularidades en el segundo equipo menos goleado de la Premier y se ha ganado el cariño de los seguidores “citizens”, quienes dedican cánticos a su figura. El estilo “duro, competitivo y de contacto” del fútbol británico le viene como anillo al dedo a este bonaerense de descendientes vascos y criado en Arrecife. “Una localidad muy pequeña donde practicaba mucho deporte: tenis, básquet y fútbol”, enumera.
Empezó de “ocho”; y aunque ha hecho de la polivalencia virtud, conserva el espíritu de carrilero diestro que dignifica como pocos el veterano Javier Zanetti, el único futbolista a quien Zabaleta se anima a mencionar como referente.
Cuando al hoy jugador del City le regalaron en las Navidades de 1994 su primer balón, el oficial del torneo argentino, tenía apenas nueve años y Zanetti ya había debutado en Talleres y se preparaba a dar el salto al Inter de Milan, donde sigue ejerciendo de capitán superada la cuarentena.
Dos décadas separan aquella preciada pelota del esperado estreno mundialista de Zabaleta, quien disfrutó los torneos previos como aficionado. Aunque el que rememora con más cariño lo vivió en privilegiada posición. “En Corea-Japón 2002 me tocó viajar con un grupo de jóvenes para hacer de sparrings de la selección. Quedó eliminada en primera ronda, pero le guardo el mejor recuerdo a ese Mundial por la convivencia que tuvimos con el equipo. Me tocó hacer la función de Zanetti en los ejercicios y, al final, me regaló su camiseta en un gesto muy bonito por su parte”, revela.
Al contrario que su paisano, Zabaleta no vislumbra ni de lejos su retirada ni se plantea con qué equipo dará sus últimas galopadas por el carril del “ocho”. Le quedan retos por superar, títulos por conseguir. La carrera retoma el sábado por la Premier. Luego, el Mundial. Ya no de sparring. Si no de veras.