La imaginería mexicana ha creado representaciones que, por su valor artístico e histórico, son apreciadas por los viajeros que las visitan en diferentes latitudes.
Sincretismo
Hace tiempo en la Costa Garífuna de Honduras escuché a dos jóvenes afros discutir acerca de ¿cómo era Dios? Uno sostenía que era negro y el otro le contestó que era de colores.
Algunas representaciones de Cristo lo hacen aparecer más nórdico que semita. Cada pueblo lo ha visualizado según sus propias características, desde los mosaicos bizantinos, a los íconos ortodoxos. Así, a veces tiene pelo rizado, otras lacio, oscuro o rubio y ojos negros o azules. Si buscas “Fisonomía de Cristo” en internet encontrarás un rico espectro.
Por lo anterior llamó mi atención el Cristo que ocupa el centro del retablo mayor de la Catedral de Tlaxcala; es una representación fuera de lo común y cuyo rasgos se acercan más a los parámetros indígenas.
Me han dicho que esa imagen junto con otra fueron las únicas que escaparon de la destrucción de la Guerra Cristera. A mí parece una pieza sorprendente y un tesoro del arte sacro de México.
De caña y maíz
En sus combates, los pueblos mesoamericanos acostumbraban llevar a sus dioses de piedra. Los purépechas idearon una forma más ligera, a partir de una pasta hecha de la caña del maíz.
El Señor de la Sacristía -uno de los tesoros de la catedral de Morelia- es un Cristo de pasta de caña, obra de artistas purépechas del siglo 16.
La técnica de modelaje señalada llamó la atención de Vasco de Quiroga por su plasticidad. Debido a ello promovió la fabricación de imágenes que resultaron tan hermosas como ligeras, lo que les valió ser llamadas “Perfecciones de Michoacán”.
El Museo de Arte Colonial de Morelia tiene una colección de más de 100 Cristos, algunos elaborados con la famosa pasta michoacana.
En medio del desierto
En Menores de Abajo, municipio de San Juan del Río, Durango, en medio del desierto, se ubica la Hacienda de las Cien Puertas, que ahora luce fantasmalmente pero que fue testigo fiel del ahínco con que los mexicanos del norte realizaron productivas proezas.
Si la hacienda sugiere la existencia de 100 puertas es por sus dimensiones y alcances, baste ver su capilla que, a pesar de las duras condiciones reinantes, contó con elaborados retablos y la imagen de un Cristo de buena factura.
En ese municipio, en un caserío llamado La Coyotada, nació Doroteo Arango, más conocido como Pancho Villa.
Un Cristo ascendente
Sergio Méndez Arceo fue obispo de Cuernavaca e importante figura de la Teología de la Liberación. Su participación en el Concilio Vaticano Segundo y sus acciones a favor de los pobres del continente lo convirtieron, junto con el obispo Hélder Câmara, en líderes de su época.
Cuernavaca vio llegar a pensadores como Gregorio Lemercier, Iván Illich y Erich Fromm, la catedral fue abierta a eventos culturales e incluso el culto experimentó cambios de vanguardia.
Méndez Arceo consideraba que los templos con múltiples imágenes deberían ser modificados para centrar la atención en Cristo. Las obras en tal sentido hicieron aparecer valiosos murales y una enorme cruz fue elevada con un Cristo ascendente.
En la sierra de Puebla
Cuetzalan se distingue por el vigor cultural de la cultura totonaca, manifiesta lo mismo en su zona arqueológica de Yohualichan -hermana del Tajín-, que en su concurrido mercado donde se hacen presentes diferentes lenguas.
El dos de octubre se celebra la gran fiesta donde se dan cita grupos de danza, música y, desde luego, los voladores. La elección de la reina, entre jóvenes con hermosos tocados de estambre azul oscuro, es un acontecimiento que evoca imágenes prehispánicas.
En la parroquia de San Francisco, hombres y mujeres ataviados con su ropa tradicional participan en las ceremonias. En ese templo una imagen de Cristo doliente parecía dialogar con una mujer del pueblo.