Roberto Matosas obtuvo la gloria con el Toluca. Pero ahora, se quita la camiseta escarlata con la que se coronó en la temporada 1974-1975 para ponerse la del León y convertirse en un seguidor del equipo que hoy dirige su hijo Gustavo.
El ex zaguero uruguayo describe al técnico del actual campeón como un “estudiante promedio”, pero que en el futbol ha logrado contagiar su pasión “para llegar hasta donde está”.

¿A quién le va en la serie de Toluca contra el León?
En esta ocasión le voy a los Panzas Verdes (risas)…

Pero usted fue campeón con los Diablos Rojos…
Bueno, eso ya pasó, es por el vínculo que tengo con mi hijo

¿Cómo ha visto a su hijo en la aventura con el León?
Lo he visto bastante evolucionado con todo lo que tiene que ver con el aspecto táctico y con el nivel de entrega que tenía cuando era futbolista, sigue transmitiendo mucha pasión.

¿Gustavo heredó de su padre la pasión que muestra?
Fuimos distintos. Él contagiaba más con su entrega, siempre contagió más de lo que hacía yo. En mi caso era más técnico, sin contagiar tanta pasión como él.

¿Cómo recuerda a ese Toluca que se coronó en una Liguilla sobre el León en la campaña 1974-1975?
Lo recuerdo como un gran núcleo de jugadores, con un gran entrenador como fue Ricardo de León, quien formó un gran equipo humano. Hasta el día de hoy sigue esa amistad con todos ellos.

¿Era difícil la relación entre un padre que logró ser campeón con su hijo Gustavo?
Era una relación normal. Siempre le interesó el futbol, porque sabía que yo jugaba. Ya traía en los genes, algo del deporte.

¿El pequeño Gustavo le iba al equipo de su padre?
Sí, por lo general sí. Estuve un año en San Luis y estuve dos años en Toluca y le iban esos equipos. Eran del equipo del padre y ahora yo apoyo al de mi hijo.

¿Fue Gustavo Matosas un estudiante brillante?
No, fue un estudiante promedio… y abajo del promedio (risas). Pasaba con lo justo, lo contrario a lo que hacía jugando al futbol.

El presidente de México fue compañero de escuela de Gustavo…
Se me hace un dato interesante, de las vueltas que da la vida. No sé es si el presidente lo recuerde a él. La verdad es que para Gustavo debió ser importante reencontrarse con alguien con el que jugó.

¿Qué límite se ha puesto Gustavo como entrenador?
La ambición en él es inmedible, nunca baja el pie del acelerador, pues siempre quiere más.

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